La Fundación Samuel Solórzano financia una investigación sobre una proteína implicada en la leucemia mieloide crónica
Ana Victoria Pérez/DICYT La investigadora palentina Carmen Guerrero y su compañero en el Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, el científico José María Pereda, desarrollarán durante 2006 un proyecto de investigación en el que analizarán las características biológicas y estructurales de la proteína C3g. Los expertos, especialistas en diferentes campos de la investigación básica, pretenden caracterizar adecuadamente cada una de las estructuras moleculares que conforman C3g y encontrar así las claves que expliquen la implicación de dicha proteína en procesos tumorales como la leucemia mieloide crónica.
El equipo cuenta con el apoyo de la fundación Memoria de Samuel Solórzano Barriuso, de la que ha recibido 5.000 euros. Tal y como explica a DICYT José María Pereda, "esta ayuda va a permitirnos explorar una materia durante un año y sentar las bases para plantear futuras investigaciones". El hecho de que tanto Pereda como Guerrero hayan centrado su interés en C3g no es, en absoluto, gratuito. "C3g es una proteína muy grande, que presenta muchos dominios estructurales con funciones distintas. Su tamaño hace que aún no se haya caracterizado por completo, aunque hay que señalar que ya se conocen algunos de sus dominios y parte de las funciones que éstos realizan", explica Carmen Guerrero.
Así, los investigadores del CIC saben ya que uno de los dominios de C3g participa en la activación de la proteína RAS. En este sentido puede considerarse un activador de una proteína oncogénica, ya que RAS es capaz de poner en marcha la maquinaria de determinados oncogenes responsables del inicio de algunos procesos tumorales. En contrapartida, ese mismo dominio en C3g es capaz de suprimir la actividad transformante de RAS actuando entonces como supresor de tumores.
Un segundo dominio de C3g, conocido como dominio catalítico, es el encargado de activar la proteína RAP, muy relacionada con la anterior y también implicada en los procesos descritos, pero es un tercer dominio, situado en un extremo de la proteína el que ha despertado la curiosidad de los investigadores. "Sabemos que este tercer dominio es capaz de bloquear la actividad de los otros dos, por ese motivo necesitamos saber cómo se regula C3g y que configuraciones la mantienen inactiva", comenta Pereda.
Mecanismos de autoinhibición
Hasta la fecha, C3g se ha considerado una proteína con mecanismos de autoinhibición. Dichas proteínas mantienen su estructura replegada sobre sí mismas cuando permanecen inactivas, mientras que la despliegan al activarse. El problema en el caso de C3g, explica Carmen Guerrero, es que "a esta proteína le faltan dominios para poder ser englobada dentro de la familia más común de proteínas con mecanismos de autoinhibición. De ahí nuestro interés en identificar qué parte de la estructura de C3g es responsable del control de estos mecanismos".
José María Pereda, experto en estructuras de proteínas, deberá identificar el dominio, mientras que el equipo de Carmen Guerrero, especialista en sistemas biológicos, constatará que los resultados obtenidos por su compañero se corresponden con los registrados durante experimentos in vivo.
La leucemia mieloide crónica o leucemia granulocítica crónica es una enfermedad en la cual aumenta la producción de glóbulos blancos en la medula ósea. La medula ósea tiene la función de producir las células de la sangre (tanto glóbulos blancos, como glóbulos rojos y plaquetas) por lo que en ella se encuentran las células jóvenes no diferenciadas pertenecientes a cada uno de estos grupos.
Leucemia mieloide crónica
En la leucemia, los blastos o células inmaduras que se están transformando en leucocitos (glóbulos blancos) no maduran y son muy numerosos, con lo que su presencia termina trasladándose también al torrente sanguíneo. Las células cancerosas de la leucemia son portadoras de un cromosoma que no es normal llamado cromosoma Filadelfia, que es muy resistente a los tratamientos. A pesar de ello, la leucemia mieloide crónica progresa lentamente y, por lo general, se da en personas de edad media o avanzada, aunque también aparecen algunos casos en niños.