Los hábitos alimentarios de los cordobeses y su relación con el cáncer
UNICIENCIA/DICYT Identificar los patrones alimentarios de una comunidad puede resultar muy útil al momento de determinar su posible incidencia en el desarrollo de diversos cánceres. Pese a que la temática adquiere un interés creciente dentro de la epidemiología nutricional, existen escasos estudios al respecto en Latinoamérica y particularmente en Argentina. Un trabajo realizado en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), aporta evidencia sobre la relación entre esa enfermedad y los hábitos alimentarios de los cordobeses.
Se estima que los cinco principales riesgos para la salud están relacionados con el comportamiento y la alimentación: elevado índice de masa corporal, bajo consumo habitual de frutas y hortalizas, inactividad física, consumo de tabaco e ingesta excesiva de alcohol. De acuerdo a datos proporcionados por el Instituto Nacional del Cáncer (INC), dependiente del Ministerio de Salud de la Nación, varios tipos de cánceres son prevenibles y presentan factores de riesgo compartidos.
La investigación Cáncer y su asociación con patrones alimentarios en Córdoba, llevada adelante por profesionales de la Escuela de Nutrición de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC y el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud del Conicet, identificó y caracterizó hábitos alimentarios en la población adulta de Córdoba y estimó sus efectos en la ocurrencia de diversos tipos de cánceres.
“El desarrollo del cáncer está relacionado con los hábitos de vida de las personas, y según estudios internacionales, el 30 por ciento de los casos que ocurren podrían estar asociados a la alimentación habitual del individuo. Para evaluar el efecto de la dieta sobre esta enfermedad, se identificaron patrones alimentarios, entendiéndolos como una medida única de exposición de origen dietario”, explican los autores de la investigación.
Según el estudio, identificar patrones alimentarios permite reconocer los principales modos de comer de una población, valorando el consumo alimentario de manera integral. “Este enfoque permite estudiar su asociación con la incidencia de enfermedades como el cáncer, facilitando así la transferencia inmediata en recomendaciones a la población”, señalan los autores.
El trabajo de la UNC estableció patrones característicos en la población cordobesa general –en hombres y mujeres independientemente– y estimó sus efectos sobre el riesgo de padecer cáncer colorrectal (CCR), cáncer de mama (CM), cáncer de próstata (CP) y cáncer urotelial (CU). Cuando ciertas características de la dieta se asocian a un aumento del riesgo de padecer la enfermedad, los autores hablan de “efecto promotor”. El “efecto protector”, en cambio, alude a aspectos que disminuyen el riesgo de presentar cáncer.
El estudio epidemiológico establece que, en la población en general, los patrones “cono sur” (elevados consumos habituales de carnes rojas, papa y vino) y “bebidas azucaradas” (gaseosas y jugos) muestran un efecto promotor para el CCR y el CU, mientras que la ingesta habitual de frutas, vegetales y lácteos representan protección al desarrollo de estas enfermedades (patrón “prudente”).
En la población femenina, el CM se asocia directamente con los patrones cono sur femenino (carnes grasas, productos de pastelería, aceites y mayonesa), rural (carnes procesadas) y amiláceo (elevada ingesta de granos refinados y baja de granos enteros) y muestra asociación inversa con el patrón denominado prudente (frutas y vegetales no amiláceos, es decir con bajo contenido de almidón).
En los hombres, en tanto, algunos patrones alimentarios muestran un efecto promotor al CP, es el caso de los patrones cono sur masculino (carnes grasas, huevos, granos y vegetales amiláceos), bebidas azucaradas (jugos y gaseosas) y típico mesurado (carnes rojas magras e infusiones).
Cambiar es posible
Si bien numerosos estudios dan cuenta de asociaciones entre ciertos hábitos alimentarios y el desarrollo de cáncer, es importante recordar que se trata de una patología multicausal, cuya ocurrencia obedece a múltiples factores. “Por lo tanto, no sería adecuado hablar de relación directa del cáncer con la dieta como factor aislado, sino que debieran considerarse muchos otros factores mediadores como el tabaquismo, el sedentarismo, la carga genética o herencia y el sobrepeso”, advierten los autores.
La investigación llevada a cabo en Córdoba aporta una valiosa evidencia acerca del papel de los patrones alimentarios en la etiología de diversos cánceres, sobre todo si se considera que la alimentación constituye un componente del estilo de vida potencialmente modificable.
En esta línea, los investigadores indican que, a partir de los resultados obtenidos, y más allá de que se lleven adelante las estrategias de prevención del cáncer ya conocidas, es necesario promover una ingesta habitual de vegetales, frutas y lácteos (estos últimos de manera moderada en hombres), y disminuir el consumo de carnes rojas (fundamentalmente grasas), carnes procesadas, vegetales amiláceos (con almidón, por ejemplo la papa), vino y bebidas azucaradas.
En el caso de los hombres se sugiere moderar también el consumo de huevos y en mujeres, el de granos refinados, productos de pastelería (pan y facturas), aceites y mayonesa.
Acerca del estudio
El estudio “Cáncer y su asociación con patrones alimentarios en Córdoba” forma parte de una línea de investigación dentro del proyecto “Epidemiología Ambiental del Cáncer en Córdoba”, el cual reúne a investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad Católica de Córdoba.
Este grupo aborda, desde 2004, el estudio de la distribución espacial de la incidencia de cáncer en la provincia de Córdoba y conduce diferentes estudios epidemiológicos en el territorio provincial sobre factores de exposición de origen alimentario y ambiental, relacionados a los cánceres más frecuentes de la población Argentina.
La investigación “Cáncer y su asociación con patrones alimentarios en Córdoba” tuvo lugar en esta provincia entre 2006 y 2012. Se estudiaron 1.162 personas, con un promedio de edad de 67 y 62 años para hombres y mujeres respectivamente. Un grupo padecía diferentes tipos de cáncer y otros eran individuos sanos, que conformaron un grupo control.
Fue llevada a cabo por Sonia Alejandra Pou, Camila Niclis, Laura Rosana Aballay, Natalia Tumas, María Dolores Román y Julia Becaria Coquet, coordinadas por las profesoras María del Pilar Díaz y Sonia Edith Muñoz. Las citadas profesionales son docentes e investigadoras que llevan a cabo sus actividades en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud INICSA (Conicet-UNC), la Escuela de Nutrición de la Facultad de Ciencias Médicas (UNC) y el Centro de Investigación y Estudios en Cultura y Sociedad CIECS (Conicet-UNC).