Alimentación Brasil São Paulo, São Paulo, Viernes, 24 de marzo de 2023 a las 08:08

Los ejercicios tras las cirugías bariátricas modulan áreas cerebrales ligadas a la regulación alimentaria

Juntos los dos actúan sinérgicamente en la conectividad de áreas asociadas a la cognición, a la recompensa y a la regulación emocional, con lo cual, en teoría, favorecen la regulación del hambre y la saciedad

AGENCIA FAPESP/DICYT – Los ejercicios físicos practicados por pacientes sometidos a cirugías bariátricas actúan en áreas del cerebro implicadas en el consumo alimentario, y contribuyen así para la disminución del hambre o la aceleración de la sensación de saciedad, por ejemplo. Este fue el resultado observado en el marco de una investigación realizada en el Hospital de Clínicas (HC) –el complejo hospitalario administrado por la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), en Brasil–, que así apunta un aliado en el control del peso de esas personas.

 

El estudio mostró que el programa de entrenamiento físico iniciado tres meses después de la cirugía bariátrica produce alteraciones funcionales en redes cerebrales ligadas al consumo alimentario que se modifican debido a la obesidad. Estos descubrimientos corroboran la hipótesis que indica que los ejercicios y la cirugía bariátrica actúan sinérgicamente en la conectividad de áreas asociadas a la cognición, a la recompensa y a la regulación emocional, con lo cual, en teoría, favorecen la regulación del hambre y la saciedad.

 

De acuerdo con este trabajo, los ejercicios incrementaron la conectividad entre el hipotálamo (el área cerebral responsable de la regulación del apetito y del metabolismo energético) y las áreas sensoriales. Asimismo, redujeron la conexión entre las estructuras cerebrales DMN (las siglas en inglés de Default Mode Hypoconnectivity, “red neuronal por defecto”) y el área del cerebro implicada en los procesos de toma de decisiones, la llamada red saliente (SAL), cuya conectividad aumenta en las personas con obesidad.

Los investigadores también detectaron en el grupo ejercitado un incremento de la activación del núcleo hipotalámico medial, asociado a la supresión del apetito y al aumento del gasto energético.

 

“La regulación del consumo energético está gobernada por múltiples señales internas y externas. Las personas con obesidad exhiben desregulaciones importantes en la activación y en la comunicación de áreas cerebrales asociadas con el hambre y la saciedad. En este estudio, verificamos que los ejercicios físicos contribuyeron con la cirugía bariátrica en la ‘normalización’ de esas redes complejas con miras a mejorar el control central del consumo de alimentos. Cuando el individuo está expuesto a un alimento graso o azucarado, por ejemplo, algunas de esas áreas estudiadas se activan y se conectan con mayor intensidad en las personas con obesidad, lo cual aumenta las ganas de comer. Vimos que los ejercicios contraponen al menos en parte este efecto”,  explica el profesor de la FM-USP Bruno Gualano, autor corresponsal del artículo publicado en el International Journal of Obesity.

 

Este trabajo contó con el apoyo de la FAPESP mediante una ayuda de investigación intitulada Los efectos del entrenamiento físico en pacientes sometidos a cirugías bariátricas: un ensayo clínico controlado y aleatorizado y forma parte del doctorado del autor principal, Carlos Merege Filho, becario de la Fundación. También colaboraron entre otros los investigadores Hamilton Roschel, Marco Aurélio Santo, Sonia Brucki, Claudia da Costa Leite, María Concepción García Otaduy y Mariana Nucci, todos del Hospital de Clínicas de la FM-USP, y John Kirwan, del Pennington Biomedical Center, EE. UU.

 

La obesidad está considerada como uno de los principales problemas de salud pública en el mundo. Es una enfermedad crónica caracterizada por la acumulación excesiva de grasas en el cuerpo y constituye un importante factor de riesgo con relación a trastornos cardiovasculares, musculoesqueléticos y, más recientemente, también se la ha vinculado al agravamiento del COVID-19.

 

El parámetro que se emplea para diagnosticarla en adultos es el Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso de la persona (en kilos) por su altura (en metros) elevada al cuadrado. Los resultados situados entre 25 y 29,9 caracterizan al individuo con exceso de peso, y un índice igual o superior a 30 indican obesidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Se estima que en el año 2030 esta enfermedad afectará casi al 30 % de la población adulta de Brasil, uno de los países con los mayores índices de obesidad en el mundo, y a alrededor de 1.000 millones de personas en el total mundial (el 17,5 % de los adultos), de acuerdo con el Atlas publicado en 2022 por la Federación Mundial de Obesidad.

 

Su importancia

 

Para Gualano, desde el punto de vista clínico, los datos de esta investigación sugieren que los ejercicios físicos deben tenerse en cuenta como una importante terapia complementaria con miras a mejorar las funciones cerebrales. Esto podría incrementar incluso los conocidos beneficios de la cirugía bariátrica en los pacientes, tales como la disminución de factores de riesgo cardiometabólicos y la preservación de la masa muscular y la salud ósea.

 

Desde 2018, el grupo de científicos del cual el profesor forma parte ha venido investigando el tema y ha publicado otros artículos. En uno de ellos, se demostró que los ejercicios físicos atenúan y revierten la pérdida de masa muscular, mejorando la fuerza y el funcionamiento de los músculos de las personas con obesidad sometidas a cirugías bariátricas. Mediante la realización de análisis moleculares, quedó demostrado que el entrenamiento físico moduló mecanismos intramusculares capaces de aumentar la masa muscular.

 

Otro trabajo apuntó que el entrenamiento hizo disminuir los factores de riesgo de enfermedades asociadas a la obesidad, tales como la diabetes, la hipertensión y la aterosclerosis, al potenciar la sensibilidad a la insulina, disminuir la inflamación y mejorar la salud de los vasos sanguíneos.

 

El método

 

El estudio controlado aleatorizado abarcó a 30 mujeres con edades entre los 18 y los 60 años −es decir que no fueron incluidos ni adolescentes ni ancianos−, que se sometieron a cirugías bariátricas con la técnica de bypass gástrico en Y de Roux, que comprende una disminución del tamaño del estómago y un desvío intestinal. Las mujeres son mayoría en el Consultorio Externo de Cirugía Bariátrica del HC-FM-USP.

 

En forma aleatoria, la mitad de esas mujeres pasaron por el entrenamiento físico y la otra mitad no. La intervención con ejercicios se concretó con supervisión de profesionales de la educación física durante seis meses –tres veces por semana (de resistencia más ejercicios aeróbicos)– y empezó tres meses después de la cirugía.

Se evaluaron parámetros clínicos, de laboratorio y de conectividad funcional cerebral en tres etapas: al comienzo del estudio y posteriormente, durante el tercero y el noveno mes después de la cirugía. Para analizar el efecto combinado del procedimiento quirúrgico con los ejercicios físicos, los investigadores emplearon resonancia magnética funcional, una técnica de estudios por imágenes que muestra la activación de áreas del cerebro. El recabado de datos se concretó entre junio de 2018 y agosto de 2021.

 

“La literatura muestra que quienes se someten a cirugías bariátricas presentan innumerables alteraciones cerebrales compatibles con la mejoría del control del apetito, de la saciedad y del hambre. Se trata de centros cerebrales que comandan el consumo alimentario. En esta investigación observamos que los ejercicios potencian esta respuesta”, afirma Gualano, quien destaca que el cambio en el estilo de vida es sumamente importante para mantener los beneficios obtenidos mediante la reducción del peso entre personas con obesidad.

 

En la actualidad, las cirugías bariátricas pueden realizarse en pacientes con IMC ubicado entre 30 y 35 con diabetes tipo 2 sin control desde hace más de dos años, y en individuos con IMC superior a 35, siempre y cuando padezcan otras enfermedades asociadas al exceso de peso, tales como hipertensión, apnea del sueño o esteatosis hepática (grasa en el hígado). En tanto, cuando se trata de personas sin comorbilidades, deben tener un IMC superior a 40.

 

En Brasil se realizaron 311.850 cirugías bariátricas durante los últimos cinco años, de las cuales 14,1 % costeadas a través del SUS (el “Sistema Único de Salud”, la red nacional de salud pública del país) y el resto vía seguros de salud o en forma particular, de acuerdo con datos de la Sociedad Brasileña de Cirugía Bariátrica y Metabólica (SBCBM).

 

“Cuando realizamos ejercicios físicos, sabemos que hay una serie de adaptaciones fisiológicas que se traducen en beneficios terapéuticos. Por otra parte, si la persona deja de ejercitarse, las mejorías se revierten. Con todo, en nuestro estudio no verificamos durante cuánto tiempo perduran los cambios cerebrales que generan los ejercicios físicos. Es muy probable que disminuyan de intensidad, incluso con algún grado de reversión, en la medida en que el paciente los interrumpe. La incorporación de un estilo de vida sano es fundamental para que exista una durabilidad de las respuestas de la cirugía”, añade.

 

Entre los próximos pasos, el grupo pretende estudiar los efectos de la combinación de los ejercicios y la dieta con otras estrategias de adelgazamiento en personas con obesidad. Entre ellas se encuentran los nuevos tipos de medicamentos antiobesidad, como los péptidos análogos a las incretinas, que son hormonas intestinales que se liberan en presencia de glucosa y que le indican al cerebro que estamos alimentados.

 

A comienzos del mes de enero, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) de Brasil aprobó el empleo en el país de un medicamento para el sobrepeso y obesidad a base de semaglutida, un principio activo cuya aplicación Anvisa recomendaba hasta ahora únicamente para pacientes con diabetes mellitus tipo 2. Se trata del primer medicamento inyectable disponible en Brasil para el tratamiento de obesidad, de uso semanal. Entre las acciones que desempeña en el organismo se encuentra el aumento de la sensación de saciedad y la disminución del apetito, lo que redunda en una sustancial pérdida de peso y una mejoría en el control glucémico.