Existe relación directa entre el consumo de alcohol o drogas y el 31% de los ingresos por trauma
AGENCIA FAPESP/DICYT – Una investigación reciente constató una prevalencia de un 31,4 por ciento del consumo de sustancias psicoactivas entre personas internadas por algún trauma en el mayor complejo hospitalario de Latinoamérica: el Hospital de Clínicas de São Paulo, en Brasil, administrado por la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP). El alcohol fue el estupefaciente más consumido (un 23 por ciento), seguido por la cocaína (un 12 por ciento) y por la marihuana (un 5 por ciento). En el 9 por ciento de las muestras de sangre se detectaron trazas de más de una droga.
Estos resultados surgen de un estudio realizado en la USP que contó con la participación del Hospital Universitario de Oslo, en Noruega. Y el artículo al respecto salió publicado en el periódico científico Injury.
“Faltaban datos en Brasil sobre el uso de alcohol y drogas ilícitas entre pacientes graves hospitalizados debido a accidentes de tránsito, violencia o caídas”, dice Henrique Bombana, uno de los autores del trabajo e investigador colaborador del Centro de Ciencias Forenses de la FM-USP. “Los resultados apuntan, con exámenes precisos, una alta prevalencia del consumo de sustancias psicoactivas. Esta información puede contribuir para la elaboración de políticas públicas más asertivas y en la prevención de accidentes”, añade el investigador, quien contó con el apoyo de la FAPESP en este proyecto.
Según Bombana, la carencia de políticas públicas basadas en evidencias científicas es uno de los puntos claves que dificultan el control del consumo de drogas. El uso de sustancias psicoactivas constituye un factor de riesgo de accidentes que pueden evitarse, y su correcto manejo ayudaría a disminuir la carga en la red nacional de salud pública de Brasil, conocida por las siglas SUS (Sistema Único de Salud).
Un estudio transversal
Entre julio de 2018 y junio de 2019, se reclutaron pacientes mayores de 18 años con lesiones traumáticas provocadas por accidentes de tránsito, caídas y hechos de violencia (tales como agresiones, disparos con armas de fuego y heridas con armas blancas) en el Hospital de Clínicas. Solamente los individuos hospitalizados durante más de 24 horas formaron parte del análisis. “Pretendíamos examinar la prevalencia de sustancias psicoactivas en los casos más críticos”, explica Bombana. En total, el estudio contó con 376 participantes con edad promedio de 36 años, y un 80 por ciento varones.
Una vez estabilizados por el equipo de emergencia, se les extrajeron a los pacientes muestras de sangre. Para su inclusión en el estudio, las mismas debían haber sido extraídas a lo sumo seis horas después del accidente. “Al cabo de ese período, la concentración de alcohol y otras drogas deja de reflejar los niveles existentes al momento del accidente debido a la metabolización”, informa Bombana.
Las muestras se llevaron al Hospital Universitario de Oslo, donde se las analizó mediante la aplicación de técnicas tales como la cromatografía líquida de ultrarrendimiento y la espectrometría de masas. Según Bombana, mientras que la primera separa las distintas sustancias presentes en la sangre, la segunda las identifica.
Simultáneamente, los voluntarios ofrecían información socioeconómica y contestaban un cuestionario con preguntas sobre sexo, edad, estado civil y estudios académicos. También completaron el llamado AUDIT-C (Alcohol Use Disorder Identification Test – Concise), un formulario con tres preguntas que mide los hábitos de consumo perjudicial de alcohol.
Entre los investigados, el 44 por ciento mostró algún patrón de consumo perjudicial de alcohol. Asimismo, fue posible establecer una relación entre el consumo de cocaína y los resultados positivos en el test del AUDIT-C.
En tanto, los traumas quedaron divididos en tres categorías –accidentes de tránsito, violencia y caídas– y también de acuerdo con el día de la semana y el horario en que ocurrieron.
A partir de allí, se notó que, entre los voluntarios del estudio, la prevalencia de consumo de sustancias psicoactivas era mayor entre los varones (35 por ciento), individuos de entre 18 y 39 años (41 por ciento), solteros (43 por ciento) y pacientes que sufrieron traumas en el período nocturno (44 por ciento). “Son grupos que tienden a consumir más drogas y a exponerse a mayores situaciones de riesgo”, afirma Bombana. Cabe recordar que el índice general para el consumo de alcohol y drogas ilícitas entre los participantes del estudio era del 31,4 por ciento.
Los accidentes de tránsito
De las hospitalizaciones analizadas, el 56 por ciento se refería a accidentes de tránsito. En tales casos, aproximadamente la mitad eran motociclistas. En el artículo, los autores destacan que “en contraste con los países desarrollados, la cantidad de motociclistas en las naciones en desarrollo representa una proporción significativa de los conductores, quienes son menos protegidos que los conductores de coches y, por eso mismo, están sujetos a un mayor riesgo de sufrir lesiones severas”.
Entre las personas involucradas en accidentes de tránsito en la investigación, el 31 por ciento testeó positivo para el uso de estupefacientes. Bombana apunta que estudios anteriores sugieren prevalencias menores en conductores que no se accidentaron. Por ejemplo: en una investigación que también contó con su participación, se examinó a 10.294 conductores demorados en procedimientos policiales en la ciudad de São Paulo. El alcoholímetro registró el consumo de alcohol en un 4,1 por ciento en el año de 2016. En tanto, otro estudio de Bombana –en ese caso, con camioneros del estado de São Paulo– indicó una prevalencia del 7,8 por ciento para el consumo de drogas ilícitas en general.
“No es posible efectuar una comparación directa, pues los métodos de los estudios son distintos. Pero existe una hipótesis de que el consumo de sustancias psicoactivas, aparte de favorecer accidentes, aumenta la severidad de los traumas”, afirma Bombana.
Según el investigador, los datos refuerzan la necesidad de concientizar a la población sobre los efectos de estas sustancias en el riesgo de padecer accidentes y la de mantener un control activo. “Un punto que debe debatirse es la implementación de controles que también realicen test para drogas ilícitas”, sugiere Bombana.
En la actualidad, los controles de los conductores brasileños suelen concentrarse en el consumo de bebidas alcohólicas. De acuerdo con la investigación, entre los conductores accidentados, el 21 por ciento testeó positivo para alcohol, el 11 por ciento para cocaína y el 6 por ciento para cannabis.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que, en el año 2013, el consumo de alcohol y otras drogas causó 200 mil muertes en el tránsito. En América Latina, una investigación apuntó que una cada seis personas que se lastimaron en accidentes de este tipo consumió bebidas alcohólicas.
Violencia y caídas
De los 376 voluntarios, el 13 por ciento fue hospitalizado como consecuencia de actos violentos. La mitad exhibía lesiones por armas de fuego, una cuarta parte por agresiones físicas y una quinta parte por traumas cortopunzantes (tales como apuñalamientos). Este subgrupo fue el que exhibió la mayor prevalencia de consumo de alcohol y drogas ilícitas (44 por ciento) y menor edad promedio (31 años). En las agresiones físicas, las muestras positivas para estupefacientes llegaron al 75 por ciento.
“Son datos preocupantes, pero que muestran el potencial de las políticas públicas orientadas hacia el control del alcohol y de las drogas”, dice Bombana.
En tanto, las internaciones ocasionadas por caídas representaron al 32 por ciento de los individuos incluidos en la investigación. Entre estos accidentados, el 29 por cient0o había consumido alcohol o drogas ilícitas, el menor índice entre las tres categorías. Por otra parte, tenían la mayor edad promedio: 42 años.
La cocaína versus la marihuana
Pese a que la marihuana es la droga ilícita más consumida en Brasil, la prevalencia del uso de cocaína fue mayor entre los pacientes incluidos en este estudio. En el artículo, los autores ponderan que “el uso de cocaína puede derivar en conductas más violentas que el de cannabis, con los consiguientes resultados de lesiones intencionales posibles”.
Asimismo, la combinación entre alcohol y cocaína fue la más hallada en las muestras de esa investigación. “La cocaína se utiliza para reducir el efecto depresivo del alcohol, y el alcohol también puede emplearse para intensificar el efecto eufórico o aliviar los efectos negativos de la cocaína”, escriben los investigadores en el artículo.
Las limitaciones y los próximos pasos
Bombana consigna que no fue posible evaluar entre los voluntarios el eventual uso de medicamentos psicoactivos, que también podrían contribuir provocando accidentes. Otra limitación se refiere a la exclusión de pacientes que fallecieron a causa de los traumas. Y por tratarse de un estudio realizado en un solo hospital de São Paulo, es necesario tener cautela al extrapolarlo. “Pero es importante remarcar que llegamos a una cantidad significativa de participantes en un centro de referencia del Área Metropolitana de São Paulo. Se trata de una muestra significativa”, pondera Bombana.
El trabajo contó con la participación de profesionales de distintas áreas de la FM-USP. Aparte del Centro de Ciencias Forenses, participaron en él investigadores del Departamento de Medicina Preventiva, del Departamento de Cirugía y del Instituto de Ortopedia y Traumatología. Parte de ese equipo viene avanzando en un brazo de la investigación que sigue la rehabilitación de los pacientes accidentados para verificar entre otros factores si el consumo de alcohol y drogas ilícitas perjudica de alguna manera la recuperación.