Las autopsias en muertos por COVID-19 ayudan en el tratamiento de casos graves de la enfermedad
AGENCIA FAPESP/DICYT – Mediante la aplicación de procedimientos mínimamente invasivos, científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), en Brasil, están realizando autopsias de cuerpos de pacientes diagnosticados con COVID-19 que fallecieron en el Hospital de Clínicas de esa institución.
Uno de los objetivos de este trabajo consiste en extraer y evaluar rápidamente muestras de tejidos pulmonares y de otros órganos con la intención de poner a disposición informaciones valiosas para la comunidad médica brasileña en el tratamiento de casos graves de la enfermedad.
“Estamos compartiendo los resultados preliminares de los análisis con el equipo médico del Hospital de Clínicas y con otras instituciones antes incluso de publicarlos en revistas científicas, con el objetivo de que estos datos puedan ayudar en el tratamiento de los pacientes actualmente internados”, declaró Marisa Dolhnikoff, docente de la FM-USP y coordinadora de este estudio, que formó parte de un proyecto que contó con el apoyo de la FAPESP (Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo).
La idea de los investigadores consiste en correlacionar las constataciones que están obteniendo mediante estudios por imágenes (tomografías) con las observaciones a cargo de médicos clínicos al tratar a los pacientes en estado grave.
De este modo, será posible evaluar si los pacientes que permanecieron durante más tiempo internados exhiben otras alteraciones en los pulmones o si las distintas formas de ventilación mecánica a las que se los somete en las unidades de terapia intensiva (UTIs) provocan alteraciones diferentes en esos órganos.
“Esta correlación constituye un paso fundamental de este estudio, pues pueden existir distintos perfiles tomográficos, patológicos y clínicos de COVID-19”, pondera Dolhnikoff.
“Cuando empezamos a dejar disponibles los datos, inmediatamente nos contactaron médicos clínicos que decían que las tomografías de los pacientes que están analizando en los hospitales no son todas iguales. Esto planteó la posibilidad de que exista más de un patrón de compromiso pulmonar a causa de la enfermedad, por ejemplo”, apunta la investigadora.
Hasta la semana del día 30 de marzo, se habían realizado seis autopsias de pacientes fallecidos por COVID-19 en el estado de São Paulo, con el consentimiento de sus familias.
El plan consisten en realizar en total entre 20 y 30 procedimientos dirigidos mediante el empleo de un aparato de ecografía portátil y agujas como las que se aplican en las biopsias de personas vivas, para llegar a los órganos internos y extraer muestras de tejidos sin necesidad de abrir el cuerpo (lea más en: agencia.fapesp.br/32824).
Los cuatro primeros casos analizados fueron los de dos varones y el de una mujer –todos de más de 60 años y con historial de enfermedades crónicas tales como diabetes e hipertensión– y de otro paciente más joven, también con enfermedades preexistentes. Como rasgo en común, la evolución de la enfermedad en los cuatro casos fue sumamente rápida: entre cuatro y 10 días.
Los resultados preliminares de los análisis apuntaron alteraciones similares a las descritas por grupos de investigadores de China en cuatro artículos publicados durante las últimas semanas, en los cuales informan acerca de los resultados de series de autopsias de entre tres y cuatro pacientes diagnosticados con la enfermedad.
“Existe un gran interés de la comunidad médica brasileña en los datos que estamos produciendo porque pueden dar respuestas más inmediatas a preguntas tales como las referentes a los impactos que el virus causa en los pulmones”, afirma.
Lesiones extensas y múltiples
Los análisis que los investigadores de la FM-USP llevaron a cabo corroboran la constatación de que la muerte por COVID-19 es causada por una insuficiencia respiratoria ocasionada en función de lesiones extensas y severas provocadas por el nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, en múltiples áreas de los pulmones: se trata del síndrome respiratorio agudo grave o el síndrome de dificultad respiratoria aguda con lesión difusa del tejido pulmonar.
La acción del virus es predominante en las células epiteliales que revisten los alvéolos pulmonares y que participan en el proceso de intercambio gaseoso (de dióxido de carbono con oxígeno); y que se alteran cuando el virus las infecta.
La pérdida de esas células epiteliales provoca una extensa lesión en los alvéolos pulmonares (bolsas microscópicas en las cuales se concretan los intercambios gaseosos), denominada daño alveolar difuso. Este daño compromete el intercambio gaseoso en un área sumamente significativa del pulmón, reduciendo la oxigenación de los tejidos y llevando a la insuficiencia respiratoria.
“Observamos que el virus infecta todo el tracto respiratorio, pero causa mayores daños en los alvéolos pulmonares”, apunta Dolhnikoff.
En los pacientes que desarrollan la forma más agresiva de la enfermedad, las lesiones son muy similares a las que se registran en el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) y en el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), ambos causados por otros tipos de coronavirus, según constataron los investigadores.
“Al analizar las tomografías nos dimos cuenta de que algunas áreas de los pulmones, tales como las posteriores, quedan más afectadas, y que la infección compromete al menos la mitad de los órganos”, afirma.
Los investigadores también observaron en uno de los casos pequeños focos de hemorragia en la microcirculación pulmonar asociados con microtrombos.
“Este fenómeno ciertamente se encuentra asociado a trastornos de coagulación ya descritos en pacientes que murieron como consecuencia del COVID-19”, dice Dolhnikoff.
Neumonía bacteriana
Otra pregunta que los investigadores pretenden responder estableciendo una correlación de los análisis de los tejidos con los datos clínicos y de las tomografías consiste en saber si las neumonías bacterianas secundarias que pueden acometer a los pacientes en estado grave y complicar sus cuadros clínicos tienen relación con el tiempo de ventilación al que se los sometió.
Los análisis de los cuatro primeros casos mostraron que dos pacientes fueron acometidos por una grave neumonía bacteriana después de la infección viral. Esta información se les comunicó inmediatamente a los equipos médicos.
“Es natural que una infección viral desencadene una neumonía bacteriana. Pero en el tratamiento de esos casos graves, a esas infecciones bacterianas debe detectárselas rápidamente y tratárselas con antibióticos”, remarca Dolhnikoff.
Dos neumonías juntas –una viral y una bacteriana– provocan serios daños tanto locales, en los pulmones, como sistémicos, toda vez que comienzan a circular por el cuerpo y a lesionar a otros órganos.
“La infección bacteriana tiene un impacto enorme en la función pulmonar y repercute en otros órganos, lo cual resulta en un cuadro de sepsis [falencia múltiple de órganos] que culmina en la muerte del paciente”, explica Dolhnikoff.
Los investigadores no han observado hasta el momento alteraciones agudas provocadas por el virus en otros órganos. Las alteraciones detectadas estuvieron relacionadas con la propia sepsis o con las enfermedades preexistentes de los pacientes, tales como alteraciones crónicas renales y cardíacas vinculadas con hipertensión e isquemia, y acumulación de grasa en el hígado (esteatosis hepática) asociada a diabetes y obesidad.
Con todo, toda vez que los datos de la literatura médica sugieren que la infección provocada por el nuevo coronavirus no se restringe a los pulmones, debido a evidencias de que el mismo es excretado a través de la materia fecal y la orina, y que causa pérdida del olfato y del gusto, la idea es analizar el efecto viral en otros órganos con material extraído del corazón, los riñones, el hígado, el bazo, el cerebro, la médula ósea, el músculo esquelético y la mucosa nasal y oral.
“La idea es crear también un biorrepositorio de tejidos que puedan estudiarse mediante el empleo de técnicas avanzadas de biología molecular para identificar posibles blancos terapéuticos en el combate contra la enfermedad”, dice Paulo Saldiva, docente de la FM-USP y uno de los investigadores participantes del proyecto.
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