Salud Brasil S茫o Paulo, S茫o Paulo, Martes, 27 de abril de 2021 a las 16:04
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Dosis altas de vitamina D no mejoran la evoluci贸n de los pacientes con COVID-19 moderado o grave

Esta conclusi贸n es el resultado de un ensayo cl铆nico realizado en Brasil, con 240 voluntarios que recibieron suplementaci贸n de 200.000 unidades de vitamina D3 al momento de ingresar al hospital

AGENCIA FAPESP/DICYT – ¿Una alta dosis de vitamina D administrada al momento de la internación hospitalaria podría mejorar la evolución de los pacientes con COVID-19 moderado o grave? De acuerdo con un estudio brasileño publicado en el Journal of the American Medical Association (JAMA), la respuesta a esta pregunta es no.

 

Se trata de un ensayo clínico aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo –un modelo al que se considera como el patrón oro para la evaluación de la eficacia de los medicamentos– realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), en Brasil, con el apoyo de la FAPESP - Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo. Participaron 240 pacientes atendidos en el Hospital de Clínicas (HC) de la FM-USP y en el Hospital de Campaña del Parque Ibirapuera, en la ciudad de São Paulo, entre junio y agosto de 2020.

 

“Estudios anteriores in vitro o con animales habían mostrado que la vitamina D y sus metabolitos, en determinadas situaciones, pueden tener un efecto antiinflamatorio, antimicrobiano y modulador de la respuesta inmune. Decidimos entonces investigar si una dosis alta de esta sustancia podría tener un efecto protector en el contexto de una infección viral aguda, ya sea disminuyendo la inflamación o haciendo lo propio con la carga viral”, comenta la investigadora Rosa Pereira, coordinadora del proyecto.

 

Los voluntarios quedaron divididos aleatoriamente en dos grupos: una parte recibió una sola dosis de 200 mil unidades (UI) de vitamina D3 diluida en aceite de maní, en tanto que los restantes tomaron solamente aceite de maní. Todos los participantes fueron tratados aplicando el protocolo hospitalario estándar, que comprende la administración de antibióticos y antiinflamatorios.

 

El principal objetivo consistió en evaluar si la suplementación aguda tendría algún impacto sobre el tiempo de internación de los enfermos, pero también se apuntó a analizar si se lograría disminuir el riesgo de internación en Unidades de Terapia Intensiva (UTI), intubación y muerte.

 

Para ninguno de los desenlaces clínicos analizados se registró una diferencia significativa entre los grupos. Pereira remarca que el ensayo se diseñó con miras a evaluar fundamentalmente el impacto en el tiempo de internación, y que, para medir el efecto sobre la mortalidad de manera adecuada, sería necesario contar con una cantidad mayor de voluntarios.

 

“Por el momento, lo que podemos decir es que no existe una recomendación para prescribirles vitamina D a los pacientes que llegan a los hospitales con la forma grave de la COVID-19”, afirma la investigadora.

 

A juicio de Bruno Gualano, investigador de la FM-USP y coautor del artículo, estos hallazgos demuestran que por ahora no existe una “bala de plata” para el tratamiento del COVID-19. “Así y todo, esto no significa que el uso continuo de vitamina D no pueda ejercer alguna acción beneficiosa”, afirma.

 

La dosis ideal

 

Actualmente, Pereira coordina en la FM-USP un estudio cuyo objetivo consiste en evaluar si las personas con niveles suficientes de vitamina D en el torrente sanguíneo enfrentan mejor la infección que causa el SARS-CoV-2 que quienes cuentan con niveles insuficientes de este nutriente.

 

De acuerdo con la investigadora, el nivel ideal de vitamina D en la sangre y la dosis diaria que debe suplementarse varía de acuerdo con la edad y con las condiciones de salud de cada persona. Los ancianos y los pacientes con enfermedades crónicas, entre ellas la osteoporosis, deben tener valores circulantes en sangre superiores a los 30 nanogramos por mililitro de sangre (ng/mL). En tanto, para los adultos sanos, los valores superiores a 20 ng/mL serían aceptables.

 

“Lo ideal es analizar caso por caso y de ser necesario dosificar periódicamente la sustancia mediante análisis de sangre. Y llegado el caso, reponer lo que falta”, orienta.