Tecnología España , Salamanca, Mi茅rcoles, 05 de mayo de 2010 a las 12:38

El Club de Innovaci贸n de la Universidad Pontificia de Salamanca hace realidad medio centenar de ideas

La iniciativa de la instituci贸n acad茅mica y de la Fundaci贸n Caja Duero cumple cinco a帽os de 茅xitos con proyectos de tecnolog铆a m贸vil y chip

JPA/DICYT Una batuta especial permite a músicos invidentes integrarse en una orquesta y un teléfono móvil reconoce qué medicamento contiene una caja y lo indica por voz. Estos dos ejemplos ilustran el trabajo desarrollado en los últimos cinco años en el marco del Club de Innovación de la Universidad Pontificia de Salamanca, proyectos que suman casi medio centenar de propuestas exitosas en el ámbito de la tecnología móvil y chip especialmente orientados a las personas con discapacidad y que han sido posibles gracias a la participación de empresas que a su vez se ven beneficiadas.

 

La iniciativa de la Universidad Pontificia de Salamanca y la Fundación Caja Duero surge en 2005 porque "había que canalizar el espíritu emprendedor de los estudiantes", tras algunas experiencias pioneras en el ámbito de la investigación por parte de la Escuela Universitaria de Informática, como la creación de tarjeta inteligente universitaria o el envío de notas al móvil. "Nos encargaron idear una metodología que permitiese apoyar las iniciativas de los jóvenes en el campo de la tecnología", recuerda Miguel Ángel Sánchez Vidales, director del Club de Innovación. "Los protagonistas tenían que ser los alumnos y había que darles la posibilidad de idear proyectos con tecnología chip y móvil", señala, ya que el objetivo era la especialización. "Al alumno le das la responsabilidad, pero le ayudas en todo", asegura.

 

Esa ayuda se apoya en dos pilares fundamentales: los profesores y las empresas. "Los profesores aportan un conocimiento avanzado y llevan a cabo un seguimiento que permite que los proyectos sean realistas, porque a veces las ideas iniciales suelen ser abstractas y generalistas". Además, "los alumnos saben qué hacer, pero no el cómo", apunta.

 

Clave: la participación de empresas

 

Por otra parte, la participación de las empresas ha marcado la diferencia, ya que han aportado formación especializada de acuerdo con las demandas del mercado, así como los soportes más avanzados. "Una de las claves del éxito son las tutorías: después de dar una formación práctica a grupos reducidos, las empresas vienen aquí una vez al mes para ver cómo van los desarrollos y ayudar a los estudiantes in situ con todas las dudas que van surgiendo, porque el poder del Club de la Innovación no está en la idea, sino el desarrollo de la misma, decimos lo que se nos ha ocurrido hacer y tenemos el atrevimiento de hacerlo", señala.

 

El éxito de la fórmula resulta evidente. En cinco cursos, se han desarrollado 46 proyectos, en los que han participado 159 alumnos y 62 profesores. Además de los correspondientes registros de propiedad intelectual, el trabajo ha dado lugar a dos empresas. "En ningún proyecto nos hemos equivocado, de todos ha salido algo, aunque de la idea inicial suele sufrir importantes variaciones", destaca el director.

 

Trabajar con empresas permite obtener un conocimiento del mercado y abre la posibilidad de concurrir a convocatorias para ayudas a proyectos de investigación. Los proyectos se renuevan cada curso, se trata de desarrollos iniciales, aunque muy innovadores que necesitan un impulso para llegar al mercado.

 

"Fácilmente transferibles"

 

Por eso, destaca el valor que tiene para las empresas "tener una cantera de personas a las que se les ocurren un montón de ideas y el atrevimiento de llevarlas a cabo". Además, una organización como la ONCE "se ha dado cuenta de que tiene un campo muy bueno para generar proyectos reales". En este sentido, "le gusta que las ideas que tenemos se realizan con tecnología fácilmente disponible, no se trata de avances inaccesibles, sino de proyectos como el de guiarse dentro de un edificio por medio de un móvil que tiene bluetooth, una tecnología que tienen casi todos los dispositivos". En definitiva, son tecnologías disponibles y asequibles, de manera que los desarrollos son "fácilmente transferibles".