Ciencias Sociales España , Valencia, Viernes, 18 de septiembre de 2009 a las 17:23

Un paseo por el “lado suave” de la transferencia de conocimiento

Elena Castro Martínez es miembro del grupo de INGENIO (CSIC-UPV) y de la Comisión de Expertos de la OEI

Elena Castro/OEI-AECID/DICYT Este verano me llegó la invitación a un curso de verano de la Universidad de Lisboa, dirigido a emprendedores, investigadores y técnicos de transferencia de universidades y organismos de investigación con un título muy llamativo: “A walk on the wild side of knowledge transfer”. Tarareando mentalmente la canción de Lou Reed leí el programa, tan creativo como su título, y vi que en él se abordaban los aspectos más difíciles de las negociaciones sobre licencia de títulos de propiedad industrial y sobre la creación de empresas innovadoras. Recordé experiencias personales en situaciones como las que allí se describían y, sin duda, varios de los adjetivos y sustantivos utilizados (oscuro, difícil, problema, obstáculo, ataque, truco sucio) habían pasado por mi mente en tales momentos.

 

El programa me pareció interesante y bien enfocado, pero parcial, pues sólo trataba sobre una parte de los conocimientos y de las formas de transferencia de conocimiento que pueden darse: las relacionadas con los conocimientos que pierden “valor de mercado” cuando son compartidos. Este es el caso de muchos nuevos productos y procesos industriales que si no se protegen mediante los títulos de propiedad disponibles (patentes, variedades vegetales, propiedad intelectual) es muy probable que nunca sean utilizados. Las empresas que estarían dispuestas a producirlos sólo lo harán en caso de disponer de un número de años suficiente para hacerlo en exclusiva, ya que su puesta en el mercado exige desembolsos cuantiosos en las etapas de desarrollo e industrialización, y nadie haría este esfuerzo si cualquiera de sus competidores también lo puede producir. Esto pasa con los productos farmacéuticos, que han de pasar muchas etapas costosísimas y de alto riesgo antes de que las autoridades sanitarias de los países permitan su comercialización.


A mi modo de ver, existe otro “lado” de la transferencia de conocimiento que he llamado el “lado suave” porque, sin estar exento de dificultades, en él no se dan las situaciones antes descritas. Me refiero aquí a los nuevos conocimientos que, al contrario de los anteriores, no pierden valor “socioeconómico” por el hecho de estar al alcance de cualquiera. En realidad, es el usuario el que les da el “valor” al incorporarlos a sus productos o servicios. Muchos de los conocimientos generados en nuestras universidades pertenecen a este grupo: los que surgen de la investigación en ciencias sociales y humanas, la mayoría de los obtenidos por los investigadores que trabajan en ecología, muchos de los que resultan de la investigación en medicina y veterinaria como los métodos de tratamiento quirúrgico o terapéutico del cuerpo humano o animal. En definitiva, gran parte de los que se obtienen en todas las áreas del saber, que no cumplen los requisitos para ser protegidos, pero pueden tener una gran utilidad social o económica.


¿A qué tipo de conocimientos o formas de conocimiento me refiero? Pues a los conocimientos, específicos o generales, acumulados tras muchos años de investigación y experiencia que pueden ser incorporados como contenidos en diversos ámbitos, tales como productos educativos o culturales de diversa índole (edición de materiales educativos, culturales o recreativos, exposiciones, montajes audiovisuales o teatrales, etc.), en informes técnicos útiles para el diseño y evaluación de políticas públicas o de entidades diversas (estudios de impacto arqueológico), para sustentar decisiones políticas o para legitimarlas. También son muy interesantes las metodologías analíticas y técnicas instrumentales de análisis e investigación que facilitan el manejo e interpretación de datos y en muchas instituciones poseen bienes, tales como libros, colecciones (mapas, repertorios musicales, incunables, fotografías), instrumentos científicos, piezas del patrimonio histórico y artístico cuya utilización o reproducción puede tener un valor socioeconómico importante, puesto que, en algunos casos, se trata de piezas únicas o de difícil acceso.


El “lado suave” de la transferencia de conocimientos presenta otro tipo de dificultades y, aunque no lo parezca, probablemente es más difícil de llevar a cabo que el “lado salvaje”, porque sus potenciales usuarios ni siquiera son a veces conscientes de que necesitan esos nuevos conocimientos, de forma que los beneficios son mucho más difíciles de identificar y valorar, tanto para los implicados como para quienes deben financiar las relaciones.


Los retos son, por tanto, apasionantes. Quienes se ocupen de fomentar y gestionar la transferencia de conocimientos en el “lado suave” deberán dedicar sus esfuerzos a impulsar y facilitar las relaciones entre los grupos de investigación y los potenciales usuarios de sus conocimientos, que, en muchos casos, se ignoran o están muy lejanos o desconectados. En el proceso de concreción de las relaciones las dificultades estarán probablemente centradas en encontrar recursos para financiar las iniciativas conjuntas. Muchos de estos usuarios son empresas culturales, administraciones públicas de distinto nivel, comunidades, asociaciones, etc., que no siempre poseen recursos para financiar el proceso de adopción de los conocimientos. Eso significa que será necesario invitar a participar en estos procesos a otros actores y tratar de que se impliquen y contribuyan con sus apoyos a favorecer la adopción de nuevos conocimientos por parte de estos agentes sociales que al igual que las industrias, necesitan nuevos conocimientos para desarrollar mejor su papel social. ¡Ardua e inmensa tarea que aún está, en gran medida, por desarrollar!