La empresa zamorana CGE proyecta una biorrefinería multifuncional en León
Beatriz Blanco/DICYT Bajo el nombre GCE Biotecnología y Proyectos, la empresa zamorana ha creado recientemente esta nueva sociedad, dedicada al desarrollo de proyectos de I+D+i en el área de biocarburantes y energías renovables. Su primera apuesta es fuerte. Se trata de una biorrefinería multifuncional que será una realidad en la localidad leonesa de Santa María del Páramo. El autor de la iniciativa, el ingeniero agrónomo zamorano Vicente Merino, lo explica como "un proyecto global, novedoso a nivel internacional, que pretende crear macrocomplejos industriales en los que se pueda producir todo tipo de biocombustibles, como bioetanol, biodiesel o hidrógeno, así como piensos y productos químicos de diversa índole".
La característica principal de esta biorrefinería está en que todos estos productos finales se pueden conseguir a través de remolacha alcoholígena, "aunque, por su carácter multifuncional, podría en ciertos momentos incorporar también cereales como excendentes y actuar como regulador de mercados, nunca incidiendo con una línea de competencia con el canal alimentario", añade Merino. De esta forma, el núcleo base, como denominan a la planta de Santa María del Páramo, tendría su materia prima asegurada durante la campaña de la remolacha, de octubre a marzo, mientras que el resto del año podría funcionar con jugos almacenados o con otros cereales, ya que, a partir de la fermentación que se hace de ellos, el proceso es común para todos en la fábrica.
Una salida para el sector
Sin duda, este proyecto se convierte en una salida para un sector, el remolachero, que ha sufrido una bajada importante durante los últimos años. La empresa ya se ha puesto en contacto con agricultores y la respuesta es muy positiva. "Hablamos de pagar entre cuarenta y cuarenta y dos euros por tonelada puesta en fábrica, más otros acuerdos a mayores a los que se puede llegar con cooperativas si se supera un margen de rendimiento. Para ellos, supone una gran seguridad", afirma Vicente Merino, quien ve únicamente ventajas en este cultivo. "A nivel económico y social es muy importante para la región y ya está muy desarrollado: los agricultores lo controlan, existe la maquinaria, y hay una serie de hectáreas que se van a retirar para producir azúcar. Todo ello se puede aprovechar para esto".
Los cálculos, además, hablan en su favor: una planta que produce doscientos mil metros cúbicos de bioetanol con el trigo o la cebada necesitaría 160.000 hectáreas, mientras que se podría conseguir la misma cantidad con sólo 18.000 hectáreas de remolacha. "Es decir, producimos muchísima riqueza en muy pocas hectáreas, dejando muchas más libres para la alimentación".
El objetivo es no generar residuos | |
El núcleo base producirá piensos y bioetanol. A partir de este punto, se utilizarán como materia prima para producir también otros biocombustibles. "Por ejemplo, las vinazas van a producir biogás y el dióxido de carbono de los fermentadores se destinará a biorreactores para, en ellos, poder comenzar a cultivar algas, que a su vez pueden usarse después para producir aceites, azúcares e hidrocarburos. Podremos entonces, a partir de ellas, volver a obtener piensos, biodiesel, bioetanol, bioquerosenos o hidrocarburos de tipo alquitranes", enumera Vicente Merino. De esta manera, el proyecto está ideado como una malla a partir de una columna vertebral, siempre obteniendo productos y subproductos. "Por distintos procesos de segunda generación, como puede ser la pirólisis o la gasificación, o por microorganismos modificados genéticamente, a partir del pienso se puede producir biometanol o biofueles", apunta.
La idea de hacer recircular todos los subproductos, además de ampliar la capacidad de producción de la planta, contribuye a otro de los objetivos de esta biorrefinería: tender a residuo cero. "Obviamente, al principio habría procesos que se iniciarían a pequeña escala, como es el caso de las algas, pero lo que se quiere es que, en un futuro, no existan residuos en la planta", asegura Merino.
Sin duda, se trata de un proyecto muy ambicioso "pero posible", tal y como señala este ingeniero. "Muchas veces, en esta región, no sé si por factores sociales, no confiamos en nuestras ideas y proyectos y esto es totalmente factible y puede generar una riqueza tremenda en el campo", comenta. La empresa GCE sí creyó en su proyecto, hace poco menos de un año, por lo que está enormemente agradecido. El experto apunta que el proyecto "pretende cerrar un círculo en la comunidad, es decir, comprar materia prima a los agricultores, vender los productos en nuestra propia tierra y empezar a crear aquí una riqueza que, aunque no va a ser nunca sustitutiva de los carburantes fósiles, puede suponer un porcentaje importante". |