Un investigador del Centro del Cáncer de Salamanca define nuevos parámetros pronósticos aplicables a meningiomas
Ana Victoria Pérez/DICYT La presencia de anomalías en el cromosoma 14/14q, una edad inferior a 45 años y que el tumor sea detectado en cualquiera de sus dos fases más agudas son, según se desprende de los estudios desarrollados por el científico del Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, José María Sayagués, una serie de factores clave que permiten a los oncólogos pronosticar la reaparición de un meningioma; pequeños tumores primarios que suelen aparecer en la capa más superficial de las membranas que envuelven el cerebro, o en otros puntos del sistema nervioso central, esencialmente la columna vertebral, y de los que apenas se diagnostican anualmente seis nuevos casos por cada 100.000 habitantes.
Este joven investigador, cuyo trabajo ha sido reconocido con el premio de la Fundación Doctor Moraza a la mejor tesis doctoral 2006, explica “cuando inicié el estudio, bajo la coordinación de los doctores Alebrto Orfao, director del Banco Nacional de ADN y Ángel Maíllo, jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Clínico Universitario de Salamanca, nos dimos cuenta de que el principal factor pronóstico con el que contábamos a la hora de determinar si el meningioma reaparecería o no, era la histología del tumor. Básicamente diferenciábamos la gravedad de la patología en tres fases, los tumores benignos, los atípicos y los anaplásicos, siendo estos dos últimos los que cuentan con mayores porcentajes de reaparición a los cinco años de haber sido estirpados, de un 38% en el primer caso y de un 78% en el segundo”.
Estudios anteriores habían descrito una serie de alteraciones genéticas en cada una de estas fases lo que empujó a los científicos del instituto de investigación salmantino a analizar la composición del genoma de las células tumorales en busca de respuestas concretas que les permitiesen, por un lado, determinar qué tipo de anomalías eran las más frecuentes en los meningiomas y a qué genes afectaban, mientras que por otro, estudiaban si dichas mutaciones daban lugar a varios tipos de células cancerosas dentro de un mismo tumor.
Otro de los puntos clave de la investigación se concentró en analizar cómo condicionaban las alteraciones genéticas detectadas el comportamiento clínico, biológico y evolutivo de los meningiomas, mientras que el tercer reto que se impusieron los científicos consistía en investigar la posible influencia del micromedioambiente en el comportamiento de estas patologías, para lo que compararon la evolución de meningiomas intracraneales y los espinales.
Para ello analizamos un total de 155 pacientes con una edad media de 59 años, de los cuales 141 presentaban meningiomas intracraneales y 14 espinales. En todos ellos analizamos la pérdida o ganancia de los cromosomas 1, 9, 10, 11, 14, 15, 17, 18, 22, X e Y empleando técnica de hibridación in situ fluorescente (FISH), que posteriormente relacionamos con las características clínico-biológicas y evolutivas de la enfermedad; esto es, la fase en la que se encontraban y si reaparecieron o no en un periodo de cinco años.
La relevancia del cromosoma 14
Los resultados han dado lugar a un total de cinco publicaciones científicas en revista de impacto como el Journal of Clinical Oncology o el Journal of Molecular Diagnostics en las que se ha avanzado que la alteración genética más frecuente en la mayor parte de los meningiomas es la pérdida del cromosoma 22/22q en el conjunto de pacientes y la desaparición del cromosoma Y entre los varones, mientras que la ganancia de los cromosomas 1, 9, 10, 11, 14, 15, 17 y X, este último en un 35% de las mujeres que formaban parte del estudio y 23% de los varones, fueron otras anomalías abundates.
Los estudios de FISH mostraron que el 45% de los casos analizados presentaban un único clon o tipo de célula tumoral, correspondiendo todos ellos a meningiomas benignos. Los casos restantes, un 55%, presentaron dos ó más células tumorales mutadas, lo que se tradujo en un peor pronóstico de la patología. Por otra parte, la ganancia (trisomía/tetrasomía) del cromosoma 22 se detectó en 9% casos, constituyendo un indicador de reaparición temprana de la enfermedad. Esta junto con la pérdida del cromosoma 14 han constituyen las claves genéticas que los investigadores han utilizado para determinar las posibilidades que el paciente tiene de que el meningioma reaparezca.
Precisamente es el cromosoma 14, el que según José María Sayagués centrará a partir de ahora el trabajo de los investigadores, ya que, según apunta el científico, “sería de gran ayuda para esclarecer los mecanismos que regulan el avance de la enfermedad conocer qué gen está involucrado en la pérdida de este cromosoma”.