Un proyecto de investigación busca un método no invasivo para detectar glucosa en la sangre
José Pichel Andrés/DICYT La posibilidad de que un diabético sepa en cada momento su nivel de azúcar en la sangre cambiaría la vida diaria de los millones de personas que sufren esta enfermedad, cuya prevalencia va en aumento en los últimos años. Sobre esta idea trabaja la empresa Rus Medical Technology, con sede en Salamanca y en Madrid, en colaboración con otras compañías e instituciones. El objetivo es encontrar un método no invasivo que permita detectar un metabolito sanguíneo sin necesidad de realizar una incisión ni un pinchazo para extraer sangre. En este caso, se trata de localizar la glucosa, pero la puesta a punto de la técnica podría servir en un futuro para medir colesterol o ácido láctico, por ejemplo.
Para monitorear en todo momento el nivel de glucosa es necesario desarrollar un aparato portátil relativamente sencillo, así que los responsables del proyecto están pensando en un dispositivo similar a un anillo, que rodee el dedo y cuya medición pueda verse en algún tipo de pantalla, por ejemplo, un reloj. En realidad el concepto no es nuevo, ya que la primera patente de un monitor de glucosa no invasivo es de hace más de 30 años. Sin embargo, la prueba de que no está funcionando es que no se ha comercializado, según Valentín Cano Ródenas, director general de Rus.
De hecho, conseguir una fórmula tan sencilla para el paciente como portar un anillo y mirar una pantalla la medición supone un enorme desafío tecnológico. El sistema estaría basado en la espectroscopia, una técnica que consiste en emitir un pulso de luz para ver cómo se relaciona con la materia que atraviesa y así determinar sus componentes. En este caso, el anillo llevaría un emisor a un lado y un receptor de la señal al otro.
Superar tres problemas
Si una idea como ésta no ha salido adelante hasta ahora es porque ha chocado con tres problemas: conseguir la adecuada detección de las moléculas orgánicas, amplificar el resultado de dicha detección para que sea fiable y calibrar factores biológicos que pueden distorsionar el resultado.“En las moléculas orgánicas se puede encontrar un perfil de absorción que depende de la frecuencia con la que se emita la señal. La idea era hacer una emisión de una luz o un pulso con una determinada longitud de onda que detectase la glucosa y la identificara”, indican los responsables en declaraciones a DiCYT. Sin embargo, “el pico de absorción de la glucosa (carbono, hidrógeno y oxígeno) se confunde con el agua (hidrógeno y oxígeno), de manera que se ve un pequeño pico cubierto de agua”.
En segundo lugar, si se supera ese problema y se identifica ese pico, es demasiado pequeño, con lo cual hace falta amplificar la señal, y “con las técnicas actuales, cuando amplificas la señal también estás amplificando el ruido”.
El último de los problemas es que los avances en este campo sólo sirven para una persona tras estudiar sus características biológicas particulares. “Como la luz atraviesa la piel, la medición depende de factores como la grasa, la queratina o el color”, explican.Los investigadores se han propuesto solucionar los tres problemas para realizar un prototipo. “El problema de la espectroscopia es menor, se trata de encontrar la longitud de onda adecuada probando con muchos modelos y concentraciones de distintos metabolitos hasta encontrar los perfiles adecuados”, apuntan.
En cuanto a la amplificación de la señal, Rus Medical ha comprado la tecnología OTDM de amplificación de señales, que se usa, por ejemplo, en ADSL y radares. Cuando llega una serie de longitudes de onda, las filtra y se queda con las interesantes para el proyecto. Si de todo el espectro sólo interesa una longitud para la glucosa, quita todas las demás, de manera que se elimina el problema del “ruido”, información accesoria.
El calibrador
Más complicado es hallar un sistema para calibrar los parámetros normales de cada individuo, sobre todo porque el objetivo es identificarlos automáticamente y “decirle al sistema, por ejemplo, que si una persona es de raza negra, hay que multiplicar el valor que salga por una cifra determinada”. Para ello, se utilizará un calibrador fisiológico construido y patentado por los responsables del proyecto que podría incluirse en el propio anillo y que tiene en cuenta hasta 17 parámetros, entre los que están hidratación, temperatura, pH o tensión.
“Creemos que hemos resuelto los grandes escollos y estamos en proceso de ensamblar un equipo que, de momento, es grande y caro, pero que en un año podría transformarse en barato, pequeño, portátil y de sencillo manejo, que permita la lectura en tiempo real con una diminuta pila que permita llevarlo puesto”, añaden.
La razón de tanto optimismo en cuanto a su desarrollo inmediato es que al espectroscopia es una técnica validada en muchos campos, por lo que no presenta problemas a la hora de realizar experimentos. Hasta ahora, los científicos ya han conseguido con luz in vitro medir glucosa a distintas concentraciones. Después, realizarán pruebas en vivo con animales gracias a la colaboración del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) y, posteriormente, con humanos. “Es una prueba sencilla, consiste en poner el dedo dos segundos”, indican.
Con la empresa vallisoletana Luxintec
En todo el proyecto colaboran también varias universidades, centros de investigación y la empresa vallisoletana Luxintec. La Junta de Castilla y León y el Centro para el Desarrollo Tecnológico e Industrial (CDTI) del Ministerio de Ciencia e Innovación financian el proyecto con más de 700.000 euros más una partida especial para las patentes que puedan surgir de esta iniciativa.
Para el futuro, la idea es que haya varios equipos. Uno de ellos estaría destinado a hospitales, meticuloso y grande, en el que haya que meter la mano entera; otro puede ser para farmacias; y, finalmente, el dispositivo más innovador sería el anillo, compuesto por un emisor y un receptor y que mande la señal a un reloj o a cualquier otra pantalla. De hecho, hay que tener en cuenta el desarrollo de la telemedicina, con la posibilidad de mandar los datos en tiempo real a un médico de referencia que reciba un aviso ante una bajada de glucosa alarmante, por ejemplo, en un niño que haga ejercicio.
La epidemia del siglo XXI |
|
La diabetes mellitus es un grupo de transtornos metabólicos caracterizados por la hiperglucemia, es decir, un aumento en la concentración de glucosa en el plasma sanguíneo que resultanta de los defectos de la secreción de insulina, en la acción de la propia insulina o de ambas circunstancias.
Cuando la concentración de azúcar en la sangre es baja, el páncreas libera glucagón, que estimula la degradación de glucógeno y la salida de glucosa del hígado. Cuando la concentración de azúcar en la sangre es elevada, el páncreas libera insulina, que disminuye la glucosa del torrente sanguíneo incrementando su absorción por las células y promoviendo su conversión en glucógeno. Por eso, la insulina es un tratamiento fundamental para los diabéticos.
En la diabetes tipo 1 (autoinmune) no se produce insulina, por lo que la glucosa no entra en las células. En la tipo 2, los receptores de las células se hacen resistentes a la insulina, prohibiendo la entrada de glucosa; también puede darse si el cuerpo no fabrica insulina suficiente y se caracteriza por altos niveles de glucosa.Los casos de hiperglucemia e hipoglucemia pueden llevar a ser relativamente graves, en casos extremos un niño puede entrar incluso en coma. Unos dos millones y medio de personas padecen diabetes en España, lo que supone un 6% de la población. Además, sólo la mitad tiene conocimiento de padecer dicha enfermedad. Del total de diabéticos, el 90% son del tipo 2, siendo del tipo 1 el restante 10%.
Sin embargo, los hábitos de vida de los últimos años están haciendo que la cifra se incremente de forma espectacular y algunas previsiones indican que en los próximos 10 años se alcanzarán los tres millones de afectados, un crecimiento que se repite en todo el mundo: de 135 millones de casos se pasará a más de 300 en 2025.
La situación es incluso más grave en los países en desarrollo. Así, en la última década, continentes como África y Asia han incrementado el número de casos en torno al 50% o más.En este contexto, cualquier avance en el diagnóstico, tratamiento y control de la enfermedad se convierte en trascendental.
|