Salud España Valladolid, Valladolid, Martes, 24 de febrero de 2004 a las 14:29

Científicos de la Universidad de Valladolid utilizan el saúco palentino como parte fundamental de un medicamento contra el cáncer

El equipo dirigido por Tomás Girbés deberá contrastar su uso en seres humanos para proponer su producción

Beatriz G. Amandi/DICYT  Desde el año 1990, un equipo de la Universidad de Valladolid encabezado por el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular Tomás Girbés, está trabajando en un tipo de proteína útil para la lucha contra el cáncer. En concreto, para la construcción de inmunotoxinas o misiles biológicos, que son fármacos contra las células cancerosas que van dirigidos únicamente a las células enfermas sin afectar al entorno.

Este fármaco ha sido desarrollado a partir de numerosos análisis en diferentes plantas, la gran mayoría de carácter arbustivo. Sin embargo, la proteína buscada apareció finalmente en un árbol del que Castilla y León tiene una representación importante: el saúco, y más en concreto en dos especies que se dan en Cobos del Cerrato, en la provincia de Palencia: el Sambucus Nigra y el Sambucus Ebulus.

 

Hasta el momento, el fármaco ha sido probado en ratones, a los cuales se les ha inyectado la toxina con la finalidad de terminar con un cáncer que se les había desarrollado previamente. En estos casos, las cobayas eliminaban el tumor completamente y, en su lugar, quedaba una llaga de enormes dimensiones, provocada por los efectos del medicamento. Esta llaga, en humanos, tan sólo requeriría de los cuidados habituales de carácter dermatológico para conseguir su curación y cicatrización. Este punto, sin embargo, no ha sido comprobado, puesto que ya forma parte del desarrollo del resto del estudio por parte de la farmacéutica.

 

Respetar las células sanas

Este nuevo compuesto presenta importantes novedades frente a los tratamientos clásicos de terapias en los casos de cáncer. Así, los tratamientos clásicos comienzan con la extirpación y continúan con tratamientos muy agresivos en los que las toxinas actúan indiscriminadamente en todas las células de la zona afectada. Sin embargo, en el caso del fármaco logrado por estos científicos de la Universidad de Valladolid, la toxina sólo actúa en las células enfermas, dejando sin dañar las células sanas. Esto supone que los tratamientos son mucho más eficaces y menos traumáticos. La clave de la toxina está en que sólo actúa sobre las células enfermas, lo que contribuye a reducir también las cantidades necesarias en el tratamiento.

Las inmunotoxinas, según explica Tomás Girbés, están compuestas por dos partes: una primera que está destinada a servir de guía o transporte, y que se suele hacer a través de anticuerpos, y una segunda que es la toxina que debe actuar en las células enfermas.

En este sentido, el compuesto que se viene utilizando para la lucha contra el cáncer es la ricina, pero es altamente tóxico, también con las zonas que rodean las células enfermas. Los compuestos propuestos por el laboratorio vallisoletano reciben el nombre de nigrina y ebulina, y tienen la característica de que sólo actúan en las células enfermas. Eso supone que si el conductor de la toxina (generalmente un anticuerpo) equivoca su camino y no llega a las células enfermas donde estaba su destino, la toxina actúa de modo inteligente y tampoco estalla, puesto que reconoce que no es una célula enferma. Todo esto hace que las posibilidades de error en los tratamientos sean mucho menores y, por tanto, también reduciría los costes en su aplicación.

Al tratarse de una toxina con características de explosivo, su aplicación sería útil también en otro tipo de enfermedades como el sida, que requieren tratamientos similares en alguna de sus fases.

Según señala Girbés a DICYT, el modelo de aplicación no es nuevo: la novedad es el explosivo y el modo en que se aplica, puesto que han incorporado una técnica novedosa, aunque no originaria de su equipo, en la que se ataca sólo a los vasos sanguíneos para evitar el crecimiento del tumor, como si fuese un árbol al que se le cortan las ramas. Además, con este sistema, se evita tener que aplicar el medicamento en cada una de las células afectadas, puesto que se ataca antes, evitando su desarrollo.

Las dos toxinas se obtienen, según explica Girbés, a partir de un complicado proceso de extracción y purificación de proteínas del árbol, que sirven como base para la elaboración de la toxina.

En estos momentos, el equipo de científicos está buscando una empresa farmacéutica dispuesta a asumir los costes que pueden suponer el desarrollo de un fármaco basado en este principio, y es una labor complicada, puesto que los costes del desarrollo son muy elevados y el tiempo necesario para completar el proceso también.

El primer paso que deben dar para su desarrollo es ponerse de acuerdo con alguno de los titulares de los tres anticuerpos que hay aprobados en España para su aplicación, con el fin de conseguir el transporte adecuado para las toxinas y así construir el medicamento. 


 

Entre 300 y 600 millones de euros

La media habitual para conseguir el desarrollo de un fármaco se cifra en diez años, y las fases por las que debe pasar en cuanto a lo que ensayos clínicos se refiere son cuatro, a los que suelen dedicarse otros tres años más.
La primera de estas fases es en la que se debe comprobar la toxicidad que puede tener en humanos y conocer lo límites tolerables de administración del fármaco. La segunda fase es de comprobación de la tolerancia en relación con la eficacia del mismo. En este tipo de ensayos suelen intervenir entre diez y veinte enfermos.
La tercera fase ya supone una ampliación en el número de aplicaciones muy importante y se realiza en numerosos hospitales de muchos países, con la finalidad de comprobar el resultado del fármaco en diferentes sujetos con diferentes condiciones de vida.
La última fase es la de comercialización del fármaco, que está sujeta a un periodo de fármaco-vigilancia por las autoridades sanitarias para observar los resultados en enfermos concretos que puedan presentar lo que se conoce como casos raros.  

En total, el gasto que debe asumir una farmacéutica para desarrollar los ensayos de un fármaco de este tipo oscilan entre 300 y 600 millones de euros (50.000 y 100.000 millones de pesetas).