Ciencias Sociales España , Salamanca, Viernes, 17 de marzo de 2006 a las 15:09

El mundo del corazón en el Antiguo Egipto

El profesor José Ramón Alonso acerca a los estudiantes del Colegio Mayor Fray Luis de León los conocimientos de los egipcios sobre el cuerpo humano

Ana Victoria Pérez/DICYT Cuando los egipcios preparaban a sus faraones para el viaje que les llevaría hacia una nueva vida, limpiaban con cuidado los cuerpos, extraían con pulcritud el hígado, los pulmones los intestinos y el estómago e introducían estos órganos en cuatro vasos canópicos donde estarían a buen recaudo hasta que el difunto los necesitase de nuevo, una vez se hubiese presentado ante el dios Ra. Pero ningún cofre ni recipiente era más adecuado que el propio cuerpo del difunto para conservar intacto el órgano que gobernaba la razón y el sentimiento, la conciencia y la sabiduría del faraón. Por eso todas las precauciones eran pocas para preservar intacto durante todo el proceso de momificación el corazón del difunto. 

La momificación ilustra mejor ningún otro proceso la importancia que los antiguos egipcios otorgaban al cerebro humano y en consecuencia al sistema nervioso. Según José Ramón Alonso, decano de la Facultad de Biología de la Universidad de Salamanca, que esta semana ha ofrecido una charla sobre el tema dentro de los actos de la Semana Internacional del Cerebro, "los egipcios fueron una de las últimas grandes civilizaciones que tuvieron una concepción cardiocentrista del cuerpo humano. Un concepto que terminó con los griegos, pero que ha marcado fuertemente nuestra cultura actual, donde el corazón sigue siendo reflejo, aunque sólo sea literario, de emociones como el amor o el odio".

Para los egipcios, todos los fluidos del cuerpo humano confluían en el corazón, desde la sangre a las lágrimas, pasando por el esperma en el caso de los varones, de ahí que este órgano fuese inseparable del cuerpo del difunto incluso durante su viaje al más allá ya que al finalizar el mismo, el momificado lo necesitaría para rendir cuentas. Según explica el profesor Alonso "la tradición egipcia creía que, al final de su viaje al más allá, el muerto entregaría su corazón para que este fuese pesado en una balanza. Si el corazón tenía más peso que una pluma, significaba que el muerto estaba lleno de culpa, y sería devorado por una bestia mitológica; si por el contrario el corazón era puro, apenas pesaría, y el difunto estaría preparado para renacer".

Para los egipcios el cerebro tenía unas funciones similares a las de un refrigerador general del cuerpo humano. Un elemento prescindible en la nueva vida que espera al difunto junto al dios Sol, y un estorbo a la hora de preservar el cuerpo. "Por ello los egipcios habían ideado una técnica para extraer el cerebro del cuerpo que se estaba momificando. A través de las fosas nasales extraían poco a poco la masa encefálica, rellenando posteriormente con tiras de lino la cavidad craneal", explica Alonso, una práctica que contrasta con el hecho de que también hayan sido los egipcios los primeros en dejar documentos escritos en los que se habla del cerebro humano.

Los primeros manuales médicos

El papiro de Edwin Smith, de contenido quirúrgico, constituye una extraordinaria recopilación de precisas descripciones y detalles de las afecciones quirúrgicas más comunes: heridas, fracturas óseas, luxaciones, quemaduras, abscesos, tumores que se pueden producir de la cabeza a los pies, descripción de mucho instrumental quirúrgico, por lo que este papiro es considerado como un tratado de la cirugía de urgencia. Es este documento, escrito entre 1600 y 158 antes de nuestra Era, el que explica al médico cada una de las capas de tejido que se encontrará en un enfermo con una herida abierta en el cráneo, detallando desde la constitución de las meninges hasta el líquido encefaloraquídeo.

"Pero los egipcios llegaron mucho más allá, ya que fueron capaces de describir lesiones en determinadas partes del cuerpo cuyo origen se encontraba lejos del lugar afectado, generalmente en la cabeza, además existe constancia de que usaban derivados del opio como analgésicos y diagnosticaban patologías psicológicas", comenta el profesor salmantino. "Ellos pusieron las bases para que griegos de la talla de Hipócrates terminasen con el cardiocentrismo e iniciasen el estudio del sistema nervioso. Una tarea que aún hoy constituye uno de los principales retos del ser humano y que ahora afrontamos con las herramientas adecuadas".