El COVID-19 puede llevar al sistema inmune al agotamiento incluso en jóvenes con cuadro leve o moderado
AGENCIA FAPESP/DICYT – Datos preliminares de un estudio realizado en la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en Brasil, sugieren que la infección provocada por el SARS-CoV-2 puede causar alteraciones severas en el sistema inmunitario incluso en personas jóvenes y sanas con cuadros leves o moderados de COVID-19. En dicho trabajo, científicos brasileños y portugueses analizaron células de defensa de individuos no vacunados entre 30 y 180 días después de la infección.
“Las células inmunitarias de los pacientes infectados con el virus estaban agotadas, algo similar a lo que sucede con las células de las personas con obesidad de grado II o III, con enfermedades crónicas como la diabetes o ancianas. Pero es algo completamente inesperado entre personas jóvenes y sin problemas de salud”, comenta a Fábio Santos de Lira, docente de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Unesp (FCT-Unesp) en su campus de la localidad de Presidente Prudente.
Estos datos, que se dieron a conocer en un congreso organizado por la Sociedad Internacional de Inmunología y Ejercicio en Estados Unidos, integran el proyecto FIT-COVID, apoyado por la FAPESP. El objetivo del grupo de científicos, del que toman parte investigadores del estado de São Paulo en Brasil y de la Universidad de Coímbra (Portugal), es investigar los efectos del COVID-19 en los sistemas inmunitario, vascular y nervioso autónomo (una vertiente del sistema nervioso central que controla la respiración, la circulación sanguínea y otras funciones vitales) de personas menores de 40 años que presentaron cuadros leves y moderados de COVID-19. La propuesta consiste en efectuar un seguimiento del impacto de la enfermedad en los voluntarios hasta dos años después de la infección.
“Nuestro proyecto apunta a conocer los efectos del COVID-19 en la población joven y sana, que fue totalmente desatendida al comienzo de la pandemia. Esas personas fueron a los hospitales y se las diagnosticó, pero como tenían síntomas leves o moderados, no se les brindó asistencia. Entonces regresaron a sus hogares y realizaron el aislamiento sin ningún tipo de seguimiento. Pero nuestros estudios están demostrando que incluso esos individuos al infectarse pueden haber sufrido fuertes perjuicios en los sistemas analizados”, afirma Santos de Lira.
El investigador explica que el principal signo de las alteraciones observadas en el sistema inmunológico de esas personas fue el cansancio extremo. El grupo comparó el sistema inmunitario de 20 individuos infectados con el de 20 no infectados y observó una serie de alteraciones en aquellos que tuvieron COVID-19, entre ellas un deterioro de la función pulmonar, un menor nivel de actividad física y –al contrario de los pacientes que tuvieron la enfermedad grave– una menor concentración de moléculas proinflamatorias conocidas como citoquinas, que se producen para avisarle al sistema inmunitario sobre la necesidad de enviar más células de defensa al lugar de la infección.
“Es una autorregulación del sistema inmunitario. Quizá a causa de la baja cantidad de citoquinas, esas personas no tuvieron la forma grave de la enfermedad. Fue un mecanismo que logró contrabalancear los efectos del virus. Sucede que hubo una diminución de la interleuquina-6 [un importante mediador de la respuesta inflamatoria conocida como tormenta de citoquinas]. Asimismo, hubo aumento de la interleuquina-10 y del receptor soluble del TNF-alfa [citoquinas antiinflamatorias]. Y también un aumento de la prostaglandina, que es una molécula inflamatoria, y una alteración del perfil lipídico: se registró que esas personas exhibían una elevación de la fracción de triglicéridos y más leptina [una hormona implicada en la regulación del apetito]”, explica.
La extracción de las muestras se realizó en mayo de 2021, cuando esa población aún no había sido vacunada. Aparte de los datos medidos inmediatamente después de la infección, los investigadores les tomaron muestras de sangre a esos pacientes después de que completaron sus esquemas vacunales (cuando todos ya se habían vacunado) y las tomarán nuevamente un año después de la vacunación.
Agotamiento
El investigador explica que, por ser jóvenes y clínicamente sanas, lo esperable era que esas personas exhibiesen pequeñas alteraciones en su sistema inmunitario. “Pero lo que vimos al analizar el metabolismo energético de las células inmunológicas es que el mismo se encuentra completamente alterado. El virus logra reprogramar las células inmunitarias y llevarlas a un estatus totalmente inflamatorio. Por ende, se trata de un virus sumamente agresivo, incluso para personas jóvenes, sanas y probadamente sin ningún problema clínico”, remarcó Santos de Lira.
Otro hallazgo que se concretó en este estudio fue el del papel parcialmente protector de la actividad física contra los efectos perjudiciales del SARS-CoV-2 en el sistema inmunitario. Al analizar las células de defensa, entre ellas monocitos y linfocitos T, los investigadores observaron que los individuos infectados presentaban un perfil antiinflamatorio reducido de linfocitos T reguladores. En tanto, el nivel de proteínas PD1 –cuya función consiste en impedir que los linfocitos T ataquen a otras células del cuerpo– se encontraba elevado tanto en los linfocitos T CD4 como en los T CD8.
“Curiosamente, el nivel de actividad física de esos pacientes protegió parcialmente contra las alteraciones en el sistema inmunitario. Cuanto mayor era el nivel de actividad física, mayor era la protección contra las alteraciones en los [linfocitos T] CD8, pero no así en los CD4”, dice el investigador. Los investigadores analizaron también las condiciones musculares midiendo la fuerza de presión manual y realizando pruebas tales como sentarse y levantarse, caminatas de seis minutos y fuerza de cuádriceps.
“Entre los parámetros de fuerza muscular, solamente detectamos diferencias en el test de seis minutos. El grupo COVID recorrió una distancia menor que el grupo de control. Pero cuando analizamos la parte respiratoria –la función respiratoria, tanto absoluta como relativa, y el volumen forzado– todo aparecía deteriorado estadísticamente en el grupo infectado. Todos los valores fueron menores. Por ende, esto confirma que en ellos quedó comprometida la función pulmonar y también la tolerancia al ejercicio”, afirma.
También se analizó el metabolismo energético de las células inmunitarias, lo que mostró una predominancia del metabolismo glucolítico [la generación de energía mediante la rotura de la glucosa] en la producción de energía del organismo. “La predominancia del metabolismo glucolítico significa que existe un carácter proinflamatorio. Por lo tanto, las células se encuentran exhaustas, pues están produciendo muchas citoquinas en reposo y, cuando se las estimula, no responden. Todo este cuadro muestra una enorme deficiencia en el sistema inmunitario”, dice.
Alteraciones en el sistema nervioso
Aparte del monitoreo del sistema inmunitario de individuos jóvenes que tuvieron COVID-19 antes de vacunarse, el FIT-COVID está analizando los perjuicios acaecidos en el sistema nervioso autónomo, que funciona de manera involuntaria para que se concreten los latidos cardíacos, por ejemplo. Los datos muestran que cinco meses después de estar curados de la enfermedad, los perjuicios en el sistema nervioso autónomo se diluyeron y este volvió a la normalidad. Los resultados de ese brazo de la investigación se dieron a conocer en dos artículos científicos publicados en la revista Environmental Research and Public Health en febrero de 2022 y en enero de este año (lea más en: agencia.fapesp.br/38157/).
Cabe recordar que el sistema nervioso autónomo está dividido en dos partes: el sistema simpático y el sistema parasimpático. El sistema simpático es responsable de las alteraciones en el organismo en situaciones de alerta, al prepararlo para enfrentarse o huir ante la presencia de amenazas. Por ende, requiere de un mayor gasto de energía. A esta vertiente le compete elevar la frecuencia cardíaca y la presión arterial, liberar adrenalina, contraer y relajar los músculos, dilatar los bronquios, dilatar las pupilas y aumentar la transpiración. En tanto, el sistema nervioso parasimpático normaliza el funcionamiento de los órganos internos tras la situación de alerta. En esta parte del estudio, el análisis de la frecuencia cardíaca hasta 180 días después de que las personas se infectaron mostró una actividad simpática aumentada durante el reposo.
“Es esperable que en el reposo la actividad parasimpática aparezca más alta que la simpática, pues el sistema nervioso simpático está relacionado con la actividad física. Si una persona necesita salir corriendo repentinamente por algún motivo, el sistema nervioso simpático controla las respuestas del cuerpo a ese estrés, como en el caso del aumento de la frecuencia cardíaca. Por lo tanto, especialmente en adultos jóvenes y sanos, lo esperable sería una actividad parasimpática en reposo superior a la actividad simpática”, explica Ana Paula Coelho Figueira Freire, docente de la Universidade do Oeste Paulista (Unoeste) y primera autora de los artículos.
Coelho Freire remarca que el desequilibrio en el sistema nervioso autónomo detectado en personas jóvenes y sanas que se infectaron con el SARS-CoV-2 puede estar relacionado con niveles inflamatorios más altos. “Algunos factores que pueden estar asociados a este desequilibrio en el sistema nervioso autónomo, y su recuperación cinco meses después muestra el control de la tormenta inflamatoria con el correr del tiempo. Es el sistema inmunitario recuperándose y bajando los niveles inflamatorios, lo que puede impactar en el sistema nervioso autónomo, es decir, en la propia resolución de la inflamación en el transcurso del tiempo”, dice Coelho Freire.
“La variabilidad de la frecuencia cardíaca demostró que los índices más elevados del sistema simpático pueden estar relacionados con una eventual comorbilidad cardiovascular e incluso con la muerte súbita”, dice.
Coelho Freire hace hincapié en que, aun con la recuperación del sistema nervioso autónomo al cabo de cinco meses, este hallazgo brinda una perspectiva mayor a investigadores y profesionales de la salud que apuntan a entender el curso de la enfermedad. “Incluso individuos adultos jóvenes no están exentos de exhibir compromisos causados por el COVID-19. Aun con el sistema nervioso autónomo restablecido en una ventana de tiempo de cinco meses, es relevante profundizar la comprensión de la acción de la enfermedad, especialmente entre esta población joven”, afirma la investigadora.
Aparte del monitoreo de esos pacientes dos años después de haberse infectado, el FIT-COVID tiene una segunda etapa de estudios que apunta a analizar las células inmunitarias de atletas olímpicos que no se infectaron con el SARS-CoV-2 antes de haberse vacunado. “Nuestro objetivo es aislar las células inmunitarias de esos atletas olímpicos –que se sabe que son sumamente eficientes– y en observar en el laboratorio cómo reaccionan al suero sanguíneo de esas personas jóvenes y sanas. Pretendemos saber si esas células logran mitigar los efectos proinflamatorios del suero de los individuos infectados antes de la vacuna y después de la vacuna”, afirma Santos de Lira.