"Los laboratorios antidopaje han avanzado más en 20 años que en los 100 anteriores"
Antonio Martín/DICYT De repente, un sobresalto. Un deportista acaba de ser cazado en un control antidopaje. Aficionado decepcionado, ídolo caído, patrocinadores recelosos. Una pauta repetida cada cierto tiempo. Tanto que "la historia del dopaje es tan antigua como la del mismo ser humano", reconoce Antonio Ramos Gordillo, profesor de Actividad Física para la Salud de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y presidente de la Comisión Antidopaje de Canarias. Los griegos y romanos ya usaban hidromiel y drogas tonificantes en los antiguos Juegos Olímpicos o en el circo. El primer caso de dopaje en una competición deportiva contemporánea se dio entre nadadores que trataban de atravesar el canal de Ámsterdam en 1865. Estrictina, anfetaminas, esteriodes. Cada época ha tenido su substancia dopante. "Y la última en llegar es el Sestide, la EPO mimética", advierte Carlos Arribas, periodista deportivo especializado en la materia, que visitó hoy León en el ciclo de conferencias de actualidad científica y cultural de la Universidad de León y la Fundación Carolina Rodríguez.
"El Sestide, o Supravalent Erythropoiesis Stimulating Peptide, tiene una ventaja para los tramposos respecto a anteriores versiones de la EPO. Los laboratorios antidopaje aún no la pueden detectar", explica a DiCYT el especialista. Por eso, Arribas, que cubre para el diario El País eventos deportivos como el Tour de Francia o los campeonatos del Mundo de Atletismo, sospecha que se viene utilizando desde el Mundial de Berlín, celebrado en agosto de 2009, en el ámbito de deportes o disciplinas de resistencia. Otra substancia en voga es "la hormona del crecimiento", conocida en ámbitos científicos como somatotropina y que, en su forma sintética, se administra de forma clínica para paliar desórdenes asociados a su déficit en el organismo.
En cierta manera, el dopaje y el antidopaje compiten en una carrera en la que los tramposos siempre van por delante. "Los laboratorios antidopaje tardan en identificar las nuevas substancias dopantes entre seis meses y un año. Sin embargo, los organismos implicados en la detección no lo anuncian el público. Sabremos que ha ocurrido cuando se conozca el primer caso de un deportista que ha sido cazado en un control antidopaje por una de estas nuevas substancias", explica Arribas. Los tramposos, ya se sabe, participan en esta particular competición dopados: "Cuentan a su favor con que la investigación médica avanza de forma considerable. Existen sospechas de que laboratorios con pocos escrúpulos derivan parte de sus productos de última generación o en desarrollo al mercado negro. Necesitan valorar si sus fármacos tienen los efectos deseados y acuden al ámbito deportivo. De alguna manera, utilizan a los deportistas como cobayas". Los laboratorios que abastecen a este mercado negro se encuentran, según relata, en Estados Unidos y Europa, donde más avanzada está la investigación médica.
Además de estas nuevas substancias, existen además variaciones de drogas clásicas. "El laboratorio que fabricaba la EPO [eritroproyetina, hormona que permite una mayor producción de eritrocitos o glóbulos rojos y que, por esta circunstancia, mejora la resistencia al ejercicio físico] perdió los derechos que protegían su exclusividad. Esta circunstancia abrió la puerta a que diferentes países comenzaran a producir su propia EPO con pequeñas variaciones en sus moléculas", relata el informador. La EPO, detectada desde hace años por los laboratorios antidopaje, regresa de este modo a la competición deportiva. "Por ese motivo, se sigue detectando: algunos deportistas se arriesgan al uso de estas variaciones de la EPO original y algunas se detectan y otras aún no". Arribas considera por ello que los casos de positivos suponen un indicativo de la contaminación de una competición, disciplina o deporte: "Son la punta del iceberg, se considera que existe un porcentaje de casos no detectados por cada deportista cazado".
Lucha antidopaje
Un siglo después de que aquellos nadadores que atravesaban a nado las frías aguas de la Venecia del Norte, el COI (Comité Olímpico Internacional) decidió crear su comisión médica. Fue a cargo del príncipe belga Alexandre de Merode en 1987 y siete años después de que el ciclista danés Kurt Enemar Knud Jensen falleciera en el transcurso de los Juegos de Roma tras ingerir un cóctel de anfetaminas
y vasodilatadores, una muerte que consternó al a familia olímpica. La heredera de ese comité, la Agencia Mundial Antidopaje, posee una capacidad de reacción más vigorosa, considera Arribas: "En los últimos 20 años, los laboratorios han avanzado más que en los cien anteriores". No sólo han mejorado los procedimientos científicos, también los sistemas de seguimiento: "Ahora los controles son más dirigidos hacia los deportistas sospechosos". Por este motivo, son los deportes y disciplinas de fuerza (velocidad y lanzamiento en atletismo, halterofilia) donde se encuentran más positivos, explica, "aunque no llegan a la opinión pública porque son deportistas reconocidos".
Paralelamente, a la mejora en la lucha antidopaje se ha producido un cambio de percepción del uso de este tipo de substancias. "Antes de la Operación Puerto [que supuso en mayo de 2006 la desarticulación de una red de dopaje organizada que incluía a atletas, ciclistas, futbolistas y tenistas], la sociedad española veía con cierto cariño las prácticas dopantes. En la actualidad, la percepción hacia estas prácticas ha cambiado y es censurada". Este cambio en la sociedad ha permitido que cale el mensaje ético entre los deportistas. "El deportista ahora tiene cabeza y es consciente de que el dopaje puede causar un daño a su organismo y es un acto éticamente reprobado", añade el experto.