Tecnología España , España, Viernes, 29 de julio de 2011 a las 19:20
CAMPUS CIENT脥FICO DE VERANO DE LA USAL: REPORTAJES DE LOS ALUMNOS

Los transbordadores espaciales

Reportaje realizado por las alumnas Elvira Ure帽a y M陋 del Mar Aparicio dentro de las actividades desarrolladas en el Campus Cient铆fico de Verano de la Universidad de Salamanca

Los Campus Científicos de Verano son una actividad organizada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) para los alumnos más brillantes de 4º de ESO y 1º de Bachillerato de toda España. Se desarrollan en las universidades que forman parte de algún Campus de Excelencia Internacional, entre ellas, la Universidad de Salamanca, donde coordina la actividad la Unidad de Cultura Cientítica (UCC) de la institución académica. Dentro de las actividades propuestas, los alumnos han realizado un taller de periodismo científico y el siguiente reportaje ha sido uno de los tres seleccionados del segundo turno.

 

David de Agustín y Alicia Palacios/DICYT El Atlantis, que por primera vez se elevó en 1985, se convertirá en pieza de museo y permanecerá en el Centro Espacial Kennedy, tras su 135º vuelo. De esta manera, se paraliza el programa espacial de EEUU y en el caso de retomarse, no volverán a utilizarse los transbordadores como vehículo para viajar al espacio. Los transbordadores espaciales son las primeras naves espaciales reutilizables capaces de poner satélites en órbita —aunque baja— y de traerlos de vuelta a la Tierra Cada uno tiene una vida útil de aproximadamente 100 lanzamientos (cifra, como se ha dicho, sobrepasada en el caso del Atlantis).


Durante la década de 1960, dos años después de su fundación —con la intención de dirigir de manera centralizada toda la actividad espacial no militar—, la NASA había planteado una serie de proyectos sobre vehículos espaciales reutilizables para reemplazar los sistemas de uso único, como el Proyecto Mercury, el Proyecto Gemini y el Programa Apolo, en colaboración con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF). En la segunda mitad de la década de los 60, el esfuerzo para mejorar el Apolo se estaba diluyendo, y la NASA empezó a trabajar en el siguiente paso del programa espacial. Se proyectó un ambicioso programa que contemplaba el desarrollo de una enorme estación espacial, que se lanzaría con grandes cohetes y sería mantenida por un transbordador espacial que sería capaz de dar servicio a una colonia lunar permanente y, eventualmente, transportar personas a Marte.


Sin embargo la realidad fue otra, ya que el presupuesto de la NASA disminuyó rápidamente. En lugar de retroceder y reorganizar su futuro en función de su nueva situación económica, la agencia intentó salvar tanto como fuera posible de sus proyectos. Se descartó la misión a Marte, pero tanto la estación espacial como el transbordador todavía estaban en pie. Se propusieron una gran variedad de diseños. Maxime Faget, diseñador, entre otros, de la cápsula del Mercury creó el DC-3 un pequeño avión capaz de llevar una carga de 9.000 kg y cuatro tripulantes, aunque con maniobrabilidad limitada. El DC-3 se constituyó en la plataforma básica con la que se compararían los demás diseños.
 

A pesar de ello, esta sencilla aeronave quedaba fuera de los planes de la NASA debido a su reducida capacidad de carga y habilidad de maniobra. De hecho, todos los diseños eran insuficientes. Todos los nuevos dibujos tendrían que incorporar un ala delta. Y ese no era el único inconveniente: con el incremento de la capacidad del vehículo, los propulsores también debían ser mucho más potentes. De pronto, el sistema había crecido hasta ser más alto que el Saturn VI y sus costes y complejidad se salieron de todos los pronósticos.


Mientras todo esto sucedía, otras personas sugirieron un enfoque diferente: que la NASA utilizara el Saturn existente para lanzar la estación espacial, la cual sería mantenida por cápsulas Gemini modificadas, montadas sobre unos cohetes, los Titan II-M de la USAF. El coste sería probablemente menor, y alcanzaría antes el objetivo de la estación internacional; la respuesta no se hizo esperar: un transbordador reutilizable compensaría con creces el coste de su desarrollo, si se comparaba con el gasto de lanzar cohetes de uso único. Otro factor a tener en cuenta fue la inflación, que fue tan alta en la década de los años setenta del siglo XX que cualquier reposición del coste del desarrollo tenía que ser rápida. Con el tema de la viabilidad solucionado, la NASA se dedicó a obtener fondos para los cinco años que tardaría el desarrollo del proyecto, empresa que no resultó para nada fácil. La ya mencionada inflación, la Guerra de Vietnam y la crisis del petróleo amenazaban con dar al traste con el transbordador, pero era el único proyecto viable, y suspenderlo significaba que EEUU no tendría un programa espacial tripulado en la década de 1980. De esta manera, se abandonó el proyecto de cohete reusable en favor de un cohete sencillo que se desprendiera y fuera recuperado posteriormente. El combustible se sacó del orbitador a un tanque externo, lo cual permitió aumentar la capacidad de carga a costa de desechar el tanque.


El último escollo de diseño fue la naturaleza de los propulsores. Se propusieron al menos cuatro soluciones, y se optó finalmente por la que contemplaba dos cohetes sólidos, en lugar de uno de mayores dimensiones.

 

Actualmente, y como ha ocurrido a lo largo de la historia, la razón de haberse suspendido la actividad espacial por parte de EEUU se debe a la falta de recursos económicos, los cuales prefieren emplearse por el Gobierno con otros fines de mayor importancia para la calidad de vida de sus ciudadanos. Como dijo Ron Garan, uno de los estadounidenses que tripularon la última misión del Atlantis "Ha sido un gran honor haberos tenido a bordo y siento mucho que esto se acabe, pero dedicar los esfuerzos de nuestro país a mejorar la calidad de vida de nuestras gentes es ahora más importante que avanzar en la investigación espacial".