Alimentación España , Salamanca, Miércoles, 02 de junio de 2004 a las 19:33

La Universidad de Salamanca analiza la composición de los piensos destinados a la alimentación animal

La evaluación se realiza utilizando un espectrómetro de infrarrojo cercano que determina las cantidades de fibra, grasa y proteínas

Ana Victoria Pérez/DICYT Cuatro investigadores del Departamento de Química Analítica, Nutrición y Bromatología de la Universidad de Salamanca trabajan en un proyecto para habilitar una serie de técnicas que permitan realizar análisis rápidos, eficaces y baratos de la composición de los piensos destinados a la alimentación animal. El proyecto, que coordina la profesora Inmaculada González Martín, aprovechará los años de experiencia que el equipo de investigación posee en la aplicación de técnicas de espectroscopia de infrarrojo cercano al análisis de productos cárnicos.

Tal y como ha explicado a DICYT la profesora González, "el proyecto de análisis de piensos ha surgido gracias al trabajo que hemos realizado durante los últimos años con empresas del sector cárnico, concretamente las dedicadas a la comercialización de carne de cerdo. Ahora utilizaremos el mismo método de análisis con el que, hasta el momento, hemos trabajado en la carne, para determinar la composición de proteínas, grasa, fibra y algunos metales, como zinc y cobre, que se encuentran presentes en los piensos".

Este alimento suele destinarse a varias especies de ganado y animales de granja, pero su composición varía en función del tipo grupo de individuos, ya que los requerimientos alimenticios de dichos grupos son también distintos. "En el caso de bóvidos suele añadirse más fibra, porque estos animales la toleran mejor que el porcino, por ejemplo. Dentro de una misma especie también hay diferencias, ya que ni siquiera son iguales las necesidades alimenticias de un lechón que las de un cerdo adulto", advierte Inmaculada González.

Por este motivo, y aunque los productores de piensos manejan unas tablas que recogen, de manera orientativa, qué cantidades se deben añadir a cada una de las variedades de pienso, es necesario comprobar que el resultado coincide con lo esperado. "Los análisis tradicionales consisten en tomar muestras y tratarlas en el laboratorio separando, bien con disolventes (como en el caso de la grasa), bien con otros procedimientos fisicoquímicos, cada uno de los componentes del producto" asegura Inmaculada González. Se trata de un proceso largo y caro que el Departamento de Química Analítica ha conseguido simplificar utilizando tecnología de espectrometría de infrarrojo cercano.

Esta técnica evita que haya que someter las muestras a un tratamiento previo. Simplemente se hace incidir cierta cantidad de energía, procedente del espectrómetro, sobre el producto que se va a analizar y se leen los parámetros. Según la profesora González, "lo realmente costoso en este caso es calibrar el espectrómetro; esto es, asegurarnos de que las mediciones que realiza son precisas. Normalmente tardamos unos cuatro o cinco meses en conseguir que el calibrado sea perfecto. Durante este tiempo, debemos analizar con los métodos habituales las muestras y después ajustar el espectrómetro, hasta que los resultados que nos ofrece en cada medida se corresponden con los que nosotros hemos determinado con anterioridad".


 

200 muestras avalan cada análisis


Este proceso requiere un análisis de entre 100 y 200 muestras, pero una vez calibrado el aparato los costes son mínimos y los resultados inmediatos. "En el caso de los piensos nos está costando un poco más conseguir las muestras, porque necesitamos pequeñas cantidades de cada producto, unos 25 gramos es suficiente, pero el surtido necesario para realizar el estudio debe ser muy amplio". Además es importantísimo certificar que el método es aplicable a cualquier muestra lo que le dará robustez.

El análisis de piensos puede servir como método de control de calidad, pero también como control sanitario. Algunos productos que se añaden, como el zinc y el cobre, funcionan como antioxidantes y conservadores del producto. Su adición está legislada y las cantidades presentes en los alimentos animales no pueden superar unos límites, ya que de lo contrario podrían resultar tóxicos. A través de éste método se podría determinar de manera rápida si la legislación está siendo cumplida.

Dos proyectos europeos para perfeccionar el método

Primero llegó un proyecto financiado con Fondos FEDER para desarrollar el método de análisis de carne de cerdo, y ahora se trata de un programa financiado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias para estudiar la composición de los piensos. Estos son los dos avales con los que cuenta el grupo de investigación de la Universidad de Salamanca que ya ha conseguido muy buenos resultados aplicando sus métodos en la industria chacinera. Las empresas de este sector necesitan determinar qué alimentación ha recibido el animal hasta el momento de su sacrificio, ya que de ello depende la calidad de la carne, y en consecuencia su precio. "Para poder conocer si se trata de animales ibéricos, de recebo o alimentado exclusivamente con pienso, hay que realizar un análisis de la grasa subcutánea de cada uno de los individuos en el momento de su sacrifico. Lo que se analiza realmente es la composición de los ácidos grasos y en función de las cantidades y del tipo de ácidos grasos se puede clasificar la carne en uno u otro grupo", advierte Inmaculada González. Una investigación que han desarrollado gracias a la colaboración de la cooperativa salmantina de Fresno Alhandiga, que se ha encargado de suministrar las muestras de grasa, jamón y lomo recién salidas de las salas de despiece.