Tecnología España , Valladolid, Miércoles, 10 de marzo de 2010 a las 11:50

Desarrollan una nariz y lengua electrónicas capaces de analizar de alimentos

Investigadores del Grupo de Física y Química del Estado Sólido han completado estos sistemas con un “ojo” para formar un panel de cata de vinos electrónico

Cristina G. Pedraz/DICYT El Grupo de Física y Química del Estado Sólido de la Universidad de Valladolid trabaja en el desarrollo de sensores con aplicación en la industria alimentaria. Con ellos han creado una nariz y lengua electrónicas capaces de analizar productos como aceite, azafrán o pescado, de manera que pueden realizar controles de calidad y trazabilidad de forma automática. Incluso, han combinado estos sistemas con un “ojo” para formar un panel de cata de vinos electrónico, con el que han completado con éxito proyectos de colaboración con empresas del sector vitivinícola de la región.

 

Estos sistemas, que forman parte del Catálogo de Tecnología Transferible de la Universidad de Valladolid enmarcado en el proyecto T-CUE (Transferencia de Conocimiento Universidad-Empresa.), repiten siempre el mismo esquema de funcionamiento, según precisa María Luz Rodríguez, investigadora del grupo encargada de esta línea. “Se basan en material sensible que reacciona, cambia una propiedad que se puede medir y que es proporcional a la concentración de la sustancia que se tiene ahí”.

 

El grupo comenzó realizando ciencia básica sobre estos sensores, una línea que mantienen en la actualidad para conocer mejor cómo funcionan y así crear nuevos y mejorares dispositivos. Se trata de superficies formadas por moléculas nanoestructuradas que, en un primer momento, se aplicaron a la detección de gases con interés industrial, como el contaminante óxido de nitrógeno. Posteriormente desarrollaron una nariz electrónica, un sistema que trata de funcionar como una nariz humana.

 

“En la nariz tenemos una serie de receptores que, cuando llegan los volátiles, reaccionan y mandan una señal al cerebro”, recuerda la investigadora, quien señala que en el caso de la nariz electrónica la red de sensores está acoplada a un software de reconocimiento de patrones. En el caso del vino, se “entrena” al sistema informático con la detección de múltiples variedades para que, cuando procese uno “desconocido”, sea capaz de determinar su composición. En este sentido, han llevado a cabo diversos proyectos con bodegas de la región, como Matarromera o Valsardo.

 

Tras este desarrollo, se plantearon introducir los sensores en el líquido y diseñar la que denominan “lengua electrónica”. “La idea es la misma, tener un sustrato sobre el que depositar un material que es el que va a reaccionar. Cuando lo metes en un líquido si hay polifenoles o sulfitos, por ejemplo, reaccionan con el material y éste cambia una propiedad que puedes medir, como el color”, detalla. Se trata, en este caso, de medidas electroquímicas. “Introducimos un material electrodo que se oxida, pero los antioxidantes que contiene el vino lo evitan, de modo que cuantos más hay en el vino, más evitan que se oxide, y con esa señal obtenemos información”.

 

Ojo electrónico

 

Finalmente, decidieron completar el panel de cata con un ojo electrónico basado en espectroscopia. Un haz de luz atraviesa la muestra y un detector entrega información sobre las longitudes de onda que ha absorbido, información con la que se calculan las coordenadas Cielab. Cada color tiene unos valores, de modo que puede definirse exactamente el color del vino y su brillo.

 

En la actualidad, el grupo utiliza el panel de cata en un proyecto de investigación que busca detectar aquellos vinos que, en vez de en barrica, han sido criados en tanques con virutas de madera, algo que es difícil de distinguir analíticamente en la actualidad.

 

La Escuela de Materiales Moleculares de Peñafiel, todo un “éxito”
Hace unos días, Peñafiel acogió la XI Escuela de Materiales Moleculares, que por primera vez se celebraba en Valladolid. María Luz Rodríguez fue la encargada de coordinar el evento, que congregó a cerca de 38 profesores y 50 alumnos aventajados de todo el país, seis de ellos procedentes de Iberoamérica. Durante seis días, los expertos en nanomateriales y nanociencia expusieron por la mañana sus avances y en la tarde los jóvenes investigadores vivieron sus primeras experiencias en la presentación de trabajos en público. Asimismo, los participantes pudieron disfrutar de una visita guiada por la localidad y de una cata. “El Ayuntamiento de Peñafiel se ha volcado con nosotros”, asegura la coordinadora.

 

El objetivo de la Escuela, que se celebra desde los años 90, es fomentar los contactos y crear “espíritu de grupo”. De hecho, “muchos de los que empezaron la Escuela como alumnos ya son profesores y se está formando un tejido de innovación en materiales muy importante”. En este campo, subraya, España tiene un gran nivel a escala internacional y es capaz “de competir con cualquier país”.