Los ácaros trabajan como sirvientes de las abejas en una relación higiénica de primera calidad
Eva Aguilar/DICYT Los ácaros, esos pequeñísimos organismos que también viven en nuestros colchones, prestan un servicio de limpieza de primera calidad en las celdas de las abejas tropicales, donde se deshacen de los hongos que amenazan la supervivencia de éstas últimas y de sus crías. A cambio, los ácaros se aseguran el alimento y un lugar donde vivir y reproducirse, según se desprende de una investigación llevada a cabo en Panamá por investigadores de la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos) y del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI).
Los resultados de la investigación fueron publicados el pasado 16 de abril en la versión electrónica de la revista The American Naturalist, y constituyen la primera prueba de rigor de mutualismo higiénico entre dos especies terrestres.
“Los mutualismos son uno de los principales agentes de diversificación en los ecosistemas”, explicó a DiCYT Natalia Biani, de la Universidad de Texas y autora principal del estudio. “A su vez, todas las especies luchan para proteger a sus crías del ataque de parásitos, a veces mediante el uso de sustancias producidas por ellas mismas, o a través de ciertos comportamientos. Este descubrimiento aporta evidencia sobre la colaboración entre dos especies para lograr ese objetivo sanitario o higiénico”.
De acuerdo con la investigadora, lo novedoso de esta investigación es que, a pesar de que existen numerosos ejemplos de mutualismo higiénico en los mares, como el de los camarones y peces pequeños que limpian de parásitos a especies de mayor tamaño, se conocen muy pocos en tierra.
Menos ácaros, abejas en problemas
Para realizar la investigación, los autores del estudio (en el que también han participado Ulrich Mueller, de la Universidad de Texas, y William Wcislo, de STRI) recolectaron durante tres años nidos de abejas de las especies Megalopta genalis y Megalopta ecuadoria en el área de Gamboa (localizada junto al Canal de Panamá y a media hora de la ciudad), la isla de Barro Colorado (Canal de Panamá) y en la provincia de Bocas del Toro (oeste del país).
Biani señala que la supervivencia de las abejas fue medida solamente en el campo, sin manipular los nidos. Cuando los nidos tenían ácaros de manera natural, dice, había menos mortalidad de abejas; pero cuando no tenían ácaros, generalmente las abejas (los estadíos inmaduros) morían y sus celdas estaban infectadas de hongos.
“No realicé experimentos de remoción de ácaros para medir el nivel de supervivencia. Por lo tanto, esta conclusión se basa en las observaciones de la naturaleza y no en pruebas de laboratorio”, apunta la investigadora.
Los investigadores también encontraron que en la relación de mutuo beneficio, los ácaros utilizan a las abejas para transportarse de un nido a otro. Pero esta interdependencia podría verse afectada si la superficie de la selva se viera reducida y como consecuencia de otros factores ambientales que amenazan de manera general a todos los ecosistemas.
“El cambio climático global podría afectar la distribución de lluvias y con ello la floración de los árboles y arbustos de los que dependen estas abejas”, apunta Natalia Biani. “Por ejemplo, las abejas sólo construyen nidos activamente en la estación seca, que es cuando hay flores de las cuales pueden colectar polen para sus crías. Si ese patrón de lluvias cambia, la floración, e indirectamente las abejas, podrían verse afectadas. Además, si [el ambiente] está más seco o más húmedo, la cantidad de hongos en los nidos también puede variar”.
La investigación de Biani y su equipo no sólo plantea nuevas preguntas sobre el mutualismo entre abejas y ácaros, sino que además abre la posibilidad de encontrar otros sistemas terrestres donde individuos de una especie obtengan su alimento a través de la remoción de parásitos que afectan a individuos de otras especies.