Alimentación Argentina , La Rioja, Jueves, 05 de diciembre de 2013 a las 15:27

Las letrinas comunitarias más antiguas del mundo

Fueron descubiertas en la provincia de La Rioja y tienen 240 millones de años. El análisis de las muestras halladas permitirá reconstruir el ambiente primitivo de esa región

CONICET/DICYT Algunos grupos de mamíferos actuales como los rinocerontes, las jirafas o los guanacos defecan en lugares comunes, llamados letrinas comunitarias. Esto es importante para la especie y el ecosistema, evita la contaminación de las zonas donde se alimentan, previenen la depredación y la reinfección con parásitos intestinales, que se transmiten a partir de pasturas contaminadas.


Estas letrinas, también conocidas como bosteaderos, son un indicador de comportamiento comunitario, y cumplen además funciones de comunicación intra e interespecie, reproducción y defensa contra los predadores, entre otras. Sin embargo, hasta ahora los registros más antiguos de este comportamiento se remontaban a Cenozoico Tardío, hace unos 500 mil años atrás, en poblaciones de mamíferos emparentados con las hienas.


Una nueva investigación, publicada en la revista Scientific Reports y de la cual participaron investigadores del CONICET, reporta la existencia de los bosteaderos más antiguos descubiertos hasta ahora, en la Formación Chañares, provincia de La Rioja. “Estas letrinas comunales preceden en más de 220 millones de años los registros previos más antiguos para este comportamiento”, explica Julia Desojo, investigadora adjunta del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN-CONICET) y coordinadora del trabajo.


Pero además de su datación la materia fecal fosilizada, llamada coprolito, aporta importantes claves sobre los animales que vivían en esa época en la región, la flora y fauna con la que interactuaban y su alimentación. Estas deposiciones pertenecen a los dicinodontes, reptiles megaherbívoros de gran tamaño emparentados distantemente con los mamíferos y que antecedieron a los dinosaurios.


“Hasta ahora no se conocía cómo vivían estos animales ni qué comían. Algunos trabajos sugerían que eran herbívoros, pero no se había podido confirmar hasta ahora, cuando se encontraron restos de plantas y esporas en sus heces”, comenta Lucas Fiorelli, becario pos-doctoral del CONICET en Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de Anillaco (CRILAR, Provincia de La Rioja-UNLAR-SEGEMAR-UNCA).


Además de su alimentación, las letrinas comunitarias indican que estos animales tenían comportamientos gregarios – dato que se desconocía – y que vivían en manadas, porque en el mismo bosteadero se encontraron coprolitos de ejemplares adultos y juveniles, además de restos óseos asociados de estos animales, los cuales podían superar hasta los 3 mil kilos de peso.


Para Steve Brusatte, paleontólogo de la Universidad de Edimburgo, Escocia, los coprolitos permiten obtener información única sobre cómo se comportaban estos organismos antiguos.


“Sabemos que muchos mamíferos actuales son animales sociales. Pero, ¿era algo que evolucionó recientemente o es un comportamiento más antiguo?”, se pregunta. Para responder ese interrogante, los autores usaron la evidencia de los coprolitos para abrir una ventana inesperada hacia el comportamiento social de algunos de estos parientes lejanos y demostrar no sólo que eran herbívoros, si no que además vivían en manadas y tenían comportamiento gregario.


Otro dato clave que aporta esta investigación es sobre el ambiente que prevalecía en la Formación Chañares hace 240 millones de años. “Los coprolitos contienen restos de plantas y esporas del Triásico que no se habían reportado para ese lugar. Esto abre un nuevo panorama de estudio sobre la paleobotánica de ese lugar, del que no se tenían registros de plantas para ese período”, agrega Fiorelli.

Los números de la historia


Más allá de la información que pueden proporcionar las muestras encontradas, lo que sorprende es la riqueza del sitio paleontológico. Los investigadores reportaron la existencia de ocho letrinas comunitarias, con superficies entre los 400 y 900 metros cuadrados cada una, y separadas entre sí aproximadamente por 1.5 kilómetros.


Se encontraron más de 30 mil coprolitos en las zonas más abundantes, con una densidad de hasta 90 coprolitos por metro cuadrado, que indica la defecación de múltiples individuos. El diámetro de las muestras recolectadas varía entre 0.5 y 35 centímetros.


“Creo que este estudio además sugiere que los coprolitos tienen historias interesantes para contar. No mucha gente trabaja con ellos, y pueden parecer desagradables y raros para algunos investigadores, pero pueden proveer mucha información y necesitamos estudiarlos más”, concluye Brusatte.