Alimentación España , Salamanca, Martes, 07 de julio de 2009 a las 17:30

Los niños con implantes cocleares, con mejoras de hasta un curso respecto a otros con sordera profunda

Investigadores salmantinos analizaron 71 alumnos de Educación Obligatoria en Castilla y León, Madrid y Navarra

AMR/DICYT Un grupo de investigadores de la Facultad de Educación de la Universidad de Salamanca y del Hospital Universitario de Salamanca han encontrado mejoras en los niveles lectores y el aprendizaje de hasta un curso escolar en alumnos con sordera profunda prelocutiva con la misma edad si tenían instalados o no implantes cocleares. El estudio, publicado en la revista científica Logopedia, Foniatría y Audiología y en la publicación de la Asociación de Implantados Cocleares de España, refuerza el papel de esta ayuda protésica en el desarrollo de los menores.

 

La investigación se realizó en alumnos de entre 6 y 16 años con pérdida de capacidad auditiva profunda prelocutiva con el fin de mejorar "los niveles de percepción oral y la lectura y comprensión", explica a DiCYT Ana Belén Domínguez, coordinadora de un grupo de investigación integrado por educadores y médicos foniatras. Para realizar el análisis, se trabajó con 71 alumnos de Castilla y León, Madrid y Navarra, de los que 38 poseían implantes cocleares. De este grupo, aproximadamente la mitad había recibido el sistema de audífono de forma precoz y la otra mitad, de manera tardía. "Encontramos diferencias significativas, equivalentes a un curso escolar, entre alumnos con y sin implante, y también que cuánto más precoz era el uso del implante coclear, mejores eran los resultados", continúa la profesora del Área de Educación Especial de la Facultad de Educación.

 

"Cada caso del uso de implantes cocleares es diferente, debido a la diversidad de dispositivos y circunstancias que nos encontramos, especialmente en un hospital público", advierte Joseba Gorospe, de la unidad de Foniatría del Hospital Universitario de Salamanca. En el aprendizaje influyen varios factores pronósticos en cada individuo: tipo de sordera, el rendimiento del implante, la capacidad intelectiva, y los factores económicos y familiares que le rodean. No todas las hipoacusias son susceptibles de la instalación de un implante coclear, sino sólo aquéllas que dañan el caracol o cóclea, situada en el oído interno. "Se debe producir una sordera profunda y con restos auditivos que no permitan al paciente desarrollar un lenguaje", resume Gorospe.

 

Unas jornadas científicas abordan desde hoy, 7 de julio, al 9 de julio, el uso de estos dispositivos en pacientes con hipoacusia y las herramientas necesarias para facilitar el acceso a la educación y el conocimiento de este colectivo. Además, de Gorospe, el investigador del Instituto de Neurociencias de Castilla y León Enrique López Poveda analizó hoy el futuro de los procesadores de voz para implantes cocleares, y Jesús Alegría y Jaqueline Leybaert disertaron sobre la percepción del habla e implantes cocleares. Mañana, Nieves Alemán, del CREENA de Navarra analizará la educación del alumno sordos con implante coclear, Ana Belén Domínguez las estrategias de lectura empleadas por alumnos sordos con implante coclear y Marian Valmaseda, del equipo específico de Discapacidad Auditiva de Madrid la alfabetización emocional de los alumnos. En la última jornada, el jueves 9 de julio, los participantes realizarán un taller de intervención en implante coclear con María Teresa Amat de la AICE (Asociaciones de Implantados Cocleares de España).

 

El Hospital Universitario de Salamanca comenzó a aplicar implantes cocleares entre los años 1988 y 1989. en el momento en el que esta tecnología comenzaba a superar las capacidades del lenguaje de signos como modo para que las personas con pérdida sensorial en la cóclea pudieran comunicarse con su entorno. A pesar del desarrollo del microprocesador que integra, el principal inconveniente de este dispositivo en el campo de la educación es ruido que se produce en las aulas españolas durante una clase. Se estima que está en torno a 75 decibelios, y el alumno necesita escuchar a su profesor 15 decibelios más alto alto que el sonido ambiente. "Aún falta la misma concienciación que se ha producido en otras discapacidades, como cuando se comenzó a hacer más accesibles los edificios para personas con movilidad reducida", lamenta Gorospe.