Alimentación Argentina , Santa Fe, Martes, 09 de noviembre de 2010 a las 16:57

Bacterias para mejorar la leche maternizada

Al tomar el pecho, el beb茅 recibe microorganismos llamados bifidobacterias que ayudan al desarrollo de su sistema inmunol贸gico

INFOUNIVERSIDADES/DICYT La leche materna posee bacterias que la mamá transfiere al bebé para ayudar a su desarrollo inmunológico. Es por esto que científicos de la Universidad Nacional del Litoral y del Conicet aislaron bifidobacterias de muestras de leche materna y evaluaron la resistencia de estas cepas a los procesos tecnológicos que implica un manejo industrial. Así, se acercan a la creación de una leche infantil que favorezca el desarrollo de la flora intestinal del bebé para que sea lo más parecida posible a la de los niños que se alimentan sólo del pecho de su madre. Según aseguran estudios comparados, es de esta manera que se reduce el riesgo de alergias y enfermedades gastrointestinales durante la infancia. 

 

“Lo ideal sería desarrollar una leche fórmula que contenga los microorganismos benéficos que aporta la leche materna. Esto, hasta el momento, no existe en el mercado nacional ya que el producto no está pensado como un sustituto de la leche materna, sino como un complemento en casos donde la lactancia se ve disminuida o imposibilitada”, explicó a InfoUniversidades Florencia Zacarías, becaria doctoral del Instituto de Lactología Industrial (INLAIN), dependiente de la UNL y el Conicet.

 

Del laboratorio a la mamadera

 

La clave para que las bacterias probióticas tengan efectos benéficos en la salud es que lleguen al intestino en forma viable y en cantidad suficiente. Las bifidobacterias de la leche materna mostraron una muy buena resistencia en los ensayos de laboratorio. Así, los investigadores observaron que tras suspenderlas en leche, secarlas y rehidratarlas, subsiste un importante número de ellas.

 

En primer lugar, las experiencias evidenciaron que las cepas de la leche materna son capaces de fermentar y acidificar la leche. Del mismo modo, lograron resistir al almacenamiento congelado, algo importante para su uso industrial. La investigadora señaló que “salieron muy bien los ensayos porque las mantuvimos congeladas a -70ºC y -20ºC por al menos seis meses y no se modificó el número de células viables”.

 

También hubo buenos resultados al evaluar el proceso de secado por spray, el mismo que se usa para hacer leche en polvo. Este procedimiento sirve para concentrar las bacterias y almacenarlas, por eso vieron qué ocurría tras seis meses de almacenamiento, tanto a temperatura ambiente como refrigeradas. Las que permanecieron a 5ºC -que es la temperatura de cualquier heladera doméstica- aún después de medio año, no mostraron disminución en la cantidad de células viables. En las que se mantuvieron a temperatura ambiente, los niveles bajaron.

 

Por último, los investigadores imitaron la preparación de una mamadera con la leche en polvo en la que habían secado las bifidobacterias. “Suspendimos esa leche en agua caliente a distintas temperaturas. A unos 40ºC o 50ºC, que es la temperatura a la que los pediatras recomiendan preparar las mamaderas, hubo buena viabilidad”, comentó Zacarías.

 

 

En ratones

 

Ingerir las bacterias sólo es una parte del recorrido, la otra continúa en el cuerpo del consumidor. Es por esto que el grupo de trabajo, además de mostrar que las bifidobacterias son lo suficientemente resistentes como para usarlas a nivel industrial, está analizando los efectos concretos que estas bacterias tienen en el organismo. En primer lugar, pudieron comprobar que las bacterias resisten la digestión, gracias a un ensayo in vitro que simula todo el proceso que va desde que se ingiere el alimento hasta que llega al intestino. Incluso, en un entorno muy ácido como es el del estómago, las bifidobacterias no mostraron disminución en su viabilidad.

 

En los ensayos con ratones, los resultados preliminares muestran que los que recibieron por diez días la leche con bifidobacterias tuvieron un aumento significativo de las células productoras de inmunoglobulina A (IgA), que forma parte de la defensa inmunológica de la mucosa intestinal. “Otro punto que tenemos que evaluar es la dosis. La madre al niño le transfiere concentraciones de bifidobacterias en leche mucho más bajas que las que se usan en los alimentos probióticos. En los ensayos in vivo deberá estudiarse la concentración adecuada de bifidobacterias y el período de administración”, adelantó Zacarías.