El dolor crónico altera circuitos cerebrales
INFOUNIVERSIDADES/DICYT Hasta qué punto puede decirse que el dolor crónico “lastima” el cerebro, y si los trastornos del cerebro causados por el dolor afectan algo que tenga que ver con aspectos emocionales, fueron los planteos de la investigación argentina que recogió “Neuroscience Letters”, una revista internacional del grupo editorial Elsevier. Físicos y médicos de la UBA y de la Universidad Nacional de Rosario realizaron ensayos en personas sanas y en pacientes con dolores crónicos en estado de reposo, en cuyos cerebros detectaron “el balance de correlaciones alterado”, es decir, regiones cerebrales que deben “apagarse” permanecen “encendidas”, lo que provoca “problemas de insomnio y de toma de decisiones” incluso en pacientes que ya no sienten dolor.
“El dolor crónico altera circuitos cerebrales” señaló Pablo Balenzuela, uno de los investigadores. “El cerebro se acostumbra y el dolor sigue”, por lo que los dolores persisten aun cuando desaparezca el daño. Los investigadores dedujeron que el tratamiento no debe centrarse en el lugar del dolor sino en “fallas de conexión del cerebro”. Claro que pese a demostrar que “el origen del dolor está en el cerebro” desconocen aún las causas de las alteraciones “permanentes” en las conexiones cerebrales.
En los últimos tiempos, los estudios con resonancia magnética funcional demostraron que los enfermos con dolor sostenido tienen algunas alteraciones cerebrales y esas alteraciones están relacionadas con la intensidad y la duración de la dolencia.
Uno de los dolores crónicos más corrientes es el dolor de espalda que, junto al de cintura, constituye uno de los principales argumentos para justificar el ausentismo laboral y para el que no existe un tratamiento totalmente efectivo. Por muchas décadas, el dolor crónico era un dolor agudo que pasaba a la cronicidad, lo que llevó a tratar ambos padecimientos como si fueran lo mismo.
Pero los científicos localizaron “tres sitios del cerebro en pacientes con dolor crónico de cintura, que tenían la conectividad alterada respecto de centros normales. Había un cambio en la comunicación entre regiones de la corteza frontal y la insular, que es un área relacionada con la percepción del dolor. Al sujeto no le dolía la espalda sólo cuando estaba haciendo una tarea, le dolía siempre, entonces, teníamos que ser capaces de ver un marcador claro de lo que estaba pasando”.
Utilizando doce pacientes y doce personas sanas a las que se les pidió que pusieran sus mentes en blanco y no hicieran absolutamente nada, los investigadores advirtieron el mismo desequilibrio, lo cual les demostró que “las alteraciones cerebrales están presentes aun cuando el paciente está descansando”. Y que esto se haya demostrado en ausencia de cualquier hipótesis previa es una particularidad significativa.
En esta línea, se consideró que si uno, por ejemplo, va al médico y se queja de un determinado dolor y el profesional no encuentra nada anormal que pueda provocar la dolencia, pero uno sigue quejándose, se está demostrando algo objetivo y esa alteración echa por tierra cualquier prejuicio y, por lo tanto, permite lograr que personas que no reciben tratamiento tengan acceso a la consideración del médico. Lo que resulta de suma importancia porque plantea un potencial uso para diagnóstico y seguimiento de la patología del dolor.
Nuevos caminos para el tratamiento del dolor crónico
Aportar un conocimiento concreto y objetivo sobre la relación entre el dolor y el cerebro, y la respuesta al interrogante acerca de si el dolor causa algo más que dolor, fue el resultado de un trabajo en el que los investigadores no utilizaron ningún atlas anatómico para buscar los sitios con la conectividad alterada, sino que partieron “de los datos encontrados, utilizando métodos de análisis de sistemas complejos”.
El hecho de que las alteraciones sean demostrables en forma objetiva, recurriendo a la sencillez de solicitar al paciente que sólo descanse en un resonador, conlleva una posibilidad cierta para el diagnóstico y seguimiento de los ya populares dolores crónicos.
El descubrimiento viene a confirmar que éstos deben ser abordados como una condición objetiva que altera procesos cerebrales y es necesario por lo tanto, ir más allá de despachar a quien se queja de un dolor determinado diciéndole que está alucinando.
Se trata de descartar la visión simplista del problema que se lleva al consultorio y pensar en nuevas estrategias terapéuticas que “pueden ser de drogas, quirúrgicas o psicológicas. Porque hay algo objetivo que nos dice: esto está alterado. De hecho, la profesión médica, a través de su historia, estuvo liberándose persistentemente de prejuicios. El mismo HIV empezó siendo para la gente una forma de cáncer hasta que se descubrió el virus. Bueno, con el dolor crónico está pasando algo parecido” concluyeron los investigadores.