Final de la expedición al Ártico sueco
Entre cabezada y cabezada, saliendo a controlar que el nivel de agua de la laguna no alcance nuestras tiendas, pasan las horas. Llega la madrugada y se sigue oyendo la lluvia al golpear las tiendas de campaña. Cuando está así desapacible fuera y dentro del saco de dormir se siente este picoteo del agua en la tienda, suele ser una sensación muy placentera. Se aprecia y se valora el pequeño entorno que has logrado crear a tu alrededor, como una especie de burbuja tranquila en medio de un medio hostil. Pero en este momento no es la situación más deseada. Hay que terminar de empaquetar material, recoger las tiendas de campaña y sería deseable que al menos la lluvia hiciera una parada.
La niebla está alta y si se mantiene así el helicóptero podrá aterrizar sin problemas. Comenzamos a empaquetar el resto de cosas que quedaban pendientes y según vamos recogiendo lo último, la lluvia va cesando poco a poco. Contenedores, mochilas, sacas… todo listo a las 12:00, con margen de tiempo suficiente para la llegada del helicóptero. Nos acercamos a echar una última ojeada a la estación. El río está impresionante. Unas últimas fotos, algunas tomas más de video… una especie de despedida de nuestra estación.
Puntual a las 14:00 horas aparece por el valle el helicóptero. Aterriza, baja el piloto, sonríe al vernos bien aunque empapados y comenzamos a subir la carga al helicóptero. Nos acomodamos y en un abrir y cerrar de ojos dejamos atrás nuestra zona de campamento y la estación de medida. Sobrevolando el valle abajo, la imagen del río en la crecida es impresionante. El piloto se ve obligado a arrimarse a uno de los lados del valle, debido a los fuertes vientos que hay.
Llegamos a Nikkaluokta, aterrizamos, descargamos todo el material, lo subimos al coche y de nuevo en ruta.