Espacio España , León, Miércoles, 20 de octubre de 2010 a las 13:07

"Si demostramos que dos planetas cercanos tienen signos de vida, podríamos pensar que es una constante en el Universo"

El astrobiólogo Ricardo Amils muestra en León los avances en los estudios sobre la vida en condiciones extremas

Antonio Martín/DICYT El río Tinto y Marte comparten una interesante característica física: ambos son rojos. Y esto es, fundamentalmente, por la presencia de hierro. Ricardo Amils, catedrático de Microbiología en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) e investigador asociado al Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), centro asociado al NASA Astrobiology Institute (NAI), es un gran conocedor del río onubense, donde ha desarrollado parte de su labor científica. A través de su actividad científica en el río rojo pretende conocer si el planeta rojo tiene las mismas condiciones para albergar vida, lo que acercaría una respuesta que azora a la Humanidad largo tiempo: si estamos solos o acompañados. Amils visita mañana, 21 de octubre, León, para impartir una conferencia en el Ciclo de Conferencias de Actualidad Científica y Cultural de la Fundación Carolina Rodríguez y la Universidad de León, titulada Vida en condiciones extremas: el caso de Tinto.

 

En este acto, Amils explicará los descubrimientos científicos realizados en los últimos años en torno a los extremófilos, microorganismos que viven bajo condiciones que antes se consideraban imposibles para la vida: temperaturas muy altas o muy bajas, una composición química ácida o alcalina, una elevada salinidad… El entorno de las minas del río Tinto (Huelva) es un enclave idóneo para este tipo de investigación por las características de sus aguas rojas, de gran acidez, con alto contenido en metales pesados y escasez de oxígeno, donde se han encontrado extremófilos que se alimentan sólo de minerales y se adaptan a hábitats extremos. Hace un tiempo, la NASA lo escogió para estudiar por su posible similitud con el ambiente del planeta Marte.

 

La investigación en torno al río Tinto, explica a DiCYT Amils, inicialmente partió para "averiguar la génesis" de ese ambiente extremo. El cauce estuvo muy relacionado con la actividad minera y "hace 20 años se pensaba que su ambiente era producto de la contaminación industrial". Sin embargo, a través de diferentes investigaciones científicas, "se han acumulado datos que permite afirmar que se trata de un ambiente inusual y que se distingue por su pH ácido y elevada concentración de hierro".

 

En estas condiciones extremas, los científicos encontraron minerales de hierro producidos por la actividad biológica, lo que ha servido para considerar al río "un análogo geoquímico de Marte", explica Amils. Entre estos minerales resultantes de la presencia de organismos vivos está la jarosita, un sulfato de hierro que también se ha detectado de Marte en las misiones de exploración que se han llevado a cabo en este planeta. "Esta actividad biológica no es compleja, pero sí es atípica", resalta Amils. La realizan microorganismos capaces de oxidar el hierro y reducirlo, explica el experto, como Leptospirilum ferrooxidans o Acidithiobacillus ferrooxidans. "En Microbiología, tradicionalmente, las investigaciones han estado centradas en patógenos, por afectar a la salud de los seres humanos. Esta especialización ha producido una falta de conocimientos en otros microorganismos que emplean los ciclos de carbono y hierro para la vida". Desde hace unos años, los especialistas en esta materia han comenzado a analizar la vida en condiciones extremas, que están protagonizada por estos organismos, y pueden abrir la puerta a importantes descubrimientos en el futuro.

 

Vida en Marte

 

Una de las puertas que abre la investigación en el río Tinto es determinar las "condiciones de habitabililidad" de un entorno, una condición previa para que exista la vida. Este factor es extremadamente importante en la investigación astrobiológica en Marte, el planeta más cercano a nosotros y el que mayores probabilidades tiene de albergar o haber albergado vida de nuestro sistema solar. "Los astrobiólogos creemos que ha habido vida allí, pero el método científico requiere de la comprobación", indica Ricardo Amils. Por eso, explica el catedrático, "varias misiones espaciales tratarán de afinar la metodología en los próximos años". Según indica, en 2011, la NASA lanzará el Mars Science Laboratory para comprobar las condiciones de habitabilidad del planeta rojo. La Agencia Espacial Europea (ESA), prepara además para 2015 ó 2016 un proyecto diseñado para buscar signos de vida en nuestro vecino planetario.

 

"Cada vez está más claro que existen condiciones de habitabilidad en Marte. Si determinamos que dos planetas cercanos como la Tierra y Marte tienen signos de vida, podríamos pensar que esta circunstancia es una constante en el Universo", indica.

 

Si las investigaciones científicas próximas indicaran lo contrario, que en Marte no hay ni hubo organismos vivos, Ricardo Amils no pierde la esperanza de encontrar otros habitantes en otros planetas: "Esto no querrá decir que no hubo vida en otros lugares". Sin embargo, advierte que "si la vida fuera muy distinta a la que conocemos, posiblemente nos será muy difícil determinar su existencia". Eso sí, no tan diferente como la pinta la ciencia-ficción: "En Marte, estamos hablando de microorganismos y no de hombrecillos verdes".

 

La importancia de encontrar agua en Marte
La presencia de agua es una evidencia de la existencia de vida, pero pudiera existir agua sin que hubiera organismos vivos. Un reciente trabajo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el que ha participado Ricardo Amils, perfeccionó la metodología que permite datar la presencia de agua en Marte de una forma más exacta. El método parte del análisis de los filosilicatos generados por el impacto de meteoritos. La investigación, que coordinó Alberto García Fairén, actualmente en la NASA, permitió comprobar la existencia de grandes cantidades de agua en Marte, tanto de forma líquida como sólida (en hielo) 600 años más tarde de lo que se pensaba hasta ahora. Publicada en la prestigiosa revista científica Proceedings of the National Academy of Science (PNAS) en julio, colaboraron científicos de España, Francia, Italia, Alemania, Rusia y Estados Unidos.