La concentración de aerosoles en la atmósfera inhibe la lluvia en la ciudad de México
UNAM/DICYT La concentración de aerosoles en la atmósfera inhibe la ocurrencia de lluvia en la Ciudad de México, afirmó Beata Kucienska, estudiante posdoctoral del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM. La académica, adscrita al Departamento de Física de Nubes del CCA, llegó a esa conclusión luego de obtener resultados en un modelo virtual de “parcela de aire”, en el que estudió la influencia de diversas sustancias en la formación de gotas.
Así lo explicó Kucienska en la conferencia Los efectos de contaminantes orgánicos e inorgánicos en el desarrollo de las nubes calientes sobre la Ciudad de México, ofrecida en el seminario semanal del CCA, donde reconoció que uno de los retos humanos es la manipulación de sistemas climáticos como la lluvia.
Un aerosol es una mezcla heterogénea de partículas sólidas o líquidas suspendidas en un gas. Su tamaño varía de 0.002 nanómetros a más de 100 nanómetros, esto es, desde unas pocas moléculas hasta el tamaño en el que las partículas no pueden durar varias horas suspendidas en el gas. La generación de aerosoles puede ser de origen natural por la actividad humana.
En el primer caso, las mezclas que llegan a la atmósfera proceden de volcanes, tormentas de polvo, pulverización de agua marina, incendios forestales y de pastizales. En el segundo, los aerosoles se generan por la quema de combustibles fósiles y la alteración de la superficie terrestre. En su estudio, Kucienska seleccionó los componentes integrados en un centímetro cúbico de aire y observó cómo se desarrolló la nube hasta que se logró una humedad relativa del 100 por ciento.
“Comprobamos que en un escenario no contaminado se generan gotas grandes que favorecen la lluvia, mientras que cuando existen altas concentraciones de aerosoles, como en la Ciudad de México, se inhibe el desarrollo de las gotitas que forman nubes y, en consecuencia, se retrasa el desarrollo de gotas más grandes, que son las que generan lluvia”, señaló.
La siembra de lluvia, un reto científico
En su charla, la investigadora reconoció que la siembra de lluvia es un reto científico que implica conocer a fondo la física de las nubes, pues solamente con el conocimiento de su formación y en qué condiciones crean lluvia, es posible pensar en manipular una precipitación pluvial.
El reto de hacer nubes artificiales que generen lluvia lo enfrentó en 1946 el químico estadounidense Vincent Schaefer, quien utilizó cristales de hielo seco, dióxido de carbono, dentro de una cámara enfriadora para bajar la temperatura de una habitación. Se sorprendió cuando comenzó a crearse una nube alrededor del hielo, pues el vapor dentro de la cámara se condensó sobre los cristales de hielo y formó una niebla.
Kucienska explicó que en el cielo sucede algo parecido. El vapor necesita pequeñas partículas llamadas núcleos para iniciar la condensación; polvo, arena o cristales de sal pueden servir como núcleos. Las gotas de agua crecen sobre esas partículas y cuando tienen un tamaño suficiente caen como lluvia. “El reto de sembrar lluvia es enorme, pero podría ayudar a enfrentar muchos problemas en este siglo, para evitar sequías y modular las precipitaciones para evitar inundaciones”, señaló.