Health Brazil sao paulo, São Paulo, Friday, September 03 of 2021, 08:36

La estimulación transcraneal potencia los beneficios de la actividad aeróbica en pacientes con párkinson

Se trata de un tratamiento indoloro que se aplica mediante electrodos dispuestos en áreas específicas del cráneo, que liberan una corriente eléctrica de baja intensidad

AGENCIA FAPESP/DICYT – La estimulación transcraneal mediante corriente continua potenció los beneficios de la actividad aeróbica y mejoró la forma de caminar de pacientes con la enfermedad de Parkinson inmediatamente después de las sesiones. Hubo una mejoría en lo que hace a la variabilidad del andar, el tiempo de reacción y el control ejecutivo de los pasos.

 

Este resultado se observó en el marco de estudio a cargo de investigadores del Instituto de Biociencias de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en su campus de la localidad de Rio Claro, en Brasil, con 20 voluntarios. Y el artículo donde se lo comunica salió publicado en la revista científica Neurorehabilitation & Neural Repair.

 

Los participantes realizaron dos sesiones de 30 minutos de ejercicios aeróbicos (bicicleta en intensidad moderada) combinados con distintas condiciones de estimulación transcraneal (tDCS, por sus siglas en inglés) activa o placebo, con intervalos de una semana.

 

Antes e inmediatamente después de cada sesión, se evaluaron las funciones cognitivas y la actividad cerebral durante el caminar. En el análisis se incluyeron también parámetros espaciotemporales para el seguimiento de la cantidad y la longitud de los pasos y para medir a velocidad del caminar. Y se controló el estudio –cruzado, aleatorizado y doble ciego− con placebo.

 

“En comparación con la evaluación previa, en los participantes disminuyó la variabilidad del tiempo del paso, y se redujo el tiempo de reacción simple y de elección, amén de que aumentó la actividad en el área del cerebro estimulada durante la caminata después del ejercicio aeróbico combinado con la tDCS activa”, escriben los investigadores en el artículo, que contó con el apoyo de la FAPESP.

 

Rodrigo Vitorio, uno de los supervisores del trabajo, explica que para hacer posible una comparación sin sesgos, los voluntarios fueron objeto de intervenciones activas y, en días separados, de una especie de placebo, es decir, de una estimulación simulada durante solo diez segundos, mientras que en los pacientes investigados el tiempo fue de 20 minutos. La mitad de la muestra cumplió con la secuencia activa-placebo, y la otra mitad, placebo-activa.

 

La estimulación transcraneal se aplica con dos pequeños electrodos rectangulares ubicados en sitios específicos del cráneo. El aparato, portátil y activado con una batería, está conectado a los electrodos fijados sobre el cuero cabelludo: se genera así un circuito eléctrico que atraviesa el cerebro. La corriente es sumamente baja: de 2 miliamperios (mA), pero la suficiente como para estimular a las neuronas, que quedan así preparadas para actuar en caso de que el organismo requiera un movimiento.

 

“Aun con las limitaciones del tamaño de la muestra, vimos que la estimulación transcraneal incrementó la actividad de la corteza prefrontal, un área del cerebro que los pacientes con párkinson usan más para controlar el paso que las personas sanas. Con una única sesión asociada al ejercicio, observamos mejorías incluso de las funciones cognitivas”, dice Vitorio, quien actualmente es investigador de la Facultad de Ciencias y Salud de la Universidad Northumbria (en el Reino Unido).

 

El investigador afirma que uno de los objetivos de este trabajo consistía en entender los efectos de la técnica de estimulación cerebral, luego de que estudios anteriores realizados por grupos de los cuales formó parte ya habían demostrado que los ejercicios aeróbicos ayudan en la actividad motora de los pacientes con párkinson.

“Aparte de ser segura, la estimulación transcraneal se muestra prometedora con miras a potenciar los efectos de las intervenciones y los tratamientos. Ya se la prescribe en casos de depresión, por ejemplo”, dice Vitorio.

 

Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) consignaban que alrededor del 1 % de la población mundial con edad superior a los 65 años tenía párkinson en el año 2019. En Brasil, al no existir un registro obligatorio de los casos, se estima que existen 250 mil personas afectadas.

 

Qué es

 

La enfermedad de Parkinson lleva a una degeneración del sistema nervioso central crónica y progresiva, causada por la merma de la producción de dopamina, una sustancia que opera en la transmisión de mensajes entre las células nerviosas (neurotransmisores).

 

La dopamina contribuye para la concreción de movimientos voluntarios del cuerpo en forma automática, es decir, aquellos que no dependen de pensar en el movimiento que los músculos deben hacer. A causa de este déficit, las personas afectadas pierden el control motor. Los medicamentos recomendados para el tratamiento de la enfermedad generalmente actúan en la reposición de dopamina.

 

Los pacientes con párkinson tienen degeneraciones específicas en áreas del cerebro implicadas en el referido control automático de los movimientos. Para compensar este déficit, echan mano de recursos de atención. En la investigación, los ejercicios aeróbicos asociados a la estimulación incrementaron esa capacidad compensatoria de los voluntarios.

 

Entre los principales síntomas de esta enfermedad se encuentran la lentitud motora, la rigidez en las articulaciones de las muñecas, los codos, los hombros, los muslos y los tobillos y temblores de reposo en las manos que llegan a provocar desequilibrio. Por este motivo, la mejoría de estos pacientes al caminar puede marcar toda una diferencia en su calidad de vida, evitando las caídas, por ejemplo.

 

Recientemente, otro grupo de investigadores de la Unesp, en su campus de la localidad de Bauru, arribó a la conclusión de que la sinergia de la longitud de los pasos de los pacientes con párkinson al superar obstáculos es un 53 % menor que en las personas sanas de la misma edad y el mismo peso.

 

Esta sinergia se refiere a la capacidad del sistema locomotor de adaptar el movimiento –combinando factores tales como la velocidad y la posición de los pies– cuando se hace necesario cruzar un obstáculo, tal como subir el cordón de la vereda (lea más en: agencia.fapesp.br/35579/).