Salud España , Valladolid, Martes, 09 de noviembre de 2004 a las 17:43

El Hospital Río Hortega investiga la influencia genética en la osteoporosis

Un estudio que concluirá el próximo año analiza la responsabilidad de tres genes concretos en la pérdida de masa ósea

Beatriz G. Amandi/DICYT El Hospital Río Hortega de Valladolid investiga desde hace dos años la relación existente entre tres genes concretos y la osteoporosis, con el fin de establecer la responsabilidad y tratamiento más adecuado que se puede proporcionar a los pacientes que padecen esta debilidad en los huesos y cuya gravedad se ve afectada por factores genéticos. Aunque los resultados no se conocerán hasta el año 2005, el doctor José Luis Pérez Castrillón ya señala algunas de las primeras conclusiones que se están logrando.

El estudio está financiado por el Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS) y estudia tres polimorfismos de otros tantos genes que pueden estar relacionados con la osteoporosis. Un polimorfismo es la mutación de un gen que se asocia a una enfermedad concreta. Así, los tres polimorfismos que estudia el doctor Pérez Castrillón son el polimorfismo de enzima convertidor de angiotensina, el polimorfismo del receptor estrogénico y el polimorfismo de cotransportador sodio cloro en el túbulo contorneado distal.

Se trata de establecer relación entre estas mutaciones y la aparición y grado de gravedad de la osteoporosis, y para ello se han analizado los datos de 1.500 pacientes de población general, para lo que se ha aprovechado los datos epidemiológicos existentes de un estudio anterior realizado por otro experto del hospital, el doctor Juan Carlos Martín Escudero. Sin embargo, han sido necesarias también otras pruebas como la medición de la densidad de los huesos de los pacientes (densitometrías óseas periféricas) y un análisis de los genes que está siendo llevado a cabo por el Instituto de Biología y Genética Molecular (IBGM).

Los tres polimorfismos analizados han sido escogidos en función de algunos trabajos anteriores que apuntaban a la relación entre la dolencia de los pacientes y dichas mutaciones. Así, la influencia del receptor estrogénico ya se conocía, dada la influencia de la menopausia en la osteoporosis; sin embargo, los otros dos polimorfismos se han añadido al muestreo tras conocer un estudio de los laboratorios Pfizer que indicaban que determinados fármacos para la hipertensión podían tener un efecto beneficioso para la osteoporosis. En concreto, esta cualidad se detectó en los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina, y son, fundamentalmente, los que se conocen como inalapril y quinapril.

Un estudio previo publicado en España demostraba que el uso de quinapril durante doce semanas reducía la eliminación de calcio por la orina. Por ello, el doctor Pérez Castrillón se propuso prolongar el estudio por un año en mujeres, para medir la densidad mineral ósea, y se encontró que el grupo de personas sometido a este tratamiento no había perdido masa ósea, sino que se mantenía en los mismos parámetros. Después de esto, los pacientes se dividieron en dos grupos, en función del polimorfismo que tenían de la enzima convertidora de la angiotensina. Los resultados han mostrado que las personas que tenían un determinado polimorfismo (conocido como DD), no sólo no perdían masa ósea, sino que la ganaban con este tratamiento. Estos resultados preliminares han sido ya publicados en 2003.

El doctor destaca que las mujeres con genotipo DD suponen el 30% de la población, por lo que este fármaco podría ser una alternativa terapéutica para pacientes hipertensos con osteoporosis que mejoraría su situación de pérdida de masa ósea. Ahora, con la financiación que les proporciona el FIS están tratando de realizar el estudio de manera más amplia, incluyendo también a hombres, aunque los resultados no se conocerán hasta el año que viene.

Las razones por las que se ha incluido en estudio el polimorfismo de cootransportador sodio cloro en el túbulo contorneado distal tienen su origen en que las mutaciones de este gen provocan una enfermedad conocida como síndrome de guitelman, caracterizada porque los enfermos tienen menos densidad arterial y más masa ósea, lo que lleva a que existe asociación entre ambas enfermedades.

Eficacia de las densitometrías

Según apunta Pérez Castrillón, este estudio también ha servido ya para determinar la eficacia de determinadas técnicas de detección de la osteoporosis. Lo habitual es que, antes de someter al paciente a un determinado tratamiento, se le realice una densitometría. Esta densitometría suele ser inicialmente la periférica, aunque para determinar el estado exacto del paciente suele recurrirse a la densitometría central, prueba para la que sólo dispone de medios en algunos hospitales.

En el caso de la densitometría periférica, la densidad ósea se mide en el talón, mientras que en el caso de la central se mide en la columna y la cadera, por lo que es el procedimiento diagnostico más ajustado. Sin embargo, los resultados de este estudio demuestran que, en algunos casos, se puede utilizar la periférica para poner los tratamientos sin necesidad de llegar a realizar la central, lo que supone un ahorro de recursos y mayor rapidez en el tratamiento.

 

Cuestión de prevalencia
La osteoporosis es una enfermedad padecida por dos millones y medio de personas en toda España. Es más frecuente en una edad avanzada y en mujeres, pero suele detectarse tarde puesto que se considera una enfermedad silente, que sólo se detecta cuando aparecen manifestaciones clínicas. Hasta ahora se considera que tiene un componente hereditario, pero que también influyen en su aparición los factores ambientales.

Lo que sucede es que el esqueleto, que no es un órgano estable, está continuamente cambiando, destruyendo hueso viejo y formando hueso nuevo. Cuando se produce el desequilibrio, progresivamente se pierde cantidad y calidad de hueso y existen dos momentos clave (la menopausia y el cese de la producción de hormonas) y más adelante, a medida que se avanza en edad, ya que desciende de la cantidad de calcio que se absorbe.

La manifestación más habitual es la ruptura de algún hueso, generalmente la cadera, las vértebras o las muñecas, aunque las que más se atienden en los hospitales son las fracturas de cadera, puesto que obligan al paciente a reclamar atención médica. Las fracturas de vértebras no se suelen detectar por los pacientes, sino que se conocen cuando el enfermo acude al hospital por otras causas y se descubre que tiene esa rotura.

Según los datos que maneja el doctor Pérez Castrillón, se calcula que el riesgo de padecer una fractura osteoporótica de una mujer de 50 años es del 50%, lo que conlleva que sea una dolencia que supone un coste económico muy importante para las arcas públicas. Además, este coste se incrementa porque son dolencias que generan numerosas complicaciones posteriores a los pacientes y que tienen una mortalidad directa de un 8%, así como complicaciones en el primer año de la fractura de hasta el 30%. Por otro lado, de las personas que se recuperan un 30% necesitan asistencia, y sólo un 30% vuelve a recuperar la misma actividad que tenía anteriormente.

Si a esto se añade que una prótesis de cadera cuesta unos 6.000 euros y que un hospital como el Río Hortega puede llegar a atender unas 200 fracturas de cadera anuales, la cifra se multiplica.