Ciencias Sociales España , Burgos, Martes, 26 de enero de 2010 a las 19:08

El CENIEH aplica métodos de datación paleomagnéticos sobre nuevos materiales

Las tecnologías a su alcance permiten detectar cantidades muy bajas de óxidos de hierro incluso en vegetales

ERM/DICYT Los métodos para la datación de los yacimientos prehistóricos basados en la propiedad del magnetismo terrestre se han aplicado tradicionalmente para averiguar la edad de los restos arqueológicos. Sin embargo, como ha explicado a DiCYT el coordinador del Programa de Geocronología del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Josep María Parés, “desde el CENIEH estamos poniendo especial énfasis y esfuerzo en materiales atípicos para el magnetismo”. Durante muchos años se ha aprovechado el registro que ha dejado la inversión del magnetismo terrestre en sedimentos como arenas o arcillas, pero recientemente se han dado cuenta de que materiales menos convencionales como las estalactitas y estalagmitas (compuestas casi en un 100% por carbonato cálcico) presentan muy pequeñas, aunque medibles, cantidades de óxidos de hierro en las que ha quedado grabado el campo magnético. Estos métodos se aplican también sobre materiales orgánicos vivos, como los árboles, u otros tipos de vegetales. “Estos organismos pueden acumular pequeñas concentraciones de óxidos de hierro que muchas veces están relacionadas con la contaminación del aire. Así que este método también resulta útil para investigar la contaminación ambiental”, añade Josep Mª Parés. 


En el CENIEH la aplicación de las propiedades del magnetismo terrestre ha permitido la datación de importantes restos arqueológicos hallados en yacimientos de la Sierra de Atapuerca como La Gran Dolina. El caso más conocido, según explica Parés, nos lleva hasta el estrato denominado Aurora del citado yacimiento. Allí aparecieron los primeros restos de dientes humanos en 1994. Esta capa de la Gran Dolina está situada inmediatamente por debajo del último cambio magnético ocurrido por lo que un año después de su hallazgo, los científicos pudieron determinar la edad de ese estrato y concluir que los restos pertenecían al Homo Antecessor. Para ello, estudiaron las inversiones del campo magnético que habían quedado reflejadas en el sedimento. Pero no somos los únicos que aprovechamos las propiedades magnéticas de la Tierra. “Está demostrado que multitud de animales se sirven de estas trayectorias invisibles para navegar en el espacio. Es su red de referencia” afirma Josep Mª Parés. Un ejemplo lo encontramos en las aves migratorias y en las rutas que emplean en sus movimientos.

 

Un poco de historia


Las propiedades de la magnetita, un óxido de hierro que presenta la propiedad de atraer metales, se conocía hace unos 2.000 años en la civilización china. Sin embargo, el estudio del magnetismo terrestre no comenzó hasta hace 400 años en la búsqueda de respuestas para la entonces misteriosa habilidad que tiene la aguja de la brújula de apuntar hacia el Norte. Las grandes exploraciones llevadas a cabo en los siglos XV y XVI fueron posibles gracias a la existencia de la brújula, “instrumento que hemos utilizado hasta que ha llegado el GPS”, comenta Josep Mª Parés. El gran paso se dio en el siglo XVII cuando se planteó la pregunta ¿cuál es la causa de esta fuerza magnética en la Tierra?

 

IV Ciclo de Divulgación Científica CENIEH 
 
Josep María Parés inaugura mañana el IV Ciclo de conferencias de divulgación científica del CENIEH con la ponencia “La Tierra, un gran imán” que impartirá en la Casa del Cordón. En esta charla abordará la propiedad del magnetismo terrestre, exclusiva de nuestro planeta, y que no percibimos aunque estemos expuestos a ella desde que nacemos. Sin embargo, esta propiedad de la Tierra ha tenido una gran importancia en el origen de la vida y teorías como la Tectónica de placas o la Deriva continental se han basado en este fenómeno de atracción. Esta fuerza magnética es producida por el movimiento del hierro fundido en la parte exterior del núcleo terrestre y sus efectos se pueden comparar a los que ejercería un gran imán en el centro de la Tierra. El IV Ciclo de conferencias continuará en marzo con una charla de Manuel Santonja, coordinador del Programa de Arqueología Económica y Espacial, y se cerrará en mayo con la participación de Emiliano Bruner, responsable del Grupo de Paleoneurobiología de los homínidos.