Alimentación España , Salamanca, Miércoles, 23 de febrero de 2005 a las 20:41

Castilla y León ha perdido el 50% de su población de águila perdicera

La especie ha sido elegida ave del año por la Sociedad Española de Ornitología

AVPR/DICYT Castilla y León ha visto disminuir en las últimas décadas su población de águilas perdiceras en un 50%. La comunidad, junto con el Levante español (Cataluña y Valencia, donde se ha perdido un 25% de los ejemplares) y la comunidad aragonesa (30%), constituían hasta el momento los hábitats predilectos de esta especie en la Península Ibérica. La Sociedad Española de Ornitología denuncia su desaparición progresiva, y apuntan como factores responsables de la disminución del número de individuos el deterioro de su hábitat natural y el elevado número electrocuciones que se producen a causa de la proliferación de tendidos eléctricos.

La situación ha alcanzado niveles tan graves que la Sociedad Española de Ornitología ha decidido nombrarla ave del año 2005, y la ha incluido en el Libro Rojo de aves en peligro de extinción, aunque en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas todavía se considera "vulnerable".

El águila perdicera, también conocida como águila de Bonelli, es una especie característica de los
ambientes mediterráneos, donde se instala en territorios donde predominan los matorrales, pastizales y cultivos típicos de secano. Se trata de áreas en las que es fácil encontrar perdices y conejos que constituyen su fuente de alimento principal. El águila de Bonelli prefiere, sin embargo, los cortados rocosos y barrancos para instalar sus nidos.

Se calcula que España alberga el 70% de los individuos europeos de la especie, con una población que ronda las 750 parejas. Un número importante si se tiene en cuenta que La población europea es muy pequeña, y en su conjunto es inferior a las 1.000 parejas.

Un 50% mueren electrocutadas

Entre las principales amenazas a las que se enfrenta el águila de Bonelli se encuentran la pérdida de la calidad de su hábitat, debida a cambios en los usos del suelo que afecta, tanto a territorios de reproducción como a zonas de dispersión. A esto se une un descenso del número de especies que constituyen su alimento, como el conejo o la perdiz roja, por enfermedades y/o una gestión inadecuada de los recursos cinegéticos. El cambio paulatino de la dieta está forzando a estas rapaces a seleccionar especies menos adecuadas, como son las palomas, gaviotas o córvidos, facilitando la transmisión de enfermedades. A pesar de todo se calcula que el 50% de las muertes de águilas perdiceras son por electrocución al colisionar los animales con los tendidos eléctricos.