La transferencia de tecnología no debe apuntar a la ganancia de las universidades
AGENCIA FAPESP/DICYT – Las llamadas oficinas de transferencia de tecnología (OTT o TTO, por sus siglas en inglés) han venido cobrando relieve en Europa y en Estados Unidos por hacer las veces de nexo entre la academia y la industria, al generar nuevas patentes y productos e incluso redituándoles utilidades a algunas universidades. Con todo, esta última cualidad no debe ser el objetivo de estas agencias. El objetivo principal debe consistir en ofrecerles a los alumnos universitarios un contacto con los problemas que las empresas deben superar y llevar a la sociedad las innovaciones por las cuales ésta paga con sus impuestos.
Ésta es la opinión de Alison Campbell, directora de la Knowledge Transfer Ireland, que es la entidad creada en el año 2013 en Irlanda para facilitar la transferencia de conocimiento entre la industria y la universidad. Campbell fue una de las conferencistas del FAPESP/ Ireland Workshop on Knowledge Transfer, que tuvo lugar el pasado diciembre en la sede de la FAPESP, en São Paulo, Brasil.
Campbell comentó que incluso en Estados Unidos son pocos las OTTs en las cuales existe un retorno en forma de utilidades para las universidades. “Cuando observamos las estadísticas, imaginamos que Estados Unidos está llevando a cabo un trabajo increíble, licenciando muchos productos y obteniendo centenas de millones de dólares en retornos para esas instituciones. pero en el fondo son pocas las que están realmente obteniendo esos beneficios”, dijo Campbell.
El contacto con las empresas genera también aportes a la enseñanza en las universidades, al poner a los estudiantes en contacto con la realidad empresarial. “Esto requiere que las universidades piensen que [esa interacción] es algo sumamente importante. A mí realmente me impresiona ver de qué manera algunos de nuestros institutos universitarios están al frente. Y no lo es únicamente en lo que hace al liderazgo sino también por el ambiente que crean”, añadió.
Campbell mencionó el ejemplo de la Universidad de Limerick, en el sur de la Irlanda, donde los estudiantes tienen la oportunidad de pasar un tiempo en una empresa cuando aún están cursando la carrera de grado, observando los problemas que deben resolverse cotidianamente.
“Esto es excelente para los estudiantes. Para hacer esto, la mayoría de las facultades deben desarrollar relaciones con las empresas, porque esos alumnos deben ser supervisados durante el período de tiempo que pasen allí. Esto crea un ambiente más vibrante y conectado, al tiempo que expande la comprensión concerniente a la forma de pensar de las facultades en términos de investigación y a los retos que existen en las empresas”, dijo.
Un problema derivado del hecho de contar con el retorno económico de las OTTs consiste en que, aun cuando haya rentabilidad en algún momento, esto no será constante. No es posible contar con ese dinero para planificar los años futuros. Campbell sostuvo que conversó con personal de agencias de esta índole en diferentes países y había una coincidencia en el sentido de que resulta “ilusorio” pensar que pueden constituir una fuente de recursos.
“Una colega trabaja en una de esas oficinas que percibe muchos pagos de regalías referentes a medicamentos desarrollados a partir de patentes de esa universidad. Con todo, ahora debe explicarle a la universidad que habrá otras patentes y royalties, pero nada durante los próximos cinco años, debido a la propia naturaleza del ciclo de innovación”, dijo.
La colaboración internacional
En parte a causa del tamaño relativamente pequeño del país, Campbell afirmó que Irlanda siempre mantuvo colaboraciones internacionales en ciencia. “Pero queremos tener más. La colaboración significa acceso a habilidades, capacidades, nuevos conocimientos, distintas formas de pensar y creación conjunta. Esto es increíblemente positivo y enriquecedor”, dijo.
Brasil es uno de esos socios, y en los próximos días se firmará un nuevo acuerdo entre el Irish Research Council, la agencia federal irlandesa de apoyo a la investigación científica, y la FAPESP.
“Nuestro objetivo es emitir convocatorias a la presentación propuestas destinadas a grandes proyectos en colaboración con científicos de allá y de otros países, en las cuales cada participante financia su parte. Éste es un modelo que la FAPESP ha venido aplicando con distintas agencias internacionales de fomento de la investigación científica”, dijo Marilda Bottesi, asesora especial para asociaciones en investigación de la FAPESP. Las investigaciones financiadas serán en todas las áreas y no necesariamente deberán orientarse hacia las aplicaciones inmediatas.
“Durante el período del programa Ciencia sin Fronteras recibimos a más de 3.300 estudiantes brasileños, que realizaron sus estudios universitarios y crearon vínculos de investigación entre Brasil e Irlanda. Este contacto dio origen a eventos y colaboraciones”, declaró Barry Tumelty, cónsul general de Irlanda en São Paulo.
“La asociación con la FAPESP abrirá la posibilidad de colaborar aún más. Irlanda actualmente se ubica el 11º puesto en el mundo en términos de calidad de la investigación científica, y forma parte de la Unión Europea, por eso es un socio lógico para los brasileños que pretenden tener acceso al nuevo programa de investigación científica de la UE, el Horizonte 2020”, dijo el diplomático en referencia al programa europeo en cuyo marco se aspira a invertir alrededor de 100 mil millones de euros en ciencia, tecnología e innovación entre 2021 y 2027.