Una simulación de la Nasa muestra las consecuencias de un mundo sin defensa ante los rayos ultravioletas
NASA/DICYT Estamos en el año 2065. Cerca de dos tercios del ozono terrestre ha desaparecido, no sólo en los polos, sino en todo el planeta. El tristemente célebre agujero de ozono sobre la Antártida, descubierto por primera vez en los años ochenta, tiene un gemelo sobre el Polo Norte. La radiación ultravioleta que cae sobre las ciudades de latitudes medias como Washington D.C. es lo suficientemente fuerte como para causar quemaduras de sol en sólo cinco minutos.
Este es el mundo que habríamos heredado si 193 naciones no hubieran acordado prohibir las substancias que merman el ozono, según exponen químicos atmosféricos del Centro de vuelo espacial Goddard de la Nasa (en Greenbelt, Estados Unidos), de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos), y de la Planbureau voor de Leefomgevig (agencia de asesoramiento medioambiental de los Países Bajos, ubicada en Bilthoven.
Liderado por el científico del centro Goddard Paul Newman, el equipo ha simulado "lo que podría haber pasado" si los gases CFC (clorofluorocarbonos) y otros similares no hubieran sido prohibidos por el tratado conocido como Protocolo de Montreal. La simulación utiliza un modelo comprehensivo que incluye los efectos químicos en la atmósfera, los cambios en el viento y los niveles de radiación. El análisis ha sido publicado en línea en la revista científica Atmospheric Chemistry and Physics.