El Tormes y el Alberche, repoblados con trucha genéticamente autóctona
Marta Martín Gil/DICYT Cuentan padres y abuelos que, hace no mucho tiempo, era posible bañarse en los ríos y charcas del país rodeado de truchas. El caudal de las corrientes era abundante y la calidad del agua muy buena, por lo que era más que frecuente encontrar ejemplares de trucha autóctona nadando despreocupadas. La acción del hombre, además, no había hecho mella entre sus poblaciones, lo que contribuía también a que la especie se desarrollara con normalidad.
Pero ahora, décadas después, ni el hombre es tan respetuoso con estos peces ni la cantidad de agua que baja por los ríos es, en muchos casos, tan abundante como sería necesario para su correcto desarrollo. Por eso, la trucha autóctona común necesita una ayuda extra y externa para poder seguir poblando los cauces españoles. Para ello se crean los centros ictiogenéticos, piscifactorías como la que en breve inaugurará la Consejería de Medio Ambiente en la localidad de La Aliseda de Tormes, en la comarca de El Barco de Ávila.
Se trata, en realidad, de una reapertura, aunque, si bien allí ya hubo en su día una piscifactoría, aquella, destinada únicamente a la cría para el consumo, no tenía el objetivo de las nuevas instalaciones: repoblar las aguas de los ríos Tormes y Alberche con dos de las cinco líneas genéticas de trucha autóctona común que hoy en día se pueden encontrar en España.
Juan Carlos Velasco, responsable de la Junta de Castilla y León del Centro Ictiogenético de Galisancho, en Salamanca, otro de los espacios que el Gobierno regional mantiene para la recuperación de la trucha autóctona, ofrece los detalles del proyecto. “Las truchas son especies que viven en la alta montaña, son distintas, y resulta muy difícil, por no decir imposible, que se cruce, por ejemplo, un ejemplar de Gredos con otro de los Picos de Europa”, comienza a explicar Velasco.
“Por eso, en Castilla y León se han podido mantener cinco líneas evolutivas”, continúa. Se refiere a la línea del Ebro, en Palencia, Burgos y Soria; la del Atlántico, en el Norte de Burgos y León; y la del Miño, en Galicia. A estas tres hay que añadir las del Tajo-Alberche y la del Duero-Sur, las dos que se encuentran en Ávila y sobre las que se va a trabajar en el centro de La Aliseda. “Lo que se pretende es conseguir en una piscifactoría una línea salvaje, con el fin de que la repoblación sea lo más pura posible», recalca Velasco.
Y para ello, como explica desde Ávila Rosa San Segundo, jefa del Servicio Territorial de Medio Ambiente, “se contará con las más modernas tecnologías”, pensadas, ante todo, para manipular directamente cada ejemplar mínimamente. “Porque el fin último es devolverla al río”, subraya San Segundo, que profundiza en este asunto explicando que para conseguir esa no manipulación se ha diseñado “un sistema de rebose” en los distintos estanques por los que va pasando cada ejemplar, desde que es alevín hasta la edad adulta.
Centro ictiogenético
De esta manera, el centro ictiogenético, que se espera que esté en funcionamiento antes de final del primer semestre de este año, cuenta con tres zonas de pilas y estanques, que están diferenciadas según la edad y el tamaño de los ejemplares. Por otra parte, se han construido dos naves cubiertas que albergarán las zonas de incubación y alevinaje, así como la zona de reproductores, mientras que las pilas al descubierto están reservadas para las truchas que van a ser soltadas en los ríos.
Todas estas instalaciones se completan con dos aspectos fundamentales: una nueva captación de agua del Tormes, lo que permite el bombeo de agua hacia las instalaciones de cría; y una moderna depuradora, cuyo principal objetivo es evitar la pérdida de la calidad del agua del Tormes por debajo de las instalaciones, fundamental para el buen desarrollo de la trucha autóctona.
Finalmente, un completo laboratorio de análisis genético y de calidad de las aguas y un aula de educación ambiental, completarán el futuro Centro Ictiogenético de La Aliseda de Tormes, al servicio de los científicos y del medio ambiente.
Las características de la trucha autóctona común |
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La trucha común, de la familia de los salmónidos, tiene un cuerpo fusiforme, afilado y de menor tamaño que otras subespecies de trucha. Puede superar los ocho kilos de peso en casos muy excepcionales y es de color amarillento con pintas rojas y negras de borde blanco. Tiene el hocico romo con pequeños y afilados dientes. Se encuentra en los ríos oxigenados, de rápidas corrientes, cauces limpios y poca profundidad y su alimentación es carnívora, por lo que devora peces de otras especies, gusanos de río, insectos, cangrejos de río, ranas... Es una especie muy voraz, y acostumbra a saltar fuera del agua para capturar a sus presas. Las truchas habitan en los remansos de los ríos, que alivian al huésped de la corriente. Hay quien tiende a confundir la trucha autóctona con la trucha arco iris, especie de mayor tamaño que la de río, más resistente a aguas menos oxigenadas y contaminadas, y que puede llegar a desplazarla. Ésta se caracteriza por tener una banda violácea difuminada en cada flanco, pero es una especie oriunda de Norteamérica y en España fue introducida como especie de piscifactoría. |