¿Cómo eligen sus áreas de invernada las aves de la sierra de Guadarrama?
MNCN/CGP/DICYT A la hora de elegir sus áreas de invernada, las aves forestales de la sierra de Guadarrama se decantan por aquellas zonas con una temperatura más elevada, mayor insolación, próximas a refugios frente a depredadores y con una mayor disponibilidad de alimento. Sin embargo, la importancia relativa de estos factores difiere en función de la escala espacial que consideremos, según revela la tesis doctoral de Sara Villén-Pérez realizada en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).
El escenario elegido para la investigación son los bosques de roble melojo (Quercus pyrenaica) de la sierra de Guadarrama situados entre los 1.000 y 1.600 metros de altitud, y cuya avifauna invernal se compone principalmente de paseriformes . Aunque la temperatura media invernal oscila en torno a 1'5 grados centrígrados, su relieve montañoso le confiere una gran variedad desde el punto de vista térmico.
La cuestión fundamental que vertebra esta tesis es averiguar si la temperatura es tan relevante a la hora de determinar la distribución de las especies de aves, como se asume hasta ahora, y hasta qué punto es importante en relación con otros factores ambientales como la radiación solar, la velocidad del viento, la altitud, la estructura del hábitat, el riesgo de depredación y la disponibilidad de alimento. Asimismo, el objetivo también es entender si las aves responden a la temperatura promedio o si son capaces de discernir, por ejemplo, entre las temperaturas nocturna y diurna.
Curiosamente, en invierno las aves se ven limitadas por la temperatura mínima nocturna, no afectándoles la temperatura que haga durante el día. Las largas y frías noches invernales constituyen una prueba durísima para los paseriformes forestales ya que han de soportar quince horas de ayuno e inactividad, sólo con las reservas grasas que hayan acumulado el día anterior. Esto explica que la temperatura mínima nocturna sea entre tres y cinco veces más relevante que la temperatura diurna en la distribución de las aves en los melojares.
La presencia de alimento también es un factor determinante. Los pájaros que se alimentan en el suelo y en los matorrales del sotobosque como el mirlo, el pinzón vulgar y el petirrojo, se distribuyen de acuerdo a la disponibilidad de alimento en los arbustos que ofrecen frutos como los rosales, majuelos y endrinos, y no en relación a la disponibilidad de artrópodos en el suelo. Esto es así porque mientras los frutos de los arbustos son predecibles y seguros, no ocurre lo mismo con los artrópodos en el suelo que serán inaccesibles en cuanto nieve. Igualmente, las aves forestales prefieren los robledales situados a menor altitud, donde nieva con menos frecuencia y la nieve dura menos tiempo en el suelo.
Importancia del refugio
Aunque la temperatura condicione su distribución invernal, a la hora de buscar alimento los pájaros han de ser cuidadosos para evitar ser depredados. Por ello, siempre han de contar con un refugio cercano como el que ofrecen los bosques maduros, donde la densidad de la vegetación impide que entren los depredadores de mayor tamaño. La cercanía a un refugio es casi tres veces más importante que la temperatura cuando las aves eligen los lugares donde alimentarse.
En los meses fríos el sol es un gran aliado. Además de proporcionar calor y mejorar la visibilidad, también incrementa la actividad de los artrópodos. La importancia de la radiación puede apreciarse a diferentes escalas. Por un lado, las aves buscan parcelas con buena orientación, para que la insolación sea máxima, y las aves que se alimentan en el suelo seleccionan bosques jóvenes donde llega mayor radiación al sotobosque. Además, dentro de estas parcelas, las aves rechazan los enclaves en sombra para no perder calor. Pero la insolación también influye en la elección del lugar para dormir. Al pasar la noche en un enclave que suele recibir mayor cantidad de radiación solar durante el día, se garantiza la optimización en la búsqueda de alimento a la mañana siguiente.
Uno de los resultados más sorprendentes de la investigación es constatar que las aves forestales mediterráneas pueden resistir una ola de frío extremo, como la ocurrida en febrero de 2012. En el robledal donde se hizo el estudio, situado a 1300 metros de altitud, la temperatura media diurna fue de -4 grados cientígrados y las rachas de viento superaron los 50 kilómetros por hora. Aun así, ninguna de las especies estudiadas disminuyó su abundancia. Todo indica que las aves mediterráneas son capaces de resistir una caída excepcionalmente drástica de las temperaturas siempre y cuando los lugares donde buscan el alimento no estén cubiertos por la nieve o el hielo.
En síntesis, esta tesis doctoral enfatiza la importancia de considerar el escenario ecológico y la historia natural de las especies para entender los mecanismos funcionales implicados en su distribución a grandes escalas. Esto es especialmente relevante si se quiere predecir la respuesta de las aves a la temperatura en un escenario de cambio climático, ya que como señala la investigadora Sara Villén-Pérez: "Si no tenemos en cuenta otros factores ambientales, corremos el riesgo de generar predicciones fuertemente sesgadas y de inflar la magnitud del efecto del cambio climático, sobrestimando la influencia de la temperatura sobre la abundancia de especies y subestimando la plasticidad de las especies para responder a los cambios de temperatura".