Una investigación mejora algunos indicadores para evaluar la Gestión Forestal Sostenible
Cristina G. Pedraz/DICYT Según la Conferencia Ministerial de Helsinki de 1993, la Gestión Forestal Sostenible (GFS) es la administración y uso de los bosques en tal medida que mantengan su biodiversidad, productividad, capacidad de regeneración, vitalidad y su potencial de cumplir, ahora y en el futuro, funciones ecológicas, económicas y sociales relevantes, a escala local, nacional y global, sin causar daño a otros ecosistemas. Existen diversos mecanismos para evaluar si un bosque sigue los criterios de la GFS, como es el caso de Forest Europe (Proceso paneuropeo para la protección de los bosques en Europa), basado en una serie de criterios e indicadores.
La pertinencia de estos indicadores fue criticada por algunos expertos, lo que llevó en 2003 a la puesta en marcha del proyecto europeo Fortee con entidades de Irlanda, Francia, Portugal y España. En el caso de España, participaron las regiones de Navarra, País Vasco, Galicia y Castilla y León, en concreto el actual Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible, ubicado en el Campus de Palencia de la Universidad de Valladolid.
En este marco inició las investigaciones de su tesis Jorge Martín, quien ha obtenido recientemente el premio a la mejor tesis doctoral que otorga la Sociedad Española de Ciencias Forestales (SECF). Su trabajo se ha centrado en analizar indicadores en torno a dos criterios: sanidad forestal y biodiversidad. Para ello ha muestreado diversas plantaciones de chopo y bosques de ribera de la provincia de Palencia y ha obtenido unos interesantes resultados que podrán ser incorporados a la evaluación de la GFS.
Respecto a la sanidad forestal, ha estudiado un indicador denominado transparencia de copa, un parámetro que mide la densidad de la copa del árbol que se ha evaluado tradicionalmente de forma visual. Para añadir objetividad a este indicador, ha implementado un software que emplea fotografías digitales para realizar el cálculo. “Se trata de un software llamado Croco que establece unos modelos de cálculo a través de un análisis digital de la imagen, utilizando algoritmos”, apunta.
En la misma línea, ha investigado cómo afectan los factores abióticos (condicionantes del espacio físico donde habitan estos árboles, como el clima o el suelo) al estado fitosanitario de las choperas. En concreto, establecieron una serie de nutrientes y propiedades del suelo “claves” para el estado fitosanitario y desarrollaron unas funciones de clasificación, “ecuaciones que pueden determinar de forma bastante sencilla si un terreno es apto o no para la plantación de chopos”.
También en el ámbito de la sanidad forestal, el trabajo se centró en aspectos bióticos (en los seres vivos que interactúan con las masas) en particular en la oruga perforadora del chopo (Sesia apiformis). “Actúa como plaga del chopo y estudiamos qué grado de afección había y también cómo realizar un monitoreo sencillo, porque hasta ahora se hacía por el conteo de las perforaciones de la oruga en la base de los árboles. Diseñamos un sistema de monitoreo a través de trampas de feromonas y ajustando a partir de un sistema de información geográfica, un método sencillo que puede ser implementado en la GFS”, agrega el investigador.
Finalmente, trataron de evaluar cómo los hongos endófitos (hongos que parasitan estas plantas) podrían servir como indicadores de sanidad. Tras examinar los hongos de las zonas piloto y su relación con las condiciones fitosanitarias de la masa de chopos obtuvieron “una relación bastante clara entre el estado fitosanitario y el estado nutritivo, lo que pone de manifiesto que con más estudios los hongos endófitos podrían ser utilizados como indicadores del estado sanitario”.
Biodiversidad
En lo referente a la biodiversidad, evaluaron el estado de las masas de chopos centrándose en tres grupos taxonómicos: hongos, aves y plantas vasculares. En cuanto a los hongos, observaron que los existentes en las plantaciones de chopos (en las que se utiliza una especie híbrida) son diferentes a los de las parcelas de chopo autóctono, un árbol nativo que se encuentra actualmente en peligro. “Si destruimos el chopo autóctono nos quedaríamos sin unos hongos endófitos que podrían ser muy útiles en la industria farmacéutica, además de para la propia biodiversidad”, señala Jorge Martín.
Por otro lado, compararon las aves que habitan las plantaciones de chopo con las de los bosques de ribera nativos y comprobaron que las especies presentes en unos y otros eran “totalmente distintas”. En este sentido, el trabajo concluye que una gestión adecuada de las choperas y el fomento de la continuidad de las plantaciones de chopo, frente a los cultivos aislados, podría conducir a una población de aves similar a la del bosque de ribera.
Por último, se contrastó la diversidad de plantas presente en las plantaciones de choperas y en los bosques de ribera, también distintas, y comprobaron que una gestión adecuada (centrada en minimizar los gradeos) permitiría alcanzar una estrategia de supervivencia cercana a la de los bosques de ribera.
Jorge Martín, quien actualmente continúa su labor investigadora en el Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible, fue tutorizado por el profesor del Departamento de Producción Vegetal y Recursos Forestales Julio Javier Díez Casero y por el investigador del Instituto Francés de Investigaciones Agrarias (INRA) Hervé Jactel.