Científicos de la Universidad Nacional de Colombia demuestran que la miel ayuda a cicatrizar heridas
UN/DICYT Análisis antimicrobianos de la miel producida en Colombia demuestran que tiene un alto potencial para inhibir bacterias en heridas y quemaduras y las ayuda a cicatrizar. Al meter los dedos en lo profundo de la herida, Mili se da cuenta de que va mejorando, ya no siente el hueso, y el hoyo que hay bajo la piel de la nalga por la pérdida de tejido es menos grande que la semana anterior. Andrés, su paciente de 13 años, está tranquilo, mira esa enorme úlcera abierta en su glúteo y piensa que es afortunado de no sentirla.
Una deformación de nacimiento conocida como mielomelingocele, un tipo común de espina bífida, que impide que la columna vertebral y el conducto raquídeo se cierren antes del nacimiento, lo dejó sin sensibilidad del ombligo para abajo. Si no fuera así, la inspección de la enfermera Mili Moreno sería insoportable.
Se trata de una herida crónica, que afectó todas las capas de la piel, el músculo y el hueso. Andrés lleva ocho meses con esta úlcera que alcanzó 7 cm y se originó al estar sentado y siempre ejerciendo presión sobre esa zona de su cuerpo.
Mili está satisfecha, la herida no ha cerrado pero no tiene infección y Andrés está ganando tejido. Tras la inspección procede a aplicarle miel a la herida. ¿Miel? Sí. Ella, junto a otras dos colegas, Carol Serna y Ángela Mariño, iniciaron un estudio de observación que les permitió corroborar en la práctica (evaluando indicadores de infección como olor, enrojecimiento y secreción purulenta o sanguínea) que la miel tiene potencial para tratar heridas crónicas por presión, como la de Andrés, entre otras.
No se trata de un experimento incauto, el trabajo minucioso del Grupo de Investigación en Ciencia y Tecnología Apícola (AYNI), de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la Universidad Nacional, respalda esta práctica de antaño. “Seguramente mucha gente de manera tradicional la usa, pero es necesario que este tipo de conocimientos empíricos se estudien para evidenciar su efectividad a la luz de la ciencia y la investigación”, afirma la enfermera Carol Serna.
Más que dulce
La zootecnista Viviana Gamboa, quien hace parte del grupo AYNI, confirma que la efectividad antimicrobiana de la miel tiene una explicación científica.
Esta sustancia tiene dos compuestos: el peróxido de hidrógeno y otros denominados no peróxidos. El primero es un producto que surge de la mezcla de los azúcares que contiene el néctar que recoge la abeja y unas enzimas que hay dentro de ella.
“Es un producto fuerte que se asemeja al agua oxigenada. Su reacción efervescente, una vez actúa, se acaba rápido. Adicionalmente, su poder puede ser inhibido por las catalasas, enzimas que están en algunas bacterias y también se encuentran en la piel de los humanos”, explica Gamboa.
El carácter fugaz del peróxido y su susceptibilidad a las catalasas llevó a las investigadoras de la UN a evaluar la capacidad antibacteriana de los compuestos no peróxidos, que son los que permanecen en la miel por largo tiempo.
Dentro de estos se analizaron la acidez de la miel –que no es una condición adecuada para ciertas bacterias– y la baja actividad de agua debido a la concentración de azúcares.
”Las bacterias tienen una membrana que les permite de manera constante intercambiar nutrientes y mantener su nivel de agua interior. Al poner un fluido tan viscoso como la miel, ese mecanismo se interrumpe y la bacteria se deshidrata”, afirma Gamboa.
También se estudiaron los compuestos fitoquímicos, que contienen fenoles y absorben radicales libres, tóxicos dentro del tejido.
Estos compuestos hacen de la miel un elemento viable para combatir bacterias, pero ¿cuáles y con qué potencia las combate? Las investigaciones de la zootecnista se enfilaron en la búsqueda de estas respuestas.
El terror de las bacterias
Un estudio previo realizado por la profesora Judith Figueroa, microbióloga y líder del programa de investigación en Cualificación de Productos de la Colmena, hizo un recuento microbiológico de mieles provenientes de Cundinamarca, Boyacá, Santander y Magdalena, regiones que poseen la miel de mejor calidad en el país, pues tienen una carga de patógenos muy baja o nula.
Viviana hizo un segundo análisis, esta vez antimicrobiano, con miras a determinar el potencial de la miel para atacar microorganismos de importancia, es decir, que hubieran sido evaluados internacionalmente frente a antibióticos convencionales.
Escogió seis bacterias: E. coli, causante de enfermedades intestinales; Klebsiella pneumoniae, que ataca tejidos blandos y causa enfermedades respiratorias; Salmonella enterica, de fácil adherencia al tejido pulmonar; Bacillus subtilis, contaminante de los alimentos; Micrococcus luteus, que se encuentra en el sudor y tiene una vasta referencia internacional con antibióticos, y Staphylococcus aureus, un dolor de cabeza por causar infecciones intrahospitalarias.
Gamboa procedió a diluir las mieles desde el 80% –pues múltiples análisis reportan que la concentración de azúcares de la miel es en ese porcentaje– hasta alcanzar una acumulación del 2%. “Luego, pusimos en todas las diluciones la misma cantidad de microorganismos y los llevamos a incubar a través de un procedimiento microbiológico llamado Rayado sobre el Lagar”, explicó la investigadora.
“Evidenciamos que ningún microorganismo sobrevivió, incluso en los porcentajes de dilución más bajos. Esto demostró que la miel tiene un muy buen potencial para inhibir microorganismos sin importar su concentración”, afirmó la investigadora.
Adicionalmente, hizo las mismas pruebas evaluando la efectividad inhibidora de los compuestos no peróxidos. “Si se le quitara el peróxido a la miel, conservaría su actividad antimicrobiana pero diluida hasta el 50%, lo que sigue siendo un potencial amplio”, señaló la zootecnista.
Del laboratorio a las heridas
Carol, Mili y Ángela trabajan actualmente con una mezcla de las mieles que demostraron tener la capacidad más fuerte para matar bacterias incluso en bajas concentraciones. El Hospital La Misericordia de Bogotá les dio acceso a cinco pacientes, dos con úlceras crónicas por presión, como la de Andrés, y los otros con quemaduras.
“Los resultados fueron exitosos desde las primeras aplicaciones y son promisorios confrontándolos con los indicadores de infección. Para nosotros es una nueva alternativa, porque curar una herida de manera convencional es caro, se necesitan al menos cuatro productos diferentes. En este trabajo encontramos pacientes que no cuentan con recursos suficientes para iniciar un tratamiento costoso. Además, hay hospitales donde los recursos son limitados. Con un paciente hicimos la prueba y concluimos que se puede ahorrar hasta el 50% del costo, cerrando una herida con la miel”, concluyeron las enfermeras.