Tecnología España , Salamanca, Viernes, 09 de enero de 2004 a las 18:26

Las universidades de Salamanca y León vigilan los niveles de radioactividad ambiental de la Comunidad Autónoma

Las estaciones castellano leonesas remiten sus datos al Consejo Nacional de Seguridad Nuclear

AVPR/DICYT Las universidades de Salamanca y León forman parte de la red de estaciones de medida de radiactividad ambiental que coordina el Consejo Nacional de Seguridad Nuclear (CSN), vigilando que los niveles registrados en la Comunidad Autónoma no superen las recomendaciones de la Organización Internacional de Protección Radiológica. Una labor que desempeñan desde el año 1991 según ha informado a Dicyt el Catedrático de Física Nuclear, Francisco Fernández.

Ambas universidades cuentan con material de análisis y estaciones de medida que les permiten, además, hacerse cargo del Programa de Vigilancia Radiológica Ambiental Independiente desde el año 1999, por lo que son los responsables de corroborar los resultados que presentan al CSN aquellas empresas que trabajan con material radioactivo o lo generan. En el caso de la universidad salmantina, "se contrastan los datos, tanto de la fábrica de elementos combustibles de Enusa ubicada en Juzbado, como de las minas de uranio de Saelices en Ciudad Rodrígo. Estas últimas han cesado ya su actividad pero es obligatorio realizar controles periódicos durante algunos años más", asegura Francisco Fernández. Por su parte, la Universidad de León es la encargada de realizar controles semejantes en la Central Nuclear de Santa María de Garoña en Burgos.

"Durante los cinco años de experiencia que ya acumula el equipo de la Facultad de Físicas en el programa de Vigilancia Independiente y los doce en el control de radiación ambiental, "nuca la provincia salmantina ha superado los niveles de alerta que establece la Comisión Internacional de Protección Radiológica", asegura Francisco Fernández, todo ello, a pesar de que Castilla León se sitúa a la cabeza de las regiones españolas con un índice de radiactividad ambiental más elevado, en parte debido a la composición geológica del terreno que es rico en pizarras y granitos.

Controles de suelo pescado agua y leche

La firma del tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), obliga a los países miembros, y en consecuencia a las empresas del sector nuclear, a realizar análisis periódicos que certifiquen la calidad ambiental del entorno en el que desarrollan su actividad. Unas pruebas que se realizan periódicamente en la fábrica salmantina de Enusa y que consisten en tomar muestras de suelo, vegetales, pescado leche y agua.
El objeto de estas muestras es detectar cada uno de los tres tipos de radioactividad que se genera ya que los núcleos atómicos se descomponen en radiación alfa, beta y gamma.

Mientras que el primer tipo de radiación penetra con dificultad en el organismo si no es ingerido directamente a través de algún alimento contaminado, es el que provoca mayores daños. Por el contrario, tanto las radiaciones beta como las gamma no causan alteraciones tan importantes, pero penetran con mayor facilidad en el cuerpo humano si el ambiente en el que se mueve un individuo está contaminado. "Por este motivo es necesario disgregar algunas muestras para su análisis, mientras que en otras los niveles de contaminación se miden tal cual".

"Las muestras se toman en los mismos lugares en los que las recogen los técnicos de la empresa" asegura Francisco Fernández y con idéntica periodicidad. En el caso del agua la recogida es mensual, la leche se analiza cada tres meses, mientras que la hierba el suelo y el pescado solamente una vez al año. 

A través de este tipo de medidas pueden determinarse dos tipos de magnitudes: la actividad del núcleo radioactivo y la dosis absorbida por un tejido. La primera se mide en Bequerelios y se refiere al número de desintegraciones que registra el núcleo atómico por segundo, mientras que la dosis absorbida representa la energía depositada por cada tipo radiación por unidad de masa y se mide en sieverts.
Los niveles recomendados por la Comisión Internacional de Protección Radiológica para el público en general, se sitúan en una dosis absorbida de un milisievert al año, lo que equivaldría a la dosis que recibe un paciente que se hiciese unas 70 radiografías dentales en doce meses. Esta dosis, sin embargo, podría ser mayor siempre que en los años siguientes se equilibre el promedio de radioactividad recibida.