Salud Colombia , Valle del Cauca, Miércoles, 27 de abril de 2011 a las 11:31

Mujeres, las más afectadas por la incontinencia urinaria

Una atención temprana, bajar de peso y derrumbar mitos sobre esta condición, claves para enfrentarla

AUPEC/DICYT Cecilia tiene 45 años y compra pañales para adultos en un almacén de cadena cerca a su casa; “son para mi mamá”, responde con una sonrisa a todas luces nerviosa a la cajera, quien en realidad no le ha preguntado nada. Cecilia vive con su madre, de 67 años. Cecilia sufre de incontinencia urinaria.

 

Como Cecilia, se calcula que un 3% de la población mundial sufre de incontinencia; de estas personas, el 70% son mujeres. Según cifras de la Sociedad Colombiana de Urología -SCU, se calcula que el 25% de las mujeres entre 35 y 55 años padece incontinencia urinaria.

 

Son varias las causas por las cuales alguien puede empezar a sentir problemas de incontinencia urinaria; dejando de lado ciertos trastornos neurológicos y/o de lesiones graves del sistema urinario, los especialistas señalan tres tipos: Incontinencia de esfuerzo: Aquella que se da al ejercer una determinada acción, bien sea levantarse de la cama, toser, o hacer, como su nombre lo indica, un esfuerzo físico; se puede dar con diversos grados de pérdida de orina, desde unas gotas hasta un mayor volumen. También es llamada “de estrés”. Incontinencia de urgencia: Consiste en una urgente e imprevista necesidad de orinar, sin que en ocasiones haya tiempo para llegar a un baño. Incontinencia mixta: Es una combinación de las dos anteriores.

 

Prohibido orinar

 

A diferencia de lo que ocurre en los hombres, para quienes la incontinencia está asociada por lo general a problemas de la próstata, en las mujeres inciden factores de orden biológico y cultural; entre estos últimos se cuenta la costumbre de prohibir a las niñas el uso de baños públicos.

 

Las abuelas, mamás o tías obligan a las niñas a “aguantar hasta llegar a la casa”; esto tiene que ver con el mito de que usándolos se van a contagiar de alguna enfermedad.

 

Lo cierto es que esto se da en muy raras ocasiones; aguantar de hecho puede propiciar paradójicamente las infecciones; además “sabemos de mujeres que no se sientan ni siquiera en la taza del inodoro, por lo que no relajan bien el piso pélvico ni los esfínteres, impidiendo que se produzca una mejor contracción de la vejiga”, manifiesta Jorge Carbonell, especialista en urología e investigador de la Universidad del Valle, y con más de 25 años de experiencia en este campo.

 

Partos, peso y tiempo, factores a considerar

 

El haber atravesado múltiples partos (multiparidad) o un parto mal asistido puede desencadenar la incontinencia, por lo que un trabajo interdisciplinario con el ginecólogo es fundamental para prevenirla.

La obesidad también es otro factor a tener en cuenta; el peso generado en la vejiga debilita la delicada red de músculos y nervios del piso pélvico.

 

Un agravante de esta condición es que la mayoría de los pacientes deja pasar mucho tiempo entre los primeros síntomas y la visita al médico, ya sea por vergüenza, o por considerarlo algo “triste” pero normal en el proceso del envejecimiento, lo cual es falso.

 

El tabú de la incontinencia

 

Las implicaciones sociales y sicológicas de esta dolencia son manifiestas, pero poco se habla de ellas: el aislamiento, la depresión y la baja autoestima son algunas, pero son las de orden sexual las que menos se abordan.

 

“De 10 personas con disfunción sexual, sólo una toca el tema con su médico”, enfatiza Jorge Carbonell, también coordinador del Grupo de Investigación en Urología de la Universidad del Valle –UROGIV.

 

“A pesar de estar en el siglo XXI, luego de la liberación femenina, todavía los problemas sexuales no son una causa significativa de consulta; hay pacientes que sólo después, ya en la puerta de salida del consultorio médico, lo mencionan esperando que se les recete algo, cuando ello implica una consulta más amplia”, lamenta Carbonell. Y continúa: “corresponde también al médico interrogar al paciente e indicarle que hay una solución indicada para su caso”.

 

Los resultados de su investigación “Impacto de la incontinencia urinaria sobre la salud sexual femenina”, hecha a partir de cuestionarios sobre función sexual femenina validados por otros estudios, y que contó con la observación de un número importante de pacientes, con y sin incontinencia, tanto del Hospital Universitario del Valle –HUV como de otros centros médicos para un mayor rigor estadístico, no fueron nada tranquilizadores:

 

Los índices de la función sexual femenina, que involucran el deseo, la excitación, la lubricación, el orgasmo, la satisfacción y la ausencia de dolor fueron significativamente más bajos para el grupo de mujeres con incontinencia que las del otro grupo.

 

Los resultados más bajos fueron los del deseo y la excitación en todos los grupos de edad: menores de 40 años, entre 41 y 50 años y mayores de 50, con un índice aún más bajo entre este último grupo.

 

Según la investigación, “un 19% de las pacientes incontinentes tiene pérdida de orina durante la relación sexual”; esto es, una de cada cinco. “Otros estudios en Latinoamérica indican que dos de cada seis mujeres después de los 60 años sufre de ello en algún momento”, señala Carbonell.

 

Ya es hora de considerar la incontinencia urinaria cono un problema de salud pública, no sólo en busca de mejorar la calidad de vida de los pacientes, sino por los altos costos que representa para el sistema de salud: “Un tratamiento más temprano evita intervenciones que pueden ser muy dolorosas y costosas, además de la innecesaria carga emocional”.