El color de los capuchinos
CONICET/DICYT Llamados comúnmente capuchinos, el género Sporophila incluye más de 30 especies de aves que viven en Sudamérica, América Central y el sur de América del Norte. Son aves pequeñas, que pesan alrededor de 10 gramos y miden entre 9 y 11 cm.
Aunque a simple vista las hembras de casi todas las especies de capuchinos son muy similares entre si, de un color beige-tostado, los machos tienen plumajes y cantos muy diferentes. Un subgrupo, los ‘capuchinos del sur’ – que habitan en la Mesopotamia argentina, Uruguay, sur del Brasil, parte de Paraguay y noreste de Bolivia – forma un conjunto de especies que fueron hasta ahora virtualmente indistinguibles desde el punto de vista genético.
Un nuevo estudio, publicado en la revista Science Advances y del que participaron investigadores del CONICET, Estados Unidos y Brasil, muestra que aunque las diferencias en el genoma de las diferentes especies son apenas entre el 0.3 y 0.03 por ciento, estas variaciones están ubicadas en 25 zonas puntuales, algunas de las cuales contienen genes vinculados a la producción de melanina, un pigmento responsable de la coloración del plumaje.
“Para este estudio analizamos 72 genomas de nueve especies de capuchinos del sur”, explica Pablo Tubaro, investigador principal del CONICET y director del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN, CONICET). Y agrega: “Todas ellas son variantes de un mismo esquema: tamaños similares, mismo tipo de pico. Pero algunas son más coloradas, otras grises, algunas tienen un poco más de negro o de blanco en diferentes partes del cuerpo. Leonardo (Campagna, primer autor del trabajo) habla de módulos de coloración, que es como dividir al animal en regiones: cabeza, cuello, garganta y espalda, entre otras, y cada una puede tener diferentes colores”.
Hasta ahora la ciencia no había podido dilucidar como, por ejemplo, el color de las plumas podía ser tan diferente entre especies que tenían tan poca divergencia en el genoma. Y justamente lo que esta investigación explica es que esas variaciones están ubicadas en secuencias que regulan la expresión de otros genes, responsables de la producción de melanina.
“Estas regiones son apenas entre el 0.3 y 0.03 por ciento del genoma total, y el resto es indistinguible. Entonces basta que cambien unos pocos genes que controlen aspectos como la coloración, aunque todo lo demás no cambie, para que las especies se puedan mantener separadas”, cuenta Leonardo Campagna, quien fue becario doctoral del CONICET y ahora trabaja en el Laboratorio de Ornitología de la Universidad Cornell, en Estados Unidos.
Con estos resultados por primera vez podría ser posible identificar a qué especie pertenece una hembra, estudiar sus preferencias sexuales y el papel que podría haber jugado la selección sexual en el proceso de diversificación de los capuchinos. La información genética obtenida puede a futuro contribuir al desarrollo de estrategias de conservación de estas especies, algunas de las cuales se han vuelto muy raras. Sin embargo, agrega Campagna, lo más importante para la conservación pasa por detener su tráfico ilegal para mascotismo y la conversión de pastizales a tierra para la agricultura, ya que los capuchinos en Sudamérica viven en estos ecosistemas.