El IBGM estudia cómo controlar la activación de genes responsables de la inflamación
Beatriz G. Amandi/DICYT El Instituto de Biología y Genética Molecular (IBGM) mantiene abierta una línea de investigación con el objetivo de conocer cómo de desencadenan los procesos de inflamación. Estos procesos tienen un componente genético, ya que es la activación de determinados genes la que conlleva una respuesta inflamatoria ante una dolencia. El objetivo final es diseñar tratamientos antiinflamatorios que tengan más efectividad y menos efectos secundarios que los que se emplean actualmente. Uno de los grupos de enfermos que más se beneficiaría de estos resultados serían los pacientes que deben someterse a trasplantes, ya que en este tipo de intervenciones se emplean medicamentos antiinflamatorios muy fuertes y agresivos.
Esta investigación, iniciada en el año 2000, está siendo llevada a cabo por la doctora Carmen García Rodríguez, una investigadora del programa Ramón y Cajal que trabaja en el IBGM, y está basada en el estudio de la expresión de genes en la respuesta inmune e inflamatoria, en concreto en la expresión provocada por un determinado factor activador conocido como NFAT, que tiene un papel clave en la respuesta inflamatoria.
NFAT es el acrónimo en inglés de Factor Nuclear de Linfocitos T Activados, que es una proteína (elemento que desencadena la expresión de un gen), que resulta clave en genes implicados en la respuesta inmune del organismo, así como en la inflamatoria. Este factor NFAT ha despertado un interés especial porque regula la enzima calcineurina que, a su vez, es el elemento que se trata de controlar con los inmunosupresores empleados en los trasplantes de órganos para evitar los rechazos. Si no se controlase esta enzima, el organismo recibiría una orden de los genes correspondientes para responder ante el trasplante como un ataque al cuerpo, por lo que se produciría la respuesta inflamatoria e inmune y, con ella, el rechazo. Los inmunosupresores permiten al organismo no desarrollar una respuesta inmunitaria o de defensa ante tratamientos médicos agresivos, que en circunstancias normales detectaría como un ataque al organismo y los rechazaría.
Una de las limitaciones del uso de estos inmunosupresores está, precisamente, en los efectos secundarios graves que presentan en los pacientes que son tratados y que pueden abarcar desde problemas de riñón, neurotoxicidad, problemas en el metabolismo de la glucosa o hipertensión, entre otros.
La importancia del proyecto, que está financiado por la Junta de Castilla y León y por el Ministerio de Sanidad, está en que sus resultados demuestran el efecto de una sustancia empleada como antiinflamatorio de uso común, que es el salicilato y sus derivados, en la inhibición del factor NFAT, que a su vez es quien regula la activación de los genes. De este modo, combinada con los inmunosupresores que se emplean habitualmente en los trasplantes, permitiría reducir las dosis de éstos, reduciendo sus efectos secundarios. Estos resultados han abierto nuevas vías de estudio y aplicación para estos medicamentos.
La última de las publicaciones realizadas de este estudio salió a la luz el pasado uno de noviembre en la revista científica The Journal of Inmunology, y es posible consultarlo en Internet.
La inflamación como mecanismo de defensa | |
La importancia del estudio de la inflamación estriba en que es un mecanismo defensivo del organismo ante cualquier tipo de agresión. De hecho, más del 75% de las enfermedades conllevan algún tipo de proceso inflamatorio, según señala la doctora Carmen García. Así, los investigadores buscan el anti inflamatorio ideal que es aquel que es específico y que carece de efectos secundarios indeseables, tiene una buena biodisponibilidad y un efecto de larga duración y, además, no debe ser muy caro. Los salicilatos, entre ellos las aspirinas, se han venido utilizando desde hace décadas puesto que cubren un amplio campo de dolencias, tienen propiedades antiinflamatorias y presentan, relativamente, pocos efectos secundarios. En los últimos años, los estudios realizados a esta sustancia han ido indicando que su funcionamiento no estaba basado solamente en su efecto de inhibición sobre ciclooxigenasa (COX), una de las enzimas responsables de la inflamación, sino que su efecto se debe a que interfiere en otros procesos que regulan la respuesta inflamatoria. |