Los excrementos de aves marinas redistribuyen grandes cantidades de nitrógeno y fósforo
José Pichel Andrés/DICYT Las aves marinas tienen un importante papel en la redistribución de nutrientes como el nitrógeno y el fósforo en el mundo. Investigadores españoles y mexicanos publican hoy en Nature Communications un estudio en el que estiman que sus excrementos contienen 591.000 toneladas de nitrógeno y 99.000 de fósforo cada año. De esta manera, contribuyen a la concentración de nutrientes en zonas muy determinadas del planeta.
En declaraciones a DiCYT Xosé Luis Otero, investigador de la Universidad de Santiago de Compostela, explica que el trabajo parte de observaciones realizadas en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia. “Vimos que las aves marinas crean un ambiente geoquímico y ambiental diferente”, afirma.
Investigaciones anteriores habían demostrado que estos animales obtienen tanta pesca del mar como el ser humano y que, precisamente, las actividades pesqueras contribuyen a extraer una gran cantidad de nitrógeno. Por lo tanto, “dedujimos que el nitrógeno que las aves retiran de los océanos es muy relevante”, asegura el investigador. Además, nunca se habían realizado cálculos similares con el fósforo.
Los científicos recopilaron datos sobre 320 especies de aves marinas, el 90% de las que existen en el planeta, para realizar sus cálculos a través de un modelo que sirve para estimar los excrementos que quedan en el suelo y en las aguas. En total, el número de individuos alcanza los 1.100 millones, pero su distribución es muy desigual, así que el trabajo incluye un mapa para analizar qué zonas se ven especialmente afectadas por la concentración de nutrientes que conllevan los excrementos.
El 80% de los excrementos, en el hemisferio sur
Las aves se distribuyen sobre todo en áreas circundantes a los polos, pero en realidad la concentración de excrementos está muy desequilibrada a favor del sur. La razón es que las especies de este hemisferio son mucho más grandes. “Un pingüino puede pesar hasta 40 kilos, mientras que las aves marinas del norte más grandes no pasan de 180 gramos”, comenta Otero.
El resultado es que el 80% de los excrementos de las aves marinas se depositan en zonas subpolares del hemisferio sur y además lo hacen en lugares concretos donde se encuentran las principales colonias de estos animales. Esto supone la concentración de grandes cantidades de nitrógeno y fósforo y tiene muchas consecuencias, ya que modifican la química del suelo y del agua, proporcionan nutrientes para las plantas y para el fitoplancton y esto, a su vez, influye en la cantidad de CO2 que absorben los océanos.
Apoyo para otras investigaciones
En este trabajo también han participado el brasileño Tiago Osorio Ferreira, de la Universidad de São Paulo, integrado en el equipo de Otero, y el grupo de investigación especializado en oceanografía de Miguel Ángel Huerta Díaz, de la Universidad Autónoma de Baja California, en México. El resultado de esta colaboración, plasmada en el artículo de Nature Communications, “va a ser un punto de apoyo para otros investigadores”, afirma el científico de la Universidad de Santiago de Compostela, porque tiene numerosas implicaciones para el medio ambiente. “Los pingüinos están en crisis”, pone como ejemplo, “así que los ciclos globales de nitrógeno y fósforo dependerán del devenir de las aves marinas”.
La investigación realizada hasta ahora, que ha contado con el apoyo de la Fundación BBVA, podría completarse de diversas formas. Por ejemplo, analizando las diferencias entre lugares con climas distintos. “La temperatura o las precipitaciones hacen que el impacto de los excrementos sea diferente, por ejemplo, que se quede en el suelo o llegue a las aguas marinas”, comenta.
Además, los científicos podrían estudiar también otros componentes. “En los excrementos de las aves marinas encontramos casi toda la tabla periódica de los elementos y sería muy interesante estudiar qué ocurre, por ejemplo, con el cobalto o el zinc”, apunta.
Referencia bibliográfica | |
Seabird colonies as important global drivers in the nitrogen and phosphorus cycles. Xosé Luis Otero, Saul De La Peña-Lastra, Augusto Pérez-Alberti, Tiago Osorio Ferreira & Miguel Angel Huerta-Diaz. Nature Communications (2018) 9:246. DOI: 10.1038/s41467-017-02446-8. |