Una investigación trata de determinar la prevalencia del autismo en Ávila
Marta Martín Gil/DICYT Son niños con una interacción social limitada, problemas comunicativos verbales, gestuales o afectivos, con un comportamiento restringido y repetitivo, y que pueden llegar a molestarse por una nimiedad o no inmutarse por un gran estruendo. Hablamos de niños con autismo, pequeños cuyo desarrollo viene fuertemente marcado por un trastorno del desarrollo cuyo primer principal problema estriba en su diagnóstico, al poder ser confundido con otros desórdenes del desarrollo del cerebro.
Saber diagnosticarlo a tiempo es la clave a la hora de poder abordarlo, con el fin de que esos niños puedan alcanzar el máximo de sus capacidades. Precisamente, en esta línea trabajan en Ávila expertos de la Escuela de Educación de la Universidad de Salamanca de Ávila y del Grupo de Investigación sobre Autismo y Dificultades de Aprendizaje de la Universidad de Valencia, encabezado por el también responsable de la Asociación Autismo de Ávila, Gerardo Herrera. Él, junto a la profesora Isabel Valdunquillo, perteneciente al Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Salamanca, trabaja en el que han bautizado como Estudio de Detección de la Prevalencia de los Trastornos del Espectro del Autismo en Ávila.
Características
Lo que pretenden es, ante todo, “conocer la prevalencia exacta del autismo en Ávila” para, así, saber con certeza cuántos niños con autismo hay en la provincia y poder dar una respuesta adecuada. El diagnóstico de la enfermedad es complicado y muchas veces se confunde con discapacidad intelectual. Aquí radica, en opinión de Herrera, el primer hándicap con el que tienen que luchar estos pequeños, ya que dadas las características de su trastorno, precisan que se les apoye centrándose ante todo en las características del autismo.
“En la discapacidad intelectual se da un procesamiento más lento pero similar al de las personas sin ninguna discapacidad, mientras que en el autismo todo se procesa de forma diferente y por lo tanto también aprenden de una forma diferente”, aclara Herrera, que tiene claro que si se aborda el autismo como una simple discapacidad intelectual, los resultados que se obtendrán con esos niños serán muy limitados. “Por eso hay que usar una metodología específica, porque con los mecanismos correctos se pueden obtener resultados en entre tres y seis meses, tal y como demuestran cientos de estudios científicos”, dice esperanzado.
Por todo ello, los profesores de la Universidad de Salamanca y de la Universidad de Valencia se han puesto manos a la obra en los colegios y centros de atención primaria abulenses para tratar de detectar posibles casos de autismo en Ávila. “Nunca es tarde para detectarlo”, dice Herrera, “aunque el límite por debajo está en los 18 meses, ya que no existen pruebas para detectarlo antes, ahora se está investigando en ese sentido”.
El estudio que se está llevando a cabo en Ávila parte de tres encuestas diferenciadas, en función de la edad del niño, y que están dirigidas a sus padres. La primera de ellas se centra en los niños de entre 18 y 36 meses. Se trata del Cuestionario del Desarrollo Comunicativo y Social en la Infancia M-CHAT/ES, en el que se plantea a los padres preguntas como si el niño disfruta con acciones tan cotidianas como el caballito en las piernas de sus padres, si es demasiado sensible a determinados ruidos o si suele mirar a los ojos.
Por otra parte la Escala Autónoma para la Detección del Síndrome de Asperger y el Autismo de Alto Nivel de Funcionamiento, llamada así al haberse desarrollado en la Universidad Autónoma de Madrid y al rellenarse de forma autónoma por los padres, estudia a los niños de Educación Primaria e Infantil. En este caso los padres deben reflexionar sobre aspectos como la conversación del niño, su facilidad o no para entender situaciones ficticias o su capacidad de iniciativa.
Interacción
Y por último, el estudio CAST, desarrollado en Cambridge y adaptado en Salamanca, se dirige a niños de entre cinco y once años y estudia, entre otros aspectos, la lectura del niño, su interacción con otros pequeños o su afición por el deporte.
Una vez recogidos todos los resultados, los profesores encargados del estudio calculan que a partir del próximo mes de septiembre podrán detectar posibles casos de riesgo de autismo para así, pasar a los siguientes niveles de cribado hasta llegar al diagnóstico y, por fin, a la intervención educativa especializada. Este estudio recibe el apoyo de la Fundación Once, del Real Patronato sobre Discapacidad, de la Dirección Provincial de Educación de Ávila y del Servicio de Pediatría de Sacyl en Ávila, a quienes los investigadores agradecen su colaboración.
Una treintena de diagnósticos frente a 1.000 casos estimados |
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El especialista Gerardo Herrera explica que, a pesar de que en Ávila ya hay diagnosticados 30 pequeños, la cifra debería estar en los 1.000, al menos si se hace caso de las estadísticas, que aseguran que la media de afectados es de uno entre cada 166 personas. Así, la gran mayoría de los casos están aún por ser detectados y la tarea no es fácil.“El autismo, a diferencia de otros trastornos del desarrollo, no tiene signos físicos que lo delaten”, comienza a explicar su estudio Herrera, “y esto hace que se retrase el momento de darse cuenta de que está ahí, de que aparezcan las primeras sospechas”. De hecho, según él, “la mitad de los niños con autismo tienen inteligencia conservada”, lo que puede hacer que vayan pasando incluso de curso sin que nadie llegue a darse cuenta de su problema.“ La otra mitad de ellos suele tener además lo que hoy se denomina discapacidad intelectual, que se distingue antes”, refuerza su teoría, “pero a veces el diagnóstico se queda en esa discapacidad intelectual y esto hace que no se les dé el apoyo adecuado”. |