Un dispositivo que une música, color y movimiento con fines terapéuticos
Cristina G. Pedraz/DICYT ¿Se puede oír un color? ¿Y ver un sonido? Para el común de los mortales no, pero es una capacidad que tienen los sinéstetas. Y no son sólo las únicas. Se estima que el número de diferentes tipologías de sinestesia es muy elevado, o lo que es lo mismo, la cualidad de algunas personas de experimentar sensaciones en un determinado sentido cuando se estimula otro. Importantes artistas, como el pintor Wassily Kandinsky o el compositor Alexander Scriabin, han percibido este cruce de sentidos (en su caso la cromoestesia o asociación de sonidos con colores). Pero, ¿una persona que no es sinésteta puede llegar a experimentar sinestesia?
Esa es una de las ideas base de E-MOCOMU (E-MOtion, COlour and MUsic), un prototipo desarrollado por la doctoranda en Música y Tecnología de la Universidad de Valladolid Elena Partesotti. Su objetivo es aprovechar las posibilidades que ofrecen las tres dimensiones de color, sonido y movimiento con fines terapéuticos, como por ejemplo, para mejorar la comunicación en niños con trastorno del espectro autista, entre otros.
Pero no es la única posibilidad de este dispositivo. Tiene también aplicaciones pedagógicas y creativas. “E-mocomu permite al usuario manipular sonidos, imágenes y colores a través de sus movimientos libres en el espacio. Significa que si muevo un brazo en el espacio, a este movimiento se corresponderán sonidos, pero también colores e imágenes que yo podré ver enfrente de mí en una pantalla. Esta tecnología permite la aplicación en el campo de la rehabilitación física, facilitando la ejecución de ejercicios rutinarios, y también en el campo psicológico ayudando al tratamiento de diferentes tipos de trastornos. Además, permite una primera aproximación a la didáctica y pedagogía de la música, del movimiento y del desarrollo creativo que como sabemos es clave para la autoexpresión de un individuo a nivel personal y también artístico”, explica Partesotti, remarcando la importancia de la expresividad en la terapia.
La idea de desarrollar este prototipo surge de la experiencia académica y personal de esta investigadora de origen italiano. Tras realizar un Master bienal en Musicoterapia en la Universidad Autónoma de Madrid y trabajar en hospitales y colegios públicos, en 2012 ingresó en la Universidad de Valladolid para realizar el doctorado con el apoyo de la profesora Alicia Peñalba y del profesor de la Universidad de Campinas (Brasil) Jônatas Manzolli.
En su opinión, unir el campo creativo y la tecnología es una buena fórmula para ayudar a población con problemas psicológicos y comunicativos, además de ofrecer una herramienta lúdica para muchos. “La musicoterapia aporta beneficios demostrables a nivel científico. Por ejemplo, en estos años, diferentes estudios de neurociencia marcan la conexión y el poder de la música en la recuperación fisiológica. Las correlaciones neurales debidas a la música modifican la actividad de una estructura cerebral que funciona de modo anormal, teniendo una relevancia directa en el tratamiento terapéutico de pacientes con depresiones. La música, además, ayudando a fortalecer el sistema inmunitario, contribuye a la reducción de los factores que incrementan el proceso de la enfermedad. ¿Por qué no aprovechar, entonces, la dimensión creativa en una tecnología?”.
Según la investigadora, la importancia de esta unión entre arte y tecnología tiene suma relevancia en el campo clínico-terapéutico. “En musicoterapia se utilizan instrumentos tradicionales y funciona muy bien. La tecnología todavía no se está utilizando mucho, pero estamos en la era digital y si se organiza una sesión de musicoterapia con niños, por ejemplo, todos ellos saben usarla y les gusta porque pueden jugar con ella. La tecnología es un buen apoyo y funciona”, subraya.
Desarrollo del prototipo
El desarrollo del primer prototipo de E-MOCOMU fue posible gracias a una estancia de Elena Partesotti en el Laboratorio NICS (Núcleo Interdisciplinar de Comunicação Sonora) de la Universidad de Campinas, que coordina el profesor y compositor Jônatas Manzolli. Este primer prototipo, más dirigido a la educación musical, ha sido ampliado y mejorado añadiendo nuevas funcionalidades gracias a la colaboración de la artista audiovisual Vj Kalma.
El dispositivo se basa en Kinect, una tecnología comercial que permite a los usuarios controlar e interactuar con la consola sin necesidad de tener contacto físico con un controlador de videojuegos tradicional (un mando), ya que cuenta con un sensor que mapea movimientos (lo que se denomina MOCAP o Motion Capture System).
“E-MOCOMU está pensado como una tecnología accesible y low cost que cualquier persona podría tener también en su casa, ya que se podría utilizar para jugar en el entorno familiar. Nosotros hemos creado diferentes programas para integrar la parte visual y sonora”, apunta.
El sistema está en proceso de patente gracias a una beca del programa Prometeo para el desarrollo de prototipos orientados al mercado que convoca anualmente la Fundación General de la Universidad de Valladolid (Funge), lo que ha permitido, además, seguir con su desarrollo.
“Nuestra idea es hacerlo más detallado y en tres dimensiones, lo que daría lugar a más posibilidades. Me gustaría que fuera más visual y que cualquier movimiento, por pequeño que fuera, se convirtiera en un sonido determinado. Habría entonces que desarrollar una tecnología un poco más detallada y rápida para que el propio dispositivo realizara todas las tareas. Para ello necesitaríamos nuevos recursos”, concluye la investigadora.