Nuevos datos de la conexión entre el Mediterráneo y el Atlántico
José Pichel Andrés/DICYT Entre noviembre de 2011 y enero de 2012, el barco de investigación oceanográfica más importante del mundo, el Joides Resolution, navegó por el Golfo de Cádiz y de la costa situada al Sur de Portugal en busca de sedimentos marinos que ayudasen a explicar la historia de los intercambios de agua entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico a través del Estrecho de Gibraltar, un fenómeno con numerosas implicaciones en el estudio del clima. Desde entonces los científicos han estado analizando los datos y, como resultado, la revista Science publica en su edición de hoy los primeros resultados de esta expedición, en la que participaron José Abel Flores y Francisco Sierro, investigadores de la Universidad de Salamanca.
Este trabajo “viene a confirmar que el Mediterráneo y el Atlántico están conectados desde hace algo menos de seis millones de años”, explica José Abel Flores en declaraciones a DiCYT, aunque la interacción más significativa no se estableció hasta finales del Plioceno, hace unos tres millones de años. Con anterioridad, el paso estuvo cerrado durante varios cientos de milenios. El aspecto más significativo de la corriente entre las dos cuencas es que el Mediterráneo vierte al océano una gran cantidad de agua, más salada y cálida, y por lo tanto más densa, que se hunde y se ve compensada en menor medida por la entrada de aguas más superficiales en sentido contrario.
Gracias a la Expedición 339 del Integrated Ocean Drilling Project (IODP), Mediterranean Outflow, se conocen ahora muchos más detalles de una relación esencial para entender el clima del Hemisferio Norte. El intercambio que se produce en el Estrecho de Gibraltar, que vierte aguas más saladas y cálidas al Atlántico, influye en la circulación de las corrientes oceánicas, marcada por su densidad, que depende precisamente de la salinidad y la temperatura. Este fenómeno influye en la evaporación de las aguas oceánicas y, por lo tanto, en las precipitaciones, que determinan el caudal de los ríos de la cuenca mediterránea y, a su vez, esto condiciona la descarga de aguas en el Atlántico. Estudiar este complejo equilibrio es fundamental para entender el clima y su evolución a lo largo de millones de años.
Fósiles microscópicos
Las aportaciones de los científicos de la Universidad de Salamanca se centran en el campo de la Micropaleontología. En concreto, Francisco Javier Sierro acudió en calidad de micropaleontólogo experto en foraminíferos, microscópicos animales pertenecientes al zooplancton, además de realizar trabajos de geoquímica. Por su parte, José Abel Flores es especialista en nanofósiles calcáreos. El trabajo de un buque como el Joides consiste en rescatar sedimentos de los fondos marinos que pueden estar a miles de metros de profundidad y el análisis de los microfósiles que contienen es esencial para datarlos rápidamente. Es decir, el tipo de fósiles que hay en lugar ofrece muchísima información. “Da una idea de las edades y sirve para caracterizar ambientes”, señala el investigador de la Universidad de Salamanca.
Otro aspecto fundamental es que “la corriente de fondo erosiona y acumula sedimentos”, comenta José Abel Flores. El agua del Mediterráneo, más densa, se hunde a más de 1.000 metros de profundidad, excavando el fondo y generando cañones profundos. En otros puntos, el material transportado genera montañas de fango y arenas. Estos sedimentos se llaman contornitas , porque las corrientes que producen estos depósitos siguen el contorno de las cuentas marinas y para los científicos constituyen un gran archivo en el que quedan registradas la variabilidad climática y la actividad tectónica, en este caso, de los últimos 5,3 millones de años.
Hidrocarburos
El fenómeno de las arenas contorníticas es mucho más importante de lo que los científicos esperaban y la capa de arena se extiende unos 100 kilómetros desde el Estrecho de Gibraltar. Esta nueva información es otra de las grandes aportaciones de esta investigación, sobre todo desde el punto de vista económico, ya que estas arenas son el entorno ideal para la acumulación de hidrocarburos y gas. “Son arenas limpias y porosas capaces de acumular fluidos cubiertos de arcillas y pueden almacenar grandes volúmenes de hidrocarburos”, comenta el científico del Grupo de Geociencias Oceánicas de la Universidad de Salamanca. “El Golfo de Cádiz constituye la referencia para la definición de sedimentos contorníticos en otros puntos del planeta donde las compañías petroleras pueden estar interesadas en realizar perforaciones, es donde mejor se conocen este tipo de sedimentos”, añade. Estas arenas se depositan de una manera muy diferente a lo esperado, así que estos hallazgos son muy importantes para administraciones y empresas.
Por otra parte, otro de los aspectos estudiados en los que la aportación de los investigadores salmantinos es muy importante es la existencia de hiatos o ausencias en la sedimentación, que se relacionan con eventos de la tectónica de placas. Este trabajo también ayuda a entender la relación que se establece entre el clima, muy dependiente del océano, y los desplazamientos de las placas tectónicas, que pueden modificarlo.
A pesar de la importancia de publicar este trabajo en Science, el artículo publicado hoy sólo es “la primera pincelada” de todo este trabajo. Precisamente, la semana pasada los investigadores de la Universidad de Salamanca y sus compañeros en aquella expedición participaron en un encuentro científico en Tarifa en el que se han proyectado las próximas publicaciones, especialmente, en relación con el clima reciente del Hemisferio Norte en el último millón de años.
Excepcional participación de la Universidad de Salamanca
En el viaje, que partió de las Islas Azores y concluyó en Lisboa después de dos meses, participaron 35 científicos de 14 nacionalidades. El hecho de que una misma universidad contribuya con dos científicos a una misión IODP es excepcional y se explica por la especialización en microfósiles de José Abel Flores y Francisco Sierro. Además, Javier Hernández-Molina, profesor de la Universidad de Vigo, fue el jefe de la expedición. La participación española se completó con Francisco Jiménez-Espejo, del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (centro del CSIC y la Universidad de Granada), y Estefanía Llave Barranco, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), en calidad de observadora de aguas nacionales. Todo ello dibuja una participación inédita de cinco científicos españoles a los que habría que sumar otros dos que trabajan en Francia y Japón y acudieron bajo la bandera de estos países.
Los científicos colaboraron en la difusión de su trabajo a través del blog de la Agencia DiCYT, 'A bordo del Joides', donde dejaron sus impresiones todos los participantes por parte españoles y algunos de otros países. Además, la llegada del barco a Lisboa fue una oportunidad para que estudiantes y profesores de Salamanca se acercaran a conocer el principal barco de investigación oceanográfica del mundo.
Referencia bibliográfica | |
Onset of Mediterranean outflow into the North Atlantic. F. Javier Hernández-Molinaarrik A. V. Stow, Carlos A. Alvarez-Zarikian, Gary Acton, André Bahr, Barbara Balestra, Emmanuelle Ducassou, Roger Flood, José-Abel Flores, Satoshi Furota, Patrick Grunert, David Hodell, Francisco Jimenez-Espejo, Jin Kyoung Kim, Lawrence Krissek, Junichiro Kuroda, Baohua Li, Estefania Llave, Johanna Lofi, Lucas Lourens, Madeline Miller, Futoshi Nanayama, Naohisa Nishida, Carl Richter, Cristina Roque, Hélder Pereira, Maria Fernanda Sanchez Goñi, Francisco J. Sierro, Arun Deo Singh, Craig Sloss, Yasuhiro Takashimizu, Alexandrina Tzanova, Antje Voelker, Trevor Williams, Chuang Xuan. |