Revelan índices negativos de salud y bienestar mental entre los profesionales de la salud en la pandemia
AGENCIA FAPESP/DICYT – Los profesionales de la salud brasileños de la red pública exhiben indicadores negativos de salud y bienestar mental durante la pandemia de COVID-19. De acuerdo con un estudio realizado en la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), el 86 % padece burnout o síndrome de desgaste profesional y, un 81 %, estrés. La mala calidad del sueño, síntomas depresivos y dolores corporales también se reportaron frecuentemente. Por otra parte, la mayoría de estos profesionales le asignan un gran sentido a los servicios que brindan a la sociedad.
“En este momento tenemos una fotografía de la situación, lo que no nos permite afirmar que la pandemia es responsable de los resultados recabados. Pero creemos que el impacto especialmente pesado del COVID-19 en Brasil hizo su aporte en índices tan malos”, argumenta Tatiana de Oliveira Sato, docente del Departamento de Fisioterapia y del Programa de Posgrado en Fisioterapia de la UFSCar. “Creemos que la pandemia influyó negativamente para arribar a estos resultados. La sobrecarga en el trabajo, las decisiones difíciles y los dramas vivenciados afectaron considerablemente a los profesionales de la salud, especialmente a aquellos que trabajaron en la primera línea”, dice De Oliveira Sato. En el artículo publicado, los autores escriben que Brasil es el país con la mayor cantidad de muertes entre profesionales de la salud.
“La idea original de la investigación surgió poco antes del COVID-19. Incluso fuera del contexto de la pandemia, estos profesionales afrontan muchas demandas y responsabilidades, y pretendíamos evaluar el efecto de ello sobre el bienestar físico y mental”, informa la investigadora. “Pero con la llegada del SARS-CoV-2, el proyecto terminó midiendo el efecto de la emergencia sanitaria sobre la salud de esos trabajadores”, añade.
El análisis de la primera recolección de datos de dicho proyecto –que aún está en curso− salió publicado en el periódico científico Healthcare. La iniciativa completa cuenta con el apoyo de la FAPESP y se encuentra en su fase final de recabado y análisis de los datos.
Un cambio de rumbo
Originariamente, los investigadores entrevistarían los voluntarios in situ. En principio, todos serían trabajadores de unidades del SUS (el Sistema Único de Salud, la red nacional de salud pública de Brasil) situadas en la localidad de São Carlos, en el interior del estado de São Paulo. Sin embargo, los trámites necesarios para iniciar la investigación de campo culminaron entre el final de 2020 y el comienzo de 2021, cuando la pandemia asolaba a todo el país y las vacunas se habían sido aplicadas entre una minoría de la población. “Por eso elaboramos un formulario online y ampliamos la búsqueda de personal que respondiera en todo Brasil”, comenta De Oliveira Sato. “Los criterios de inclusión consistían en trabajar en el SUS, tener más de 18 años y actuar directamente en la atención de pacientes”, añade.
Ese formulario se divulgó vía redes sociales, por correo electrónico e incluso a través de la prensa. Reunía cinco cuestionarios distintos, cada uno orientado hacia la cuantificación de un aspecto de la vida de los trabajadores. Entre ellos, el Copenhagen Psychosocial Questionnaire (que mide los aspectos sociales y psicológicos), el Pittsburgh Sleep Quality Index (que estima la calidad del sueño), el Nordic Musculoskeletal Questionnaire (responsable de evaluar problemas musculoesqueléticos) y el Beck Depression Inventory (que detecta síntomas depresivos).
En total, el formulario sumaba diez páginas. “Estimamos que cada persona tarda entre 20 y 30 minutos para contestar todas las preguntas. Y el cuestionario solamente quedaba incluido en la investigación cuando estaba completo totalmente”, reitera De Oliveira Sato. Asimismo, se utilizaron aparatos para medir la cantidad de actividad física de los que respondieron localmente para componer las evaluaciones.
Al final, 125 profesionales de la salud participaron del estudio, cuya primera fase de recabado de datos se concretó entre junio de 2021 y abril de 2022. Los datos publicados hasta ahora se refieren a la primera evaluación –o baseline– y aún no cuentan con información sobre la actividad física. Pero el proyecto incluyó otros cuatro momentos de análisis: a los tres, seis, nueve y 12 meses pasada la primera recolección.
“A esta cohorte le dimos el nombre de HÉROES. Por cierto, pensamos bastante en el nombre, pues no queríamos que se entendiera este término como una analogía que indicase que los profesionales de la salud son sobrehumanos, que no se cansan ni se quebrantan. Nuestra propuesta con este nombre era a decir verdad un homenaje, para llamar la atención sobre la necesidad de valorar a los trabajadores, que fueron tan fuertemente afectados por la pandemia”, revela De Oliveira Sato. Al final, alrededor de 60 personas participaron de todas las etapas.
Los primeros hallazgos
Los datos que se dieron a conocer en el artículo publicado destacan una alta prevalencia de síntomas musculoesqueléticos: el 64 % reportó dolores en el cuello, el 62 % en los hombros, el 58 % en la columna torácica y el 61 %, lumbares. De acuerdo con De Oliveira Sato, la propia rutina del trabajo –muchas horas de pie, manipuleo de pacientes, ritmo de trabajo acelerado y así sucesivamente– ayuda a explicar estos datos. “Pero la sobrecarga mental también puede disparar ese malestar debido a la tensión que provoca en el cuerpo”, añade.
En el apartado psicosocial, según los autores, los indicadores son preocupantes. Entre los participantes, el 81 % manifestó estrés, y un 86 %, burnout. Los síntomas depresivos leves fueron se detectaron en el 22 % de los profesionales de la salud. Otro 16 % presentó síntomas depresivos moderados y un 8 %, severos. Por lo demás, el 74,4 % mostró una mala calidad del sueño.
Aún es necesario analizar la evolución de los indicadores en el transcurso del tiempo, pero De Oliveira Sato pone de relieve que estudios con otras poblaciones tienden a mostrar cifras menores. Por ejemplo: cinco metaanálisis destacados en el artículo de la UFSCar exhiben una tasa de síndrome de desgaste profesional en trabajadores de la salud que varió entre un 25 % y un 37 %. En tanto, el estrés varió del 17 % al 57 % en nueve metaanálisis apuntados, valores muy inferiores a los registrados en el estudio de la UFSCar.
El ambiente en el trabajo
Entre los que respondieron, el 75 % evaluó negativamente las demandas emocionales ligadas al trabajo, el 61 % criticó el ritmo del servicio y el 47 % reprobó la imprevisibilidad del trabajo. Son esos los factores psicosociales con peor evaluación en el artículo. Con todo, llaman también la atención las altas tasas de conductas ofensivas registradas: el 15 % declaró haberse visto afectado por atenciones sexuales indeseables (lo que engloba a toda conducta sexual de la cual la persona no quería ser objeto); un 26 % recibió amenazas y un 9 % sufrió efectivamente alguna violencia física; y un 17 % reportó acoso o bullying.
“Esto es lamentable. Todos esos números deberían dar cero. No es admisible encontrar ese tipo de problemas en cualquier ambiente de trabajo”, afirma De Oliveira Sato. La investigadora reitera que las mujeres jóvenes son las que más sufren la atención sexual indeseable. Y que mientras que las amenazas de violencia provienen principalmente de los pacientes y sus familiares, el acoso es oriundo fundamentalmente de compañeros de trabajo, y en menor medida de supervisores.
Por el lado positivo, la investigadora pone de relieve que más del 90 % de los participantes creen que realizan un trabajo muy significativo y alrededor del 80 % se dicen comprometidos con el trabajo, aun en medio de un ambiente tan estresante.
Limitaciones e implicaciones
De Oliveira Sato hace hincapié que la cantidad relativamente pequeña de personas que respondieron el primer formulario (125) y la cifra aún menor de individuos (alrededor de 60) que siguieron hasta la última fase de evaluación dificultan efectuar extrapolaciones y análisis orientados hacia una u otra región específica. “Pero un gran valor de esta investigación reside en su profundidad”, contrapone.
Según la investigadora, la información recabada es suficiente como para presionar a líderes y autoridades por mejoras en las condiciones de trabajo en el SUS, incluso porque los profesionales afectados física y mentalmente no siempre logran ofrecerle la mejor atención posible a la población. “Esto debe redundar en más contrataciones, mejores remuneraciones, jornadas menos agotadoras y una capacitación adecuadas”, apunta la científica. Cuestiones sencillas, como la de ofrecer condiciones y capacitaciones sobre las mejores formas de cargar a los pacientes sin sobrecargar los propios cuerpos, pueden aportar grandes mejoras en el aspecto musculoesquelético. A su vez, la creación de redes de soporte contribuiría para mitigar el impacto emocional. “Los profesionales de la salud también deben ser tenidos como trabajadores, y merecen nuestra atención”, culmina diciendo.