Investigadores ponen a prueba un tratamiento contra el COVID-19 con anticuerpos de pacientes curados
AGENCIA FAPESP/DICYT – La transfusión de anticuerpos generados por pacientes curados de COVID-19 puede convertirse en un tratamiento en casos moderados y graves de la enfermedad. Para poner a prueba la eficacia de esta estrategia, se les está administrando plasma sanguíneo con anticuerpos que combaten al nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) a 45 pacientes internados en el Hemocentro de Ribeirão Preto (en el estado de São Paulo, Brasil), vinculado al Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina del campus de la Universidad de São Paulo (USP) situado en esa ciudad paulista. Esta técnica, denominada transferencia pasiva de inmunidad, también se está testeando en países tales como China, Francia, Italia y Estados Unidos.
“Aún no contamos con vacunas o medicamentos aprobados para el COVID-19. Por eso es importante poner a prueba esta estrategia. Verificaremos si la transferencia de anticuerpos es segura y si ayuda a neutralizar el virus; y, por ende, si ayuda a recuperarse tras contraer la enfermedad”, dice Rodrigo Calado, coordinador del estudio y uno de los investigadores principales del Centro de Terapia Celular (CTC) de la USP de Ribeirão Preto, un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID) apoyado por la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo (FAPESP).
Las infecciones virales como la que causa el SARS-CoV-2 tienden a activar el sistema inmunológico del paciente infectado. Al reconocer la presencia del virus, las células de defensa comienzan a producir anticuerpos (proteínas secretadas por los linfocitos) cuya función consiste en neutralizar al patógeno. “Dependiendo de la persona, esta respuesta puede tardar entre siete y 20 días hasta que se produce una cantidad suficiente de anticuerpos como para eliminar al virus”, dice.
Por eso el estudio realizado en el Hemocentro de Ribeirão Preto tendrá en cuenta el tiempo de la enfermedad. De esta forma, en las pruebas, la transfusión de plasma debe concretarse a lo sumo hasta el séptimo día de la infección, en caso de que existan señales de que el cuadro se agravará. “La enfermedad posee dos fases: una de propagación del virus y la otra de una gran inflamación. La transfusión del plasma debe concretarse antes del agravamiento de la inflamación, para que los anticuerpos donados puedan actuar directamente sobre el virus”, dice.
El grupo del Hemocentro de Ribeirão Preto obtuvo la aprobación de la Comisión Nacional de Ética en la Investigación Científica (Conep, en portugués) durante la primera quincena de abril para seguir adelante con el proyecto y ya está extrayendo el plasma de los donantes que se curaron del COVID-19. Este experimento se unirá a otras iniciativas de investigación similares que se llevan a cabo en la Universidad de Campinas (Unicamp), en la ciudad paulista homónima, en la Facultad de Medicina de la USP en la ciudad de São Paulo (en su campus de la capital paulista), y en los hospitales Albert Einstein y Sírio-Libanês, también en la capital paulista.
“Debemos aunar fuerzas en este momento. Estamos dialogando con otros centros de investigación, tenemos experiencia en ensayos clínicos y podemos aportar este conocimiento. También es importante incrementar la cantidad de pacientes testeados para contar con una respuesta más robusta con respecto a la seguridad y la eficacia de esta estrategia en casos de COVID-19”, dice.
Una técnica de larga data
La técnica de transferencia pasiva o adoptiva de inmunidad no es una novedad en la ciencia. Fue desarrollada en 1891 para el tratamiento de la difteria –una enfermedad que en la época mataba a mucha gente y para la cual no existía una vacuna– y le redituó a su creador, Emil von Behring, el Premio Nobel de Medicina en 1901. Más recientemente, esta estrategia también se aplicó durante la epidemia de SARS, en 2002, y en casos de infección con el virus de la varicela-zóster.
La aplicación más común de este método en Brasil es el suero antiofídico. En este caso, anticuerpos producidos por caballos expuestos al veneno se les transfieren a pacientes picados por serpientes. A diferencia del experimento realizado con COVID-19, en el caso del suero antiofídico, los anticuerpos neutralizan el veneno de la víbora y no un virus.
“La ventaja reside en que es una técnica que puede ser testeada, sobre todo en momentos de emergencia. Lo ideal sería que tuviéramos una vacuna, que es la inyección del virus atenuado para que el individuo que nunca tuvo la enfermedad produzca de manera activa sus propios anticuerpos. Pero eso requiere mucho tiempo de investigación y pruebas. Ahora, en plena pandemia, el testeo del plasma se convierte en una medida más rápida. Tampoco requiere el tiempo necesario para producir un fármaco en laboratorio. De confirmarse su eficacia, basta con extraer el plasma del donante y listo”, dijo Calado.
El investigador remarca que, más allá de que esta técnica ya ha sido aplicada con otras enfermedades, es necesario verificar si en los casos de COVID-19 la transfusión de plasma disminuye la mortalidad y también si es segura. “La transfusión se lleva a cabo con 600 mililitros de plasma, y esta cantidad puede sobrecargar los pulmones y el corazón. Otro riesgo consiste en que puede desencadenar una reacción inflamatoria exacerbada el lugar de disminuirla. Puede provocar alergia u otras reacciones. Antes debemos testear para saber si es segura y si aporta beneficios”, añadió.
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