Medio Ambiente Brasil São Paulo, São Paulo, Lunes, 29 de abril de 2024 a las 09:56

Sin un manejo adecuado, la sabana brasileña se enrarece y se vuelve menos resiliente al cambio climático

Un estudio llevado a cabo durante 14 años en el bioma conocido como Cerrado muestra que la transformación de su vegetación típica transcurre aceleradamente

AGENCIA FAPESP/DICYT – Debido al acelerado proceso de destrucción del bioma conocido como Cerrado en Brasil, que es la sabana tropical del país, y a la falta de un manejo adecuado de sus áreas remanentes, grandes extensiones de este territorio se están transformando en lo que se conoce allí como cerradão, una formación forestal pobre en biodiversidad en la cual las especies típicas del Cerrado se mezclan con otras generalistas, que ocupan bosques en galería y otras estructuras.

 

Los científicos se preguntan si ese cerradão es capaz de preservar la biodiversidad del Cerrado, o si tiende a evolucionar hacia un tipo de bosque biodiverso similar al Bosque Atlántico; o ni una cosa ni la otra. Un estudio de largo plazo se ha enfocado ahora en este tema. Y en él se han investigado los cambios registrados en el transcurso de 14 años en 256 parcelas que totalizan una superficie de muestreo de 10,24 hectáreas, en un cerradão situado en el interior de una unidad de conservación del estado de São Paulo: la Estación Ecológica de Assis. Dicho trabajo salió publicado en el periódico científico Forest Ecology and Management.

 

El referido estudio, concebido y supervisado por la profesora del Instituto de Biología de la Universidad de Campinas (IB-Unicamp) Giselda Durigan, forma parte del proyecto doctoral de su autor principal, Francisco Ferreira de Miranda Santos. Y entre otros colaboradores, contó con la participación de Ricardo Ribeiro Rodrigues, el director de tesis de Miranda Santos.

 

El lugar que el grupo ha estudiado se encuentra protegido con relación al fuego desde hace al menos 60 años, y por ende no se ha beneficiado con la concreción de quemas regulares criteriosas (con zonificación del área total y un cronograma de incendios en fechas apropiadas, en un sistema de rotación), lo que actualmente se reconoce como una técnica de manejo de suma importancia para la preservación del Cerrado (lea más en: agencia.fapesp.br/26085). Sin quemarse durante todo ese tiempo, los árboles se han densificado y han crecido, por eso se han evaluado las modificaciones en la estructura de la comunidad vegetal y en la composición de las especies.

 

Durigan pone de relieve el esfuerzo de los investigadores. “Los estudios de dinámica de bosques son lentos por naturaleza. Los cambios requieren su tiempo y se hace necesario esperar pacientemente que el bosque nos cuente su propia historia. El reto radica en entender de qué manera los extremos de calor y frío, el exceso o la falta de lluvias, los temporales o la mera competencia entre los propios árboles, en disputa por recursos tales como la luz, el agua y los nutrientes, van orientando los cambios a través del tiempo. Aparte de la paciencia, estos estudios demandan también disciplina y un trabajo arduo para recabar datos en distintas ocasiones. Y después inspiración y base teórica para formular hipótesis e interpretar lo que muestran los datos”, dice.

 

El tamaño de la extensión estudiada (más de 10 hectáreas) y la cantidad de árboles identificadas y medidas (más de 20.000) transformaron a este estudio en un gran desafío. “En cada oportunidad que se concretó una medición, con un equipo compuesto por cuatro personas que trabajaba alrededor de un año para medir nuevamente todos los árboles, reemplazar la numeración perdida e identificar y marcar nuevos ejemplares, enfrentando lluvias, espinas, garrapatas, miasis, madrigueras de armadillos, etc. Posteriormente, al hacer de esto el objeto de su doctorado en ecología en la Unicamp, Miranda Santos pasó meses delante de la computadora organizando el gigantesco banco de datos, detectando inconsistencias, actualizando la nomenclatura de las especies y cotejando las mediciones realizadas en distintas ocasiones para conocer la historia de cada árbol”, comenta la investigadora.

 

Este relato es interesante, pues ayuda a echar por tierra la falsa idea de que el proceso científico es una avenida recta. Luego de que un estudio sale publicado, excepto por las dificultades inherentes al lenguaje técnico, todo parece sencillo. Empero, para arribar a tal simplicidad, se requiere de mucho esfuerzo. Durigan comenta que Miranda Santos y ella afrontaron juntos el desafío de corregir un error histórico en la malla de coordenadas de las 256 parcelas, que se arrastraba desde el comienzo y dificultaba el trabajo más aún. “Solamente había una solución: ingresar al monte, buscar los árboles numerados dentro de algunas parcelas, mapear su ubicación real y compararla con su posición en el mapa. Así fue como descubrimos que era un erro muy fácil de corregirse: bastaba con girar la malla de coordenadas 90 grados a la izquierda y todo volvía a su debido lugar.”

 

Como resultado de este estudio, los investigadores descubrieron que al cabo de 14 años más de la mitad de los árboles que existían en el relevamiento inicial se habían muerto. Y otros 10.000 aproximadamente habían nacido y crecido hasta llegar a los cinco centímetros de diámetro. Si bien 14 años pueden parecer un lapso de tiempo largo a la escala de la vida humana, es un intervalo muy corto para una reconfiguración vegetal tan grande. En otras palabras: una vez que se desencadena, la degeneración del Cerrado en cerradão puede ocurrir bastante rápidamente.

 

“La cantidad total de árboles disminuye en el transcurso del tiempo. La competencia que imponen los árboles grandes ha causado la muerte de los menores. El resultado de esta ‘guerra’ es que vencen los mayores, que siguen creciendo y acumulando biomasa y carbono. Pero los árboles más grandes del cerradão no lo son tanto como los de los bosques tropicales, y raramente superan los 30 centímetros de diámetro. Y éstos prácticamente se han triplicado al cabo de 14 años”, informa Durigan.

 

Según la investigadora, este estudio demostró que no es solamente la estructura lo que cambia, sino también la composición de las especies. Mientras que las especies típicas de los bosques y las llamadas generalistas, que toleran la sombra, siguen llegando y proliferando, las especies típicas del Cerrado van desapareciendo, acometidas por la oscuridad. “Los raros árboles del Cerrado que aún se encuentran de pie no dejan descendientes, pues no germinan o no crecen a la sombra. Y así es como se terminan los árboles de pequi o nuez souari [Caryocar brasiliense], de mangaba [Hancornia speciosa], del zapote curriola [Pouteria ramiflora], el barbatimão [Stryphnodendron] y la paineirinha [Eriotheca gracilipes], entre muchas otras especies icónicas”, comenta.

 

¿Qué significan estos cambios desde el punto de vista de la conservación? “Primeramente, que no se puede esperar que esta área contribuya para la conservación de la flora del Cerrado. El ambiente de sombra del cerradão resulta hostil para las especies típicas de la sabana brasileña. Si bien la riqueza de especies ha aumentado casi un 10 %, la pérdida de árboles del Cerrado es dramática e irreversible. En segundo lugar, resulta preocupante esa acumulación continua de biomasa en una región de suelos arenosos y profundos, que no son capaces de retener la humedad”, responde Durigan.

 

Esto significa que el cerradão es más vulnerable al colapso en episodios de sequía prolongada que las extensiones abiertas del Cerrado. No es necesario recordar que nos encontramos cada vez más en un contexto de crisis climática global, en el cual los denominados “eventos extremos” tienden a ocurrir con creciente frecuencia. Cuanto mayor es la biomasa arbórea, mayor es la interceptación de la lluvia desde las copas y mayor es el consumo de agua de los árboles. Si ingresa menos agua y el consumo aumenta, será menor la duración de las existencias de agua almacenadas. En otras palabras, si bien una sequía de cinco meses no afecta a los árboles en las áreas de Cerrado abierto, la misma sequía puede ocasionar una mortandad elevada en el cerradão.

 

“Si los cambios climáticos en la región se encaminan hacia un aumento y una mejor distribución de las lluvias, este nuevo bosque sería compatible con las condiciones ambientales locales. No obstante, las alteraciones que ya hacen sentir en la zona llegan con temperaturas nunca registradas, que obligan a los árboles a consumir más agua todavía, con las lluvias que escasean, de manera tal que la probabilidad de un colapso se vuelve cada vez más grande. Si se mueren muchos árboles, el carbono que habían fijado regresa a la atmósfera. Asimismo, una mayor cantidad de madera muerta hace que se incrementen las probabilidades de incendios catastróficos. A diferencia del Cerrado típico, el cerradão no es una vegetación adaptada al fuego. De quemarse en condiciones extremas, pasa a funcionar como un bosque degradado”, pondera la investigadora.

 

Y Ribeiro Rodrigues comenta: “El artículo referido expresa un gran esfuerzo personal del doctorando Miranda Santos, quien así se consolida como científico, y es el primero que exhibe la dinámica de una parcela permanente de más de 10 hectáreas continuas del cerradão paulista, con datos sorprendentes de la velocidad, la intensidad y la dirección de los cambios en la composición de especies arbóreas en el transcurso de un período temporal. Se trata de un gran aporte al sostén de buenas políticas públicas de conservación y restauración de la biodiversidad, en el contexto del desafío que imponte el cambio climático.”

 

Ribeiro Rodrigues destaca además que este estudio afianza científicamente una hipótesis que los investigadores ya habían planteado, pero que aún no se había puesto totalmente a prueba a esa escala: que la actitud simplista de meramente proteger la biodiversidad, aislando los fragmentos naturales o restaurados con relación a cualquier perturbación antrópica, pero ignorando el contexto histórico y cultural de manejo sostenible de los ecosistemas naturales, puede no ser la mejor solución, incluso para la biodiversidad.