Los homínidos prehistóricos podían modificar huesos con los dientes sin ayuda de ninguna herramienta
CGP/DICYT Un problema con el que se enfrentan con frecuencia quienes investigan sobre restos arqueopaleontológicos es la dificultad para dilucidar la autoría de las marcas realizadas con los dientes ya que hay agentes que producen señales iguales o similares a la de los homínidos. Con el fin de contribuir a solucionar el problema, se ha realizado un estudio experimental basado en 200 huesos modernos aplicando los resultados a los fósiles descubiertos en los yacimientos de Atapuerca. Entre las conclusiones destaca la gran capacidad de los homínidos para modificar los huesos sin necesidad de utilizar herramientas líticas, y la gran similitud de las mordeduras realizadas por humanos con las producidas por algunos carnívoros.
Así lo recoge el artículo titulado Range of bone modifications by human chewing (El alcance de las modificaciones óseas producidas por las mordeduras humanas) publicado recientemente en la revista Journal of Archaeological Sciences, que encabeza como firmante principal la investigadora del IPHES (Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social) Palmira Saladié.
Para llegar a dichas conclusiones se ha efectuado un estudio comparativo entre las marcas de dientes observadas en huesos descubiertos en Atapuerca, concretamente en los niveles TD6 (800.000 años de antigüedad) y TD10 de la Gran Dolina (350.000 años), y el MIR4 de la Cueva del Mirador (4.000), con mordeduras humanas realizadas experimentalmente y que contó con la participación de alumnado del Máster en Arqueología del Cuaternario y Evolución Humana que se imparte en la URV (Universidad Rovira i Virgili de Tarragona).
En los conjuntos arqueológicos cuando han actuado varios agentes (carnívoros grandes, pequeños, homininos) puede existir un volumen importante de marcas de dientes de las que no se pueda discriminar quien las ha producido. Sin embargo, los carnívoros tienen dientes secodontos (con cúspides cónicas y puntiagudas) y los homininos bunodontos (con múltiples coronas bajas y redondeadas). Estas diferencias morfológicas se trasladan a las marcas producidas por los dientes, lo que ha posibilitado establecer un modelo conformado por criterios morfológicos para identificar las marcas de dientes (tooth marks) humanos.
Tradicionalmente, éstas han sido atribuidas a una autoría no humana, generalmente carnívoros, pero también a otros animales omnívoros o roedores. “Sin embargo, trabajos anteriores de tipo experimental y también de base etnoarqueológica habían constatado que los humanos pueden realizar numerosas modificaciones (tipos de mordeduras) que quedan registradas sobre los huesos durante la masticación”, explica Palmira Saladié.
“En nuestro estudio experimental –añade- hemos podido evidenciar que el rango de modificaciones es más amplio de lo que se pensaba”. Así se ha visto que las mordeduras producidas por los sujetos sobre huesos de cerdos, ovejas y conejos incluyen tipos conocidos en la terminología tafonómica como furrowing (pérdidas de tejido), scooping-out (vaciados), crenulated and saw-toothed edges (bordes crenulados y aserrados), longitudinal crackers (fisuras longitudinales), crushing (aplastamientos), peeling (fracturas por flexión) and tooth marks (depresiones, improntas y surcos), en cambio, hasta ahora sólo se tenía constancia de algunas de ellas, con lo que se amplía el repertorio y se constata la gran capacidad de los homínidos para producir modificaciones sin el uso de herramientas.
Importancia de la identificación de marcas
El interés en la identificación de marcas de dientes humanos se encuentra principalmente en tres líneas de investigación: la observación de la participación de los homínidos (con y sin tecnología) en la formación de conjuntos óseos de animales; la identificación de canibalismo (ya que la prueba más fiable para la inferencia de consumo de los cuerpos es la presencia de mordeduras) y la resolución de los posibles problemas que se pueden derivar de inferir que hayan sido otros animales los que han producido las señales en los huesos.
Las morfologías y dimensiones de algunos tipos de mordeduras como las depresiones y los surcos fueron estudiadas mediante microscopía electrónica y tratadas estadísticamente. Con el fin de obtener modelos que sirvan de base interpretativa a la hora de estudiar materiales arqueológicos, los experimentos se realizaron con sesiones de consumo de carne cruda, cocida y asada por parte de investigadores y del alumnado antes mencionado, según la información del IPHES recogida por DiCYT.
“La combinación del tipo de modificaciones y algunas de las características morfológicas nos han permitido establecer analogías con mordeduras presentes en distintos materiales arqueológicos de yacimientos Holocenos y Pleistocenos de la Sierra de Atapuerca”, afirma Palmira Saladié. “En este trabajo hemos encontrado claros paralelos entre las mordeduras humanas realizadas experimentalmente y otras localizadas en los yacimientos antes mencionados. Gracias a ello se ha podido establecer un patrón de las modificaciones efectuadas con la dentición de los homininos sin el uso de herramientas”, asevera la misma investigadora.