Aunque en los últimos años ha disminuido el número de incendios forestales, factores como el cambio climático y los cambios en el uso del suelo (como el abandono de tierras en zonas rurales por la migración a las ciudades) han provocado el aumento de la frecuencia de los grandes incendios forestales, que son los que más llaman la atención y afectan al medio ambiente. Debido a ello, así como a su carácter imprevisible y, sobre todo, a las consecuencias que pueda ocasionar en el entorno, existen opiniones contrarias al empleo del fuego para gestionar los bosques. Sin embargo, el fuego, de forma controlada y aplicado dentro de un plan preestablecido, es una herramienta eficaz de gestión forestal preventiva y las propiedades del suelo, aquellas encargadas de informar sobre la funcionalidad del mismo, se alteran de forma limitada o incluso mejoran, al menos en un corto plazo. Así lo han probado la Unidad de Edafología de la Unidad de Excelencia María de Maeztu – Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba (DAUCO) y el Laboratorio de Incendios Forestales de la UCO en un artículo publicado en la revista Science of the Total Environment.
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