Las dos caras de las bacterias: amenaza y beneficio para los cultivos
José Pichel Andrés/DICYT El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro propio del CSIC) ha acogido hoy una jornada de conferencias abiertas al público general y especialmente dirigidas a estudiantes universitarios y agricultores sobre las interacciones entre plantas y bacterias, que pueden ser de dos tipos: tanto patógenas como beneficiosas para el desarrollo de los cultivos. Las repercusiones para la producción agrícola en los dos casos son extremadamente importantes.
En primer lugar, Manuel Jesús Martín Robles, del Centro Regional de Diagnóstico de Aldearrubia de la Junta de Castilla y León, ha hablado sobre bacterias fitopatógenas, la necesidad de detectar precozmente las enfermedades que causan en los cultivos y cómo este trabajo influye en la economía relacionada con el sector primario.
Las bacterias patógenas pueden manifestarse de formas muy diversas, desde la aparición de manchas a la muerte de ramas o plantas y árboles enteros, aunque a veces ninguna señal externa anticipa el problema. En su intervención, ha puesto como ejemplo de los daños que puede causar una bacteria el caso de Xylella fastidiosa, que ataca al olivo, el almendro, la vida y hasta 250 especies más y que recientemente ha sido detectada en Baleares tras causar graves pérdidas en Italia.
El Centro Regional de Diagnóstico está a disposición de los profesionales del campo en la localidad salmantina de Aldearrubia y se dedica principalmente a la detección y al diagnóstico de plagas y enfermedades de los cultivos agrícolas, pero también realiza actividades de formación universitaria, investigación con diversas instituciones, así como transferencia de conocimiento hacia los agricultores.
La otra cara de la moneda son los microorganismos beneficiosos para las plantas. Marta Martín Basanta, investigadora del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid, realizó un símil con los seres humanos, al calificar estas bacterias como “los probióticos de las plantas”, en referencia a los alimentos que también contienen microorganismos vivos que se incorporan al aparato digestivo y pueden tener efectos beneficiosos sobre la salud.
Defensoras y promotoras de crecimiento
“Muchos microorganismos que viven asociados a las plantas las defienden de ataques de fitopatógenos y promueven su crecimiento”, afirmó en declaraciones a DiCYT, “las plantas necesitan de los microorganismos para poder vivir”. En algunos casos, “si crecen en condiciones de esterilidad, les cuesta mucho crecer y dar semillas”.
En concreto, su grupo de investigación trabaja con unas bacterias del género Pseudomonas que promueven el crecimiento de las plantas desde muchos puntos de vista. “Se denominan Pseudomonas fluorescens F113 y producen hormonas que mimetizan a las de las plantas y metabolitos que las defienden de otros microorganismos”. Su trabajo es aplicado, pero se basa en aislar nuevas estirpes de estas bacterias y en estudiar a nivel molecular su relación con la planta para saber cuáles son los mecanismos que las llevan a vivir asociadas y cómo colonizan. “Si las queremos utilizar como inoculantes, tienen que persistir cierto tiempo para realizar su función”, explica.
Los resultados están siendo muy positivos para una amplia gama de productos de interés agronómico. “Hemos hecho ensayos de control biológico en tomate y fresa, pero también coloniza cultivos como el trigo, el guisante y Arabidopsis thaliana”, planta ampliamente utilizada como modelo en el ámbito de la investigación. De hecho, los científicos apuestan por el uso de microorganismos muy versátiles para que se adapten fácilmente a cualquier tipo de planta.
Alternativa natural
Lo más interesante es que las líneas de investigación relacionadas con las bacterias beneficiosas para los cultivos, como este ejemplo, supone “una alternativa para el uso de fertilizantes químicos”. En este sentido, “son microorganismos naturales que sacamos de las propias raíces de las plantas, no los modificamos genéticamente, salvo a la hora de estudiarlos y averiguar qué función tienen los genes y las proteínas”.
De hecho, ya existen biofertilizantes en el mercado, especialmente en América del Sur, Asia y África. En Europa su introducción va mucho más lenta, pero parece inevitable, puesto que las autoridades, “al prohibir todos los agroquímicos, se van a decantar por el uso de biofertilizantes naturales”.
El retraso europeo en materia de biotecnología agroalimentaria proviene de cierta resistencia de algunos grupos a cualquier tipo de investigación a pesar de que en este caso “nosotros investigamos en el laboratorio para utilizar recursos naturales”.
La jornada celebrada en el IRNASA supone el colofón a la VII Reunión del Grupo Especializado de Microbiología de Plantas (MIP-17), de la Sociedad Española de Microbiología, que se celebró en la Universidad de Salamanca entre el 8 y el 10 de mayo.